Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente

Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente
RIDCA - Edición Nº7 - Derecho Antártico. Gestión y Geopolítica del Atlántico Sur

GB (R) Edgar F. Calandín. Director

Marzo de 2025

Memorias de esperanza. Parte de la historia, esperanza hacia el futuro

Autora. Silvana Analía Arnouil. Argentina

Por Silvana Analía Arnouil[1]

 

INTRODUCCIÓN

          Hace cuarenta y siete años escribía el querido Cnel. Jose Maria Vaca Hernández,  «Nuestra juventud mira con serenidad y confianza los pasos de nuestros mayores y que el sacrificio de tantas vidas en aras de un ideal no van a caer en el vacío, son experiencias duras que sabremos aprovechar oportunamente y que todos, como un solo hombre, estaremos al pié de la bandera azul y blanca respetando y haciendo respetar nuestros derechos soberanos». (Vaca, 1977).

OBJETO

          El presente pretende ser un ensayo- de carácter objetivo, en cuanto la memoria de los entrevistados lo permita y de carácter subjetivo, en cuanto las emociones personales intervengan. Repasaremos principalmente el desarrollo de tareas de mis padres, miembros de la dotación «’79», durante su invernada en Base Esperanza. Abordando acontecimientos históricos, la inauguración de la Radio, el incendio, entre otros. Y pondremos de resalto el hecho de mi nacimiento como otra contribución a la soberanía Argentina en nuestro proclamado Territorio Antaŕtico.

CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA ANTÁRTICA ARGENTINA

          Atendiendo a las limitaciones del Tratado Antártico[2], el cual en su artículo IV 1er parte reza, «Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región «.

          Sin ser ello óbice al mantenimiento de la presencia argentina ininterrumpida en el continente blanco desde 1904. Lo cual constituye un método de adquisición territorial, conforme los principios del derecho Internacional Público, derivados del derecho romano, a la sazón  la ocupación de «terra nullius» deshabitada[3].

          Continuando con aquella empresa, el 21 de Noviembre de 1978 partió desde el puerto de Buenos Aires el Buque ARA Bahía Aguirre. Trasladando la dotación de la que formaban parte mis padres, con destino a la por entonces «Base del Ejército Esperanza», arribando allí el día 28 conforme esta registrado en un diario personal de mi madre.

          Dicha base, fundada por el Cap. Jorge Edgar Leal el 17 de Diciembre de 1953, se encuentra ubicada en extremo Nordeste de la península Antártica, específicamente en Bahía Esperanza (63º23′ lat. Sur y 57º long. Oeste), frente al estrecho «Antarctic».

          Para tal destino, los miembros del grupo empezaron a reunirse a fin de conocerse y recibir la información pertinente, realizando entre los meses de septiembre y noviembre de 1978 el «curso pre-antártico»; el cual se desarrolló en un predio en la localidad de Ezeiza principalmente, la Costa Atlántica, Tigre y Luján.  La instrucción constaba de la inspección de diferentes terrenos, carga y descarga de materiales, manejo de armas, convivencia, orientación con brújula, primeros auxilios, campamentos, etc. Posteriormente, ya en la Base, las Sras. tomaron cursos pertinentes de historia, meteorología, biología, geografía, etc. Los cuales en su mayoría estaban acargo del personal con especialidad en cada una de esas áreas.

          La única consigna dada por el entonces Comandante Antártico de Ejercito. Cnl. Jose Vaca fue: «de ustedes depende que salga todo bien», teniendo en miras los ideales del «Plan Pujato» que al Punto 5º decía «Colonizar con familias el lugar más conveniente que al parecer sería el área de Bahía Esperanza donde se constituirá un caserío polar» (Susana Rigoz, 2002).   Así, cada hombre y mujer, una vez instalados en su destino, se abocaron a las tareas asignadas a cada uno conforme principalmente a sus saberes y habilidades[4].

          En el caso de mis padres, mi madre tuvo destino en el «detall», cumpliendo tareas de secretaría y administrativas del Registro Civil. Mientras mi padre realizaba mediciones y reportes meteorológicos, y reparación de instrumental de esa especialidad. Temas que ampliaremos a continuación.

TAREAS CIENTÍFICAS (METEOROLOGÍA)

          En el marco de las tareas científicas llevadas a cabo, nos referiremos a la actividad meteorológica, desarrolladas en esta área por mi padre Cp. LUIS OSCAR ARNOUIL conjuntamente con su par el Subof. Maidana.

          Aquellas comprendían el estudio del clima en la base en períodos continuos de 24 horas, con rotación entre los dos especialistas. Específicamente, se realizaban tomas de datos en relación a los vientos, la temperatura, precipitaciones, etc. para su posterior remisión a la Base- entonces llamada – VC Marambio. Allí habían especialistas que traducían la información recibida en pronósticos (predicción del estado del tiempo a corto plazo). Vale destacar, que en la mayoría de las bases contaban con un pronosticador, integrando así la red meteorológica. De esta forma, al momento de arribar el avión Hércules desde continente a Base Marambio aquel recibía desde Esperanza el apoyo meteorológico a horario (cada hora) .

          La oficina de meteorología estaba ubicada en la planta alta de la casa principal con acceso por escalera. Allí entre otros elementos, contaban con un Barómetro de Mercurio con el cual se medía la presión atmosférica, un Barógrafo que registraba gráficamente las variaciones de aquella, etc.

          En el exterior se encontraba elevada la «Pagoda» (término utilizado para referirse un abrigo meteorológico) la cual tenía una forma piramidal, de cuatro caras (a diferencia de las estructuras de dos caras que habitualmente se colocan en zonas urbanas). En la que se encontraban, entre otros elementos: termómetro para lectura instantánea, con el que se medían temperaturas máximas y mínimas. Un termo-hidrógrafo, que registraba la temperatura y la humedad relativa, plasmando las variaciones en un gráfico sobre una faja, colocada en un cilindro con plumines (los cuales eran rellenados con tinta que no se congelaba, púes se le colocaba parafina). También se registraba la humedad.

          Estas tomas del abrigo se realizaban cada tres horas. Recuerda mi madre observar a papá, salir en plena madrugada a recoger dicha información enfrentando la inclemencia del viento.

          Por otra parte, asimismo, los dos meteorólogos tenían a su cargo tomar datos mareográficos, y también glaciológicos comprendiendo estos últimos el estudio del espesor de la calota de hielo conformado por distintas capas, incluyendo el del mar congelado. Cuya importancia radicaba en informar y mantener actualizadas las condiciones de la zona a las embarcaciones que transitaban por el Estrecho «Antarctic» y a los busques argentinos que  realizaban los relevos.

          Todo ello contribuía a la información del clima en el área, de relevancia para el desplazamiento, transporte y desarrollo de actividades, para la estadística, como también a diversos estudios que realizaban Hidrografía Naval y el Servicio Meteorológico Nacional.

          Aquella oficina científica pereció en el incendio de Septiembre al cual nos referiremos más adelante, no obstante se siguieron realizando tareas básicas con los equipos que se encontraban en la Pagoda (que no fue afectada por el fuego). Cuenta mi padre: «Yo hice un requerimiento de instrumental y elementos necesarios, para normalizar la Estación Meteorológica. Los qué fueron provistos por el S.M.N., quién envió un Inspector para su  instalación y puesta en servicio. Mientras tanto, continuamos tomando datos de temperatura, humedad con el instrumental qué teníamos en el Abrigo. También seguimos observando el estado del tiempo presente (intensidad/dirección del viento, con Veleta Pendular), nubosidad: (cantidad, género y tipos de nubes, altura estimada de las mismas). Y otros tipos de observaciones visuales, como medición de cantidad de precipitación de nieve, acumulación sobre el suelo y características especiales. Se continuó con observación de hielos a la deriva, cantidad, tipo de témpanos, escombros de hielos, etc».

          Cuando se volvió a la normalidad estos datos fueron transmitidos a la Central Meteorológica ubicada en Base Marambio.

SOBERANÍA RADIOFÓNICA – RADIO LRA 36

          EL 20 de octubre de 1979 se inaugura en la casa Nº 1 la Radioemisora LRA 36  «Arcángel San Gabriel», que transmitía por onda corta en la frecuencia de 6030 kHz. Su instalación fue efectuada por personal de Radio Nacional, quienes habían arribado a la base con el Buque Alte. Irizar (Q5), en su viaje novel de prueba de motores, trayendo el equipamiento necesario. 

          El grupo encargado de montar la radio, estaba formado por un ingeniero, dos técnicos, y un locutor, el Sr. Jorge Vidal, cuyo dato anecdótico es que era sobrino nieto del patriótico antártico y patagónico Luis Piedra Buena. Con posterioridad, quedó a cargo de la locución y programación el Subof. Pral. Sr. Juan Carlos Salvia (tarea que desarrolló durante el verano). Y en la operación de los controles, los Sgto. 1º Eduardo De Carli y Horacio Barbagallo.

          Cabe destacar que mi madre la SRA. SILVIA IRENE DE LUCA DE ARNOUIL fue la primer locutora -no profesional- de la radio, una vez inaugurada y hasta fines de noviembre. Fue seleccionada por el Sr. Salvia debido a que tenía una agradable y linda voz. Ella nos cuenta que era muy lindo trabajar junto a el, que le hacia comentarios risueños y le permitía participar mucho en los comentarios de los temas tratados.

          El programa denominado «Horizontes de Hielo», era grabado durante la tarde y se trasmitía cuando acaban las actividades de la jornada y la dotación se encontraba ya en sus casas. Se pasaba música (con discos de vinilo y casetes), se daba el pronóstico del tiempo, relataban efemérides, se daba el santoral del día y narraban historias Antárticas, las que eran leídas de un libro de gran tamaño. También «se hablaba de la memoria y el porvenir».

A su vez, se recibían saludos y felicitaciones de todas partes del mundo (Centro América, Alemania, Holanda, Italia, España, etc), lo cual para mi madre era asombroso. Ella leía los mensajes al aire. «La sensación de unión y fraternidad era única. No tomaba dimensión de la importancia de lo que estábamos haciendo», según nos cuenta.

          Esta Radio es la primera y única emisora del mundo ubicada en el continente austral (Quevedo Paiva, 2001). Un dato de color es que su acta fundacional están asentados los nombres de toda la dotación ’79. 

