Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente
RIDCA - Edición Nº7 - Derecho Antártico. Gestión y Geopolítica del Atlántico Sur
GB (R) Edgar F. Calandín. Director
Marzo de 2025
La evolución del Tratado Antártico
Autor. Edgar Fernando Calandín. Argentina
Por Edgar Fernando Calandín[1]
Cuando se suscribió el Tratado Antártico en diciembre de 1959 por doce países, y su posterior entrada en vigor en junio de 1961, convirtió al Continente Antártico en el último gran santuario del planeta.
Así lo plasman los países en su preámbulo:
“Reconociendo que es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional; reconociendo la importancia de las contribuciones aportadas al conocimiento científico como resultado de la cooperación internacional en la investigación científica en la Antártida; convencidos de que el establecimiento de una base sólida para la continuación y el desarrollo de dicha cooperación, fundada en la libertad de investigación científica en la Antártida, como fuera aplicada durante el Año Geofísico Internacional[2], concuerda con los intereses de la ciencia y el progreso de toda la humanidad.”[3]
Al referirnos al tratado no podemos dejar de lado sus impresionantes logros como digesto normativo del quehacer internacional, y en este caso particular, de la Antártida. Desde su firma, los representantes de los países supieron identificar los problemas, lograr consensuar reclamos y los que parecían no tener solución, (como el de la soberanía) materializar una situación que satisficiera a todos. De esta manera, juntó a las superpotencias, a los países reclamantes de la región austral y a los no reclamantes, logrando zanjar las presiones de la guerra fría y evitar el uso de la fuerza en los posibles conflictos por demandas de territorio. Al analizar el transcurso del tratado y sus cambios debemos resaltar su principal mérito que es su capacidad para mantener la paz en la Antártida, mantener al continente casi completamente desarmado, para asegurar la cooperación científica internacional, regular el cuidado del medio ambiente y la actividad humana, todo esto a través de intensas negociaciones en los foros dependientes y logrando la adhesión internacional de sendas convenciones asociadas al tratado y de un innovador y exigente protocolo medioambiental.
Sin embargo, el contexto internacional, complejo e inestable ha propiciado nuevas circunstancias que ponen en jaque al tratado. Una serie de factores de la crisis global internacional lo presionan y ponen en evidencia la necesidad de enfrentar nuevos desafíos, y aunque no se vislumbran en el futuro inmediato iniciativas conocidas tendientes a modificar el Tratado Antártico o los cuerpos doctrinarios asociados, no podemos ignorar, como hemos repetido muchas veces, que existe el peligro de que parte o todo el sistema del tratado sea objeto de presiones que conlleven a un proceso de rupturas o modificaciones sustanciales, que puedan afectar su intangibilidad. Este escenario sería de magnitudes negativas tan impactantes que afectaría no solo al continente en sí mismo sino a toda la humanidad. Pero, a pesar de todas estas incertidumbres y la inestabilidad mundial señalada que caracteriza la política mundial, debemos manifestar airadamente la gran estabilidad que posee hoy el STA, en términos relativos.
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Actualmente, nadie intenta abiertamente romper o modificar ostensiblemente los contenidos del STA, ningún miembro está militarizando o violentando el medio ambiente de manera abrupta o poniéndose por encima del Tratado. Y este es un punto que debemos resaltar y destacar. Los actuales puntos de confrontación son conocidos por todos, pero no son aspectos que van a generar una situación violenta o una ruptura espontánea, aunque no tengan una solución rápida y a pesar, que los conflictos, como Rusia-Ucrania, se introduzcan en los foros y oscurezcan los mandamientos del Tratado y paralicen las discusiones en los foros, dispersándose las diversas agendas establecidas.
Pero, lo que es seguro, y así lo apreciamos, es que en el escenario antártico los cambios van a llegar, no sabemos cuándo, pero tenemos la obligación de preverlos y configurar los escenarios más convenientes para nuestro país. Esto no es fácil, ