Por Gianmario Strappati[1]

La cultura representa la identidad intelectual más profunda del ser humano. Surge de un sustrato de nociones, sentimientos y manifestaciones pertenecientes a la esfera privada de la esencia interior de un individuo. Su desarrollo puede caracterizarse por una «sustancia autobiográfica», en un camino donde la vida presenta a sus protagonistas una evolución cíclica que combina historias, pensamientos y emociones. La contemporaneidad representa, por tanto, un concepto efímero de paso, entre pasado y futuro, en el cual el presente está destinado a permanecer como un momento atribuible únicamente a las memorias internas del hombre.

En la sociedad actual un gran tema perpetúa las conciencias mundiales: el calentamiento global, con la consiguiente activación de políticas ambientalistas para limitar los daños del cambio climático. Ya en 1985 la Comunidad Europea CEE emitió la directiva 337, para poner en primer plano este concepto ético y social, continuando su compromiso en 200 con la ratificación del Tratado de Lisboa: un elemento distintivo, útil para delinear una planificación económica acorde con el respeto ambiental.

El 25 de septiembre de 2015, 193 países adoptaron la Agenda 2030 propuesta por las Naciones Unidas, con el fin de construir estrategias de desarrollo sostenible que tengan en cuenta de la intermediación entre situación climática y bienestar socioeconómico de la sociedad. Por lo tanto, la Comisión Europea considera la sostenibilidad ambiental uno de los cinco pilares del marco de actuación en materia de patrimonio cultural, gracias a una importante inversión en la regeneración y reutilización de lugares, así como a la promoción del turismo y de eventos sustentables con una programación a largo plazo. Se puede hacer una referencia concreta a los proyectos Shelter, Helter y Horizonte 2020, pero sobre todo al Next Generation EU, que se considera un hito para las inversiones en el ámbito compartido cultura-ambiente, con el objetivo de una innovación organizativa sin precedentes.

Creado en 2020, para hacer frente a la pandemia de Covid19, el fondo en cuestión destaca claramente cómo los beneficiarios de contribuciones en el ámbito cultural deberán presentar iniciativas de bajo impacto ambiental, utilizando materiales reciclados, además de implementar una fuerte campaña de sensibilización en la materia, con una importante labor de control y respecto hacia los lugares elegidos para la organización de estos eventos. Esta es una delineación que también llevan adelante los proyectos comunitarios denominados Europa Creativa (2021-2027), donde recomendaciones concretas definen estrategias de sostenibilidad, orientaciones para buenas políticas ambientales y sistemas de controlo, convirtiéndose así en pilares de la capacidad organizativa del mundo cultural.

Un entrelazamiento que aúna innovación y conservación, creatividad intelectual y respeto por el ambiente que nos rodea. Desde diciembre de 2021, el Ayuntamiento de Milán en Italia aprobó las directrices fundamentales para la organización de eventos culturales respetando las políticas “green”. El uso de materiales reciclados para las instalaciones, la atención a la separación de residuos, el consumo de energía procedente de fuentes renovables, la eliminación del desperdicio de alimentos y la limitación de los plásticos son algunos de los pilares de la legislación municipal, aplicada directamente a los eventos organizados por o relacionados con el organismo estatal.

Prestando atención al acto de planificar un evento, existen principios importantes que deben considerarse en la dirección de la sostenibilidad. El aspecto legislativo puede considerarse fundamental, asi como la elección del lugar, el cual debe respetar unos niveles de eficiencia energética tales que pueda ser declarado apto.

En segundo tiempo, el elemento de la comunicación puede ser definido importante, ya que, de hecho, proporciona a la audiencia general una visión completa en la que se presenta el compromiso de llevar a cabo la iniciativa respetando las normas ambientales. Esto nos vincula a las consideraciones de Next Generation EU, donde el evento en sí se convierte en una fuente primaria de conciencia y un “puesto avanzado” que la comunidad puede imitar. Otro aspecto verdaderamente estratégico es la elección de la movilidad ecosostenible para los distintos transportes, un signo distintivo que envía un mensaje muy claro, como portavoz contra el calentamiento global. Esta afirmación es básica y constituye una opción preferencial también en el programa Erasmus+, de intercambio académico europeo, en el que existe una fuerte invitación reglamentaria no vinculante a utilizar vehículos que limiten las emisiones de gases de efecto invernadero en los distintos desplazamientos.

En cuanto a los eventos, también es recomendable no dispersar o utilizar materiales contaminantes que no respeten las condiciones esperadas, por lo que es preferible un control operativo continuo para definir y planificar un itinerario bien definido.

Otra perspectiva es la de una acreditación del evento según los distintos estándares internacionales, certificando así la predisposición real y la correspondencia actual con los principios éticos de comportamiento del Green Public Procurement. Existen diferentes modalidades para este paso, con organismos como Uni Iso y Gri Eoss comprometidos en la caracterización y estructuración de los movimientos a implementar.

En resumen, la innovación mira siempre hacia el futuro, a un horizonte de cambio, donde nuestra cultura y el entorno en el que vivimos puedan casarse en simbiosis. Un camino que conduce a un organigrama sublime, identificándose con la perfecta unión entre factores internos y externos. Ambos aspectos influyen, cambian y corresponden a nuestras emociones más profundas, así como a los momentos que serán para siempre la «cuna vital» de nuestra cultura.

[1] Profesor en el Conservatorio Estatal G. Verdi de Ravenna en Italia, Institucion de alta cultura y en el Instituto Superior de Musica J. Hernandez de Buenos Aires – curso internacional.