TAREAS ADMINISTRATIVAS  Y  REGISTRO CIVIL

          Además de ocuparse de las tareas de alocución en la radio, mi madre estaba principalmente destinada en el Detall-  oficina de la base – en donde se encontraba un  mapa del sector Antártico Argentino, la maquina de escribir y sobre todas las cosas el preciado libro histórico. Un ejemplar de enorme tamaño con guardas doradas, que luego se perdió en el incendio.

          Su primer función allí fue realizar un inventario de todos los elementos de papelería. Asimismo – contando con vasta experiencia en esta área – se despeñó como secretaria del Jefe de Base, Cap. Juan Carlos Videla.

          Asimismo, tenía a su cargo la administración de la sucursal del Registro Nacional de las Personas – oficina Nº 2506 -. Para ello previamente, en Buenos Aires y por encargue del Comando Antártico, debió dirigirse al Registro Central la Capital Federal a fin de muñirse de la documentación, papeles y sellos concernientes. Dentro de aquellas funciones, efectuaba los cambios de domicilio del personal destinado a invernar. En su caso su nuevo domicilio registrado al 10 de Marzo de 1979 quedó radicado en calle Av. Bicentenario, casa Nº 5, ciudad «Fortín Sgto. Cabral», Pcia. Antártida Argentina.

          Aquella dependencia también funcionaba como agencia de inmigración a cargo del 1er alférez de gendarmeria Sr. Enrrique Graff, quién sellaba los pasaportes de los turistas que descendían de los cruceros. Lamentablemente, la misma también pereció con el fuego.

          Otro dato de color, es que los nacidos en el período 1979-1980 tenemos número de DNI consecutivos ó en serie, variando unicamente en un solo dígito. Estos documentos fueron confeccionados en suelo antártico a partir de libretas en blanco, remitidas con posterioridad por el Registro Nacional Central, para la conformación de la nueva sede. Allí el Cap. Miguel Perandones asentó aquellos nacimientos en 1981.

          En el caso particular de quién subscribe dos años más tarde mediante nota del mencionado, certificado de nacimiento expedido por la Dra. Albiac oportunamente, y aquel DNI, mi madre hizo registrar y obtuvo mi partida de nacimiento por ante el Registro Civil Central en la actual CABA. Por aquellas fechas, el Territorio Nacional de Tierra del Fuego, Antártida Argentina e islas del Atlántico Sur, pertenecía a la Jurisdicción Federal de la Capital Federal [5].

INCENDIO

Madrugada del 20 de Septiembre de 1979

          Ahora si, nos adentramos en el infortunio previamente adelantado, entrevistando a mi padre Luis Oscar Arnouil:

-¿Quién fue el primero en darse cuenta del incendio?

          «Clifford Martínez, él estaba de guardia en la usina eléctrica donde estaba el generador y se le «movieron [sacudieron] los motores», posiblemente debido a una caída de tensión, algo pasó. Y se asomó y vio que había una luz adentro de la sala de radio de comunicaciones, era fuego».

          Cabe aclarar que era protocolo apagar la electricidad durante la noche, sin embargo en dicha oportunidad se dejo activada debido al inminente nacimiento de uno de los chicos, por cualquier comunicación o lo que fuere necesario (supongamos la realización de una cesárea por ejemplo).

          Continua, «Entonces, lo primero que atinó fue a cortar la luz que iba hacia la base [casa principal] y luego  empezó a llamar a todos a los gritos. Nosotros [el matrimonio], estábamos durmiendo. Antes de las 3 de la mañana, siento golpazos en la puerta y que la abre de golpe [allá las puertas no se cierran nunca con llave]. Era mi compañero Clifford, que me llamaba a los gritos diciendo ¡Vamos, levantate, que se quema la base! ¡Hay un incendio!. Nosotros sabíamos que al lado de la puerta nuestra teníamos un matafuego alto. Por protocolo y ante cualquier problema de fuego, había que agarrarlo y salir corriendo hacia donde se indicara. Inmediatamente agarre el mio y bajé en dirección a la base, que desde nuestra cocina se la veía allá abajo».

La casa Nº 5  donde vivieron mis padres, como el resto de las viviendas, se encontraba en un terreno más elevado a una distancia de aproximadamente dos cuadras de aquella.

          La construcción de la casa principal era de madera, y estaba pintada internamente con pintura sintética al aceite y distribuciones internas pintadas con barniz. «Capa sobre capa. Ahora las construcciones no se hacen así». Allí estaban las oficinas, habitaciones, detall, sector de radiocomunicación, y oficina meteorológica antes mencionadas.

          «Los primeros que llegábamos, fuimos Paco Graff y yo. Porque los dos estábamos un casa por medio, y salimos los dos bajando juntos corriendo con los matafuegos. Al ingresar a la base, se entraba directo a un subsuelo y luego por escalera se ascendía a la planta baja y ahí empezaba el pasillo. Paco subió delante mío, yo los seguía detrás. Entramos por la puerta, de esta mano [izquierda] teníamos el espacio de la radio, de cuatro por tres metros aprox., ahí también había un equipo para comunicaciones de meteorología.  En la pared estaba el tablero eléctrico, y empezamos a rociarlo porque ahí estaba el fuego. Yo quise sacar un equipo pero estaban todos conectados. Tironeé pero no salía, estaban atornillados y cada vez se llenaba más de humo ahí, el fuego se seguía esparciendo, incluso por efecto del mismo matafuego que avivaba las llamas [por su aire]. Comprendimos que no se podía hacer nada, que debíamos salir de ese lugar. Otros compañeros intentaban tirar agua».

-¿Cómo se propago el incendio a frigorífica?

           «La cámara [frigorífica] estaba ubicada en el exterior, con una separación como de dos metros y medio de la base. El mismo calor del fuego empezó a inflamar [hace el gesto de burbujas] su pared».

-Yo vi como empezó a hacer humo. Y eso que la noche del incendio, era una noche tranquila, no había viento, era una paz, un cielo diáfano», relata mi madre.

          Mi padre estaba a cargo de aquella (reparto de carne y mantenimiento) que también se prendió por efecto del calor. «Yo estaba encargado de manejar eso. La había pintado recientemente con látex para protegerla del agua y las nevadas. Teníamos todo impecable para entregar. Para octubre debía estar todo listo, porque después, a mitad de noviembre empezaba la campaña [de verano] y en diciembre venía la nueva dotación». «Me metí y empecé a revolear lo que encontraba».

          Recuerda mi madre que en la ante-camara habian embutidos, que fue lo primero que aquel empezó a «revolear para afuera».

-¿Y mamá y las Sras. ?

          «Mamá que estaba embarazada, ayudó como todas las mujeres -colocadas en fila- a sacar las carnes de la frigorífica.  Haciamos el famoso pasamano, sacando las carnes lejos. Luego las guardámos en las colas de nive haciendo como especies de nichos». Comenta que se dió prioridad a las piezas de carne de mayor tamaño que ya estaban congeladas y podrían durar más.  «Después las cocinaron las mujeres con especias y condimentos para tapar un poco el olor». Se refiere a partes una vez racionadas y cada cual en su casa particular.

          «El médico [Pariggi] también estuvo tirando las carnes en el hielo». El mencionado Dr. comparte el mismo recuerdo, con una leve diferenciación. El recuerda que la de la frigorífica solo quedó la estructura  que en el momento no se podían acercar. Las piezas de carne habían quedado «hechas una bola con el plástico que las envolvía chamuscados. Habían perdido la cadena de frio».

          Durante estos acotencimientos, mientras los hombres trabajaban incesantemente, algunas de las Sras. prepararon un olla grande de leche chocolatada para confortalos.

          Solo podemos imaginar lo impactante de este hecho tan desafortunado e intempestivo, que practicamente los tomó por sorpresa. En palabras de mi madre, «aquello nos unió más a todos, si bien veníamos de una excelente convivencia». Todos trabajaron mancomunadamente y siguieron adelante con sus tareas en la medida que se pudo. Estos hechos son un ejemplo de como pueden surgir las mejores características de los seres humanos después de una tragedia. 

ROL CONTRA INCENDIOS

          Realizamos un breve apartado sobre el particular. Nos cuenta el DR. RUBEN OSVALDO PARIGGI (jefe de sanidad de la base) que existía un plan de rol contra incendio, que había un afiche donde cada uno sabía lo que tenía que hacer. Sin embargo al sacar dos o tres personas de ese rol, se modificaba todo todo el sistema de cómo actuar de «quién agarraba una cosa u otra». En sus palabras «Yo entré en ese [desorden]. Tenía en mi casa a la Sra. de De Carli con contracciones. Entré a la enfermería [de la casa principal] por una ventanita chiquita que estaba abajo  de todo. Había un humo bárbaro y saqué lo que pude, así al revoleo porque no veía nada, sacaba respiraba un poco afuera, me aguantaba el aire y volvía a entrar. Y los muchachos [en otra parte] sacaban lo que podían y bueno, salvamos un montón de cosas. Pero en general se redujo todo a cero»

          Además, el personal que vivía en la casa principal perdió todas sus pertenencias. También se perdieron estudios académicos que había realizado prolificamente el sacerdote De Fillipis; entre muchas otras cosas.

SILENCIO DE RADIO DURANTE SIETE DÍAS

          A consecuencia de aquel siniestro, se perdió el equipo de radio-comunicación y todo contacto con las autoridades locales durante una semana. Nadie estaba al tanto de lo ocurrido, ni siquiera las otras bases.

          Sin embargo, se encontraban en Esperanza personal de Radio Nacional, quiénes habían arribado en agosto en el viaje inaugural del recientemente adquirido Rompehielos Alte. Irizar, en la llamada «prueba de máquina» o «prueba de hielo».  En dicha oportunidad descendieron los equipos y el ingeniero con dos técnicos, a fin de trabajar en el montaje de Radio Nacional LRA 36. Ellos colaboraron con el restablecimiento de las comunicaciones aportando un cristal para radio, según recuerda mi padre.

          De tal manera, se logró integrar un equipo un radio transmisor que habían podido ensamblar el personal de radio de la dotación, De Carli y Barbagallo. El cual, según el relato, era emisor unicamente. Lo conectaban a una antena a fin de emitir y luego lo desconectaban para «enganchar» una radio de «bandas marinas» que posibilitaba la recepción.

          El Dr. Pariggi, tiene otro recuerdo, nos cuenta que las primeras comunicaciones se realizaron por medio telegráfico [recuerda los sonidos «clave morse» y los imita] y la recepción se realizaba «con una radio pasa-casete que se había comprado yo para el jefe de base.  Después, pasó un avión a los siete días y tiró un paracaídas con cosas entre las que había elementos de comunicaciones y ahí se pudieron comunicar y hablar con la forma clásica [con «cambio»]«.

          Gracias a la inteligencia, creatividad y esfuerzo de los especialistas intervinientes, se pudo establecer contacto con un radio aficionado localizado en San Justo. En este punto, debemos resaltar la importancia del apoyo de las personas dedicadas a esta noble actividad (tal cual lo ha expresado en clase el Esp. Juan Benavente). Quiénes en mi opinión, en situaciones cómo la descripta, se tornan en «ángeles de la guarda»· Así las cosas, este héroe se puso de inmediato en contacto con el Comando Antártico, facilitando los datos de frecuencias y horarios de conexión; coadyuvando de este modo a reanudar diálogo con el «continente» después de una semana de silencio e incomunicación, pues en Buenos Aires no tenían novedad alguna de lo sucedido. Un verdadero trabajo de equipo.

          Una vez en diálogo con el comando, el Jefe de Base ordenó informar que se encontraban todos bien, que no se habían producido bajas en el personal, solicitando en una primera instancia un Misal y un pabellón nacional a fin de celebrar misa en agradecimiento.

NACIMIENTOS ANTÁRTICOS

          Acontecimiento desconocido para muchos conciudadanos. En el año 1979 fue cuando se produjeron la mayoría de los nacimientos de los nativos. Recordamos que el equipo de médicos de la dotación estaba conformado por dos profesionales perfectamente idóneos. La médica ginecóloga – obstetra DRA. MABEL ALBIAC, y su esposo el medico cirujano Teniente 1º DR. RUBEN OSVALDO PARIGGI (Jefe de Sanidad) antes mencionado.

          En este sentido, mis padres LUIS OSCAR ARNOUIL (30 años), Cp. de la Fuerza Aérea Argentina y SILVIA IRENE DE LUCA DE ARNOUIL (25 años), habiendo  celebrando  su 3er aniversario de matrimonio, encontraron en aquella latitudes la posibilidad de hacer reales sus expectativas de tener un hijo. Ello, sin mandado ni obligación alguna (incluso contextualizando en las costumbres de la época). Incluso ya, durante su viaje al continente austral, ante la pregunta de la Dra. Albiac respecto si quería tener niños, mi madre se manifestó afirmativamente.

          En consecuencia, y encontrándose en situación propicia para ello, mis padres decidieron concebir y traer al mundo a quién subscribe. La 5ta persona nacida – única perteneciente a una familia de la FAA- en una base argentina, dentro del territorio antártico argentino. Mi nacimiento aconteció por parto natural y sin complicaciones, el 14 de Enero de 1980 a las 12:05 PM, de un hermoso, soleado, diáfano y ventoso día lunes, tal y cómo lo recuerda mi madre. Luego de un normal y hermoso embarazo donde se sintió muy cuidada y contenida por los médicos quienes «hacían un excelente equipo». Contando mes a mes con todos los controles previos que se efectuaban en la época, incluso realizando el curso prenatal.

          Ponemos de relieve la confianza que en esa oportunidad sintió mi madre para poder concebirme y darme a luz. Ello sumado a las previsiones que luego detallaremos, hacían para ella, que las condiciones fueran las adecuadas. No obstante, podemos contemplar los potenciales riesgos, a luz de los protocolos de seguridad y los avances tecnológicos actuales.  En primera persona, cuenta mi madre, que «fue una decisión totalmente libre, si bien, ya estaba la idea de llevar familias» de la cual al día de hoy se siente feliz y tranquila.

          Indagando respecto de un «plan para tener niños» consulté a mi padre, quién relata: «el Cnel. Vaca [Comandante Antártico de Ejército]«lo único que nos había dicho era que hagamos buena letra, que nos portemos bien, que todo salga bien».  ¿Qué dijo con respecto a los nacimientos? «Nada. No dijo nada». ¿Nadie dijo que había que tener hijos? «No, no. El que quería tener familia podía, el que no, que no tuviera. Nada más. Qué estaba la posibilidad de que podíamos tener familia, eso sí.»  [el subrayado me pertenece].

          Había una idea, una expectativa soñada por el Gral. Pujato, pero ni mis padres ni el médico cirujano, ni la médica obstetra intervinientes, tenían orden de hacer cumplir nacimientos. Entiende el doctor, después de tantos años y con la sabiduría que conlleva hoy un hombre de 72 años de edad. Que «aquello fue algo muy arriesgado y que los nacimientos del ’79 se produjeron prácticamente de carambola»; no obstante encontrarse permitida y no prohibida la posibilidad. 

          Es más, el Dr. Parrigi[6]  refiere al incendio producido en septiembre con lo cual «no había forma de tener una infraestructura dispuesta [«ex profeso»] para tales fines». De casualidad, aquellas se dieron porque este médico- por una cuestión de practicidad – mucho tiempo antes del siniestro, había realizado un inventario y trasladado a su casa particular los elementos hospitalarios desde la casa principal. De esta forma, podían atender las urgencias sin tener que trasladarse a la enfermería de «la Base» que se encontraba bajando una escalera, en una frio sótano. Posteriormente el jefe del destacamento el Sr. Cap. Videla, bautizaría este consultorio como «Sanatorio Cruz del Sur». Donde se atendían todas las emergencias y dolencias primarias, y asimismo se efectuaban arreglos odontológicos. Más adelantes haremos un paréntesis sobre este particular espacio que cobro relevancia significativa.

          Volvemos al tema de los alumbramientos, el galeno asegura no haber tomado dimensión en aquel momento de su hazaña, ni de la contribución de ambos facultativos a la historia de Nuestra Patria por haber participado en el nacimiento de cinco personas en aquellas latitudes.

          A partir de los relatos de los intervinientes, podemos decir que no se había impartido orden a las mamás de dar a luz. Los nacimientos no estaban o mandato alguno, es importante entonces dejar de resalto la ausencia de un plan sistemático. Empero aportar aquellos a nuestras pretensiones soberanas.

          Lamentablemente, fuera de los ámbitos donde se trata la cuestión antártica no se habla mucho de estos acontecimientos, quizás por haberse producido en época de facto y/o en un contexto militar. Ya que posteriormente, y en concordancia con la mirada negativa instaurada por el discurso político entre otros factores, aquellos nacimientos fueron invisibilizados e incluso tratado a sus «niños protagonistas» desfavorablemente. Algunos de nosotros, podemos dar cuenta de los padecimientos que hemos tenido a la hora de tramitar nuestros DNI (incluso los de formato tarjeta). En mi caso particular, de retirarme con lagrimas y la cabeza agachada de los registros civiles. Qués al no quedar consignado explícitamente el real lugar de mi nacimiento, me estaban negado mi identidad antártica. 

          Mas allá de la nomenclatura adoptada formalmente, por ser esta el último territorio más cercano al continente austral (Ley 23.775). Intentar explicar al empleado de turno la denominación debida y que nuestra Antártida no es lo mismo que nuestra Tierra del Fuego, ha sido (y lo es aún) una aventura en sí misma. Un hecho que al día de hoy administrativamente no ha sido superado. Lo cual, pone de manifiesto el nivel de formación académica que nuestra nación adeuda a los ciudadanos. Dado que en la actualidad (y ya desde mis años escolares) se puede observar que los efímeros capítulos educativos dedicados a la cuestión antártica no mencionaban los nacimientos producidos allí, incluso algunos profesores de geografía lo ignoran.

          No es fácil haber nacido en la Antártida. En una época donde Tierra del Fuego no estaba incorporada como Provincia, dentro de gobiernos de facto y con las posteriores negaciones y ocultamientos que hemos tenido a lo largo de los años. En mi caso, que me digan que no soy argentina, y tener que defender lo contrario, incluso en ámbitos públicos y/o afines, ha sido arduo.

          Los nativos somos argentinos por el «ius solis» que cubre nuestra bandera nacional, conforme nuestro derecho local, el cual establece así lo son todos los individuos nacidos, ó que nazcan en el territorio de la República Argentina, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres, con excepción de los hijos de Ministros extranjeros y miembros de la Legación residentes en la República (Inc. 1º Art 1 Ley 346). Debemos sostener esto sin dudarlo.

          Ahora bien, en caso de encontrarnos participando de alguna asamblea internacional, cómo por ejemplo las Reuniones Consultivas que prevé el Tratado Antártico. Y a fin de evitar rivalidades, respetando los principios acordados allí, sería conveniente y/o políticamente correcto hacer uso analógico del inc. 5º del citado el artículo, el cual refiere a los nacimientos producidos en mares neutros bajo pabellón argentino.

          Cabe destacar que recién en el año 2004, se nos entregó en el Congreso de la Nación un reconocimiento formal como «Ciudadanos Argentinos». Sin embargo hoy día los sistemas de emisión de documentación identificatoria, no cuentan con una entrada ó apartado que contemple la nomenclatura específica de nuestro lugar de nacimiento.

          En contraposición a las cuestiones ideológicas instauradas desde algunas esferas. La realidad es que el hecho de mi nacimiento -y el de mis hermanos antárticos-  en nuestro suelo argentino, es un hecho de la historia que contribuye al fundamento de nuestras pretensiones soberanas. El aporte que hace a la esperanza de concretar la realización de nuestras proclamaciones, no obstante reiteramos, las limitaciones del Tratado.

SANATORIO «CRUZ DEL SUR»

          Retomamos lo que ya venimos adelantado sobre este particular. El entrevistado Dr. Pariggi nos cuenta más detalles «Yo hice un traslado de mucho material de la base que estaba en un lugar insólito. La parte de sanidad (donde se hicieron los partos en el ’78 con el personal del Hospital de Central) estaba en la parte baja de la base [casa central], mediando una puerta trampa (un desastre estratégico logístico), ahí estaba todo: el equipo de rayos, etc. Yo por un tema- no estratégico – sino por mi propia comodidad lo pensé: como éramos Mabel y yo solos y estábamos construyendo la casa, armé allí una enfermería, un quirofanito, una especie de consultorio dental [7] y un depósito de fármacos. Para el caso que tuviera que atender alguna urgencia en el medio de la noche, poder hacerlo ahí y evitar ir caminando dos cuadras hasta la base.

          Al parecer aquello resultó ser un éxito dado que tenían el duplicado de sanidad en la casa Nº 8, quizás de menor tamaño, pero de suma importancia para poder enfrentar una situación tan complicada como fue la pérdida de la casa principal con todo lo que allí había. «Después del incendio nos quedamos sin nada, si no hubiese estado hecho eso por llamarlo por casualidad, hubiese sido peor, nos hubiésemos quedado sin nada.  Si hubiese pensado que iba a desaparecer la base quizás hubiera llevado más cosas o hubiese hecho otras cosas», reflexiona actualmente.

SOBERANÍA

          Entendemos por tal concepto la fuerza o potestad que tiene un Estado para ejercer su poder jurisdiccional, autónoma y libremente.

Teniendo en consideración lo aprendido en clase, cuando se dijo «nadie reconoce soberanía a Argentina en la Antártida, salvo Chile sobre los terrenos no superpuestos» (Dr. Javier Crea, 2024). Y máxime, cuando nos anoticiamos de los avances de potencias mundiales en Antártida (Rusia) y/o en nuestro sector marítimo exclusivo (China). Nos hacemos eco de lo expresado al prefacio a la obra de Vaca Hernández (1977), «vivimos en tiempos difíciles agravados por muchos problemas, uno de ellos, la problemática antártica, y estamos obligados a conocer el Tratado Antártico y los resultados de las Reuniones Consultivas, la realidad actual, y con ello estaremos en mejores condiciones para defender nuestra Soberanía». Palabras que hoy siguen vigentes.

           Internacionalmente estamos obligados a observar las condiciones del Tratado y por ello, impedidos de ejercer soberanía allí a pesar de nuestros derechos. Lo cual «implica carecer de toda fuerza de acción para proceder independientemente» Quevedo Paiva (2021).  

          Sin embargo, debemos recordar y sostener siempre: nuestra ocupación efectiva y permanente estas tierras australes desde 1904 (Islas Orcadas); el esfuerzo de las dotaciones, las tareas realizadas por nuestros militares y científicos en las distintas bases argentinas;  las asistencias brindadas a otras naciones (entre ellas recordado salvataje de la Corbeta Uruguay a la expedición sueca en 1903[8] ó el rescate del buque Ruso «Logachef» en 2022, entre otras); el asentamiento de sucursales del Registro de las Personas (sede también de migraciones) y del Correo Argentino; las conversaciones cordiales que se mantenían por radio con Bases de otros países, los nacimientos acontecidos en Base Esperanza; como tantas otras obras y hechos.

          En lo pertinente a Esperanza, durante el ’79 al arribar Ingleses a su propia base -cercana-, se compartió un cena con ellos. En enero ’80 se recibió a una expedición científica Polaca quiénes se instalaron en campamento a 800 m. Interactuando con personal de la DNA, le hicieron llegar a mi madre manzanas (frescas) de Chipre y leche de Holanda. Asimismo, se les brindo servicio religioso.

          Hemos aprendido en la cursada de esta Diplomatura, la diferencia entre el romanticismo que en parte envuelve al patriotismo, los verdaderos intereses sobre las riquezas subyacentes y reservorios de agua. En una entrevista que me brindo el citado autor Quevedo Paiva, un 13 de Mayo de 2003,  me contó sobre unas esferas rocosas (si mal no recuerdo) que existen debajo del hielo antártico, las cuales contienen distintos minerales, algunos de ellos preciosos. Cómo también, de la presencia de petróleo a consecuencia de los restos fósiles (provenientes de la época donde el continente aun era parte de Gondwana y se encontraba en zonas del Globo más cálidas). Con cuanto afecto recuerdo aquellas palabras y otros «consejos de vida» recibidos!

          Considero que de la misma manera e intensidad con la que abrazamos nuestros colores nacionales ante un evento deportivo, debemos recordar los fundamentos históricos y geográficos que sustentan nuestros pretensiones soberanas, y sin duda alguna repetírnoslo hasta el cansancio. Honrando el esfuerzo de nuestros pioneros antárticos, para evitar de esta forma que ningún «canto de sirena» nos convenza de lo contrario.  Recordando siempre que el sector Antártico Argentino es una extensión de nuestra Patria.

CONCLUSIÓN.

          A la luz de lo aprendido en la presente diplomatura, las exposiciones de los expertos, la experiencia aportada por ellos, y las entrevistas realizadas, comienzo a tomar otra dimensión, más realista del esfuerzo que implica permanecer y trabajar en un lugar tan inhóspito como la Antártida. Sin víveres frescos, frente a las inclemencias del clima, la lejanía de las familias y afectos, y de otros elementos y disponibilidades que la vida diaria -en un entorno menos hostil – nos tiene acostumbrados.

          Por ello, abrazo con mayor intensidad y reconocimiento la tarea desarrollada por mis padres, y sus pares de la dotación ’79, en épocas donde no se disponía de los avances tecnológicos que tenemos hoy día en materia de sanidad, comunicaciones, logística, etc. Comprendí los alcances de la hermandad que se conformó entre ellos, sabiendo que todos dependían de uno y uno de todos, de alguna manera. De esto dan cuenta mis padres en sus relatos, refiriéndose con afecto a sus compañeros, nombrado a cada uno de ellos como si fuese ayer la última vez que los hubieran visto. A pesar de que apenas se han vuelto a encontrar en alguna reunión esporádica de camaradería.

          Me detengo a pensar que todos ellos fueron pioneros verdaderamente. Jóvenes héroes que han contribuido a nuestra historia Antártica en la Base Esperanza, continuando con los ideales del Gran Gral. Pujato de constituir un «caserío polar» con familias y abriendo las puertas a su continuidad. Lo cual, no implica solamente ceñirnos a estar en ese lugar, sino también contemplar los esfuerzos y tareas desarrolladas.

          En este sentido, no obstante no haber sido una política de Estado «per se», los nacimientos han sido y son prueba de altísima relevancia que hace al hecho la ocupación estatal permanente y efectiva en el territorio antártico[9]. De allí la importancia de seguir educando y difundiendo las actividades sin olvidar nuestras raíces, aquello que sentó precedente. Haciendo visible lo invisible. Conservando en nuestra memoria colectiva nacional, lo tejido por el desempeño patriótico de todos aquellos quiénes contribuyeron con un ladrillo más a la edificación de los ideales de nuestros próceres antárticos. El poblamiento, el desafió humano ante lo «ingobernable» y la extensión de Nuestra Patria sobre suelos geográficamente anexables e históricamente heredados. La continuidad en la actualidad de todo ello, sustenta con hechos aquella esperanza.

«Sos la primer aviadora nacida en el Continente Blanco. Te vas y nos dejas tristes ahogados por el llanto» (Hugo Moreno, Encargado de Base Marambio, 1980).

BIBLIOGRAFÍA.

  • Cnel (R) Quevedo Paiva, Adolfo. «Hace 90 años en la Antártida». Asociación Polar Pingüinera Antártica Argentina. Bs. As., 1994.
  • Cnel (R) Quevedo Paiva, Adolfo. «Medio Siglo del Ejército Argentino en Nuestra Antártida,1951-2001». Comando Antártico de Ejercito. Ed. Dunken, Bs. As., 2001. 
  • Cnl. (R) Quevedo Paiva, Adolfo (dirección) «50 Aniversario de la Base Esperanza 1952-2002». Comando Antártico de Ejército.  2002.
  • Diccionario de la Real Academia Española, disponible en https://www.rae.es/
  • Dirección Nacional del Antártico. Antártida. Nº 18. Bs. As., Octubre de 1992.
  • Lesaffer, Randall. «Argumentos de derecho romano en el actual derecho internacional». Lecciones y Ensayos, Nº 91, 2013.  Disponible en:

www.derecho.uba.ar/publicaciones/lye/pub_lye_numeros_91.php. Accedido en Julio de 2024.

  • Normativa Citada.
  • Rescate Buque Ruso, disponible en www.argentina.gob.ar/noticias/la-armada-argentina-auxilio-un-buque-ruso-en-la-antartida Accedido en 20/8/2024.
  • Rigoz, Susana. «El Conquistador del Desierto Blanco Hernán Pujato. La permanencia Argentina en la Antártida». Fund. Soldados. Bs. As., 2002.
  • Trabajo de campo, entrevistas al médico de la dotación y a mis padres.
  • Tratado Antártico.
  • Vaca Hernández, Jose Maria. «Inquietudes y Realidades Antárticas. El Continente de Gondwana». Ediciones Heraldo, Bs. As., 1977.

Citas

[1] Abogada. Diplomada en Derecho Antártico, Gestión y Logística Antártica Ambiental (UM-AIDCA)

[2]             Argentina es el 10º país signatario en 1959. Ratificando por Ley Nº 15.802 del 25 de abril de 1961.

[3]             Conf. lo sostuvo la Corte Internacional de Justicia en su opinión consultiva de 1974 – caso Sahara Occidental- «en ese momento el territorio no debía pertenecer a nadie, en el sentido que esté entonces abierto a la adquisición a través de la modalidad de ocupación».

[4]             Asimismo se destinaron soldados -que no eran miembros permanente de la dotación- a la misión de continuar la construcción de las viviendas particulares.

[5]             Ley n.º 1532 de Organización de los territorios nacionales (1881 y su decreto ampliatorio de 1885). En 1990 por ley n.º 23 775 se provincializó, adoptando entonces jurisdición propia.

[6]             Recuerda mi madre que «siempre se preparaba, siempre estaba estudiando. Era muy inteligente».

[7]             Durante su embarcación en el ARA Bahía Aguirre, conoció al un marino odontólogo quién le enseñó las curaciones básicas. Así, pudo atender problemas de caries urgentes, entre otras.

[8]             Sobre esta apasionante proeza se puede consultar «Hace 90 años en la Antártida» de Quevedo Paiva.

[9]             En total somos 8 los Argentinos nacidos. Tres mujeres y cinco varónes. En orden cronológico. Emilio Palma, Marisa Delgado, Ruben De Carli, Javier Sosa, Silvina Arnouil, Jose Valladares, Lucas Pose y Sol  Cosenza.

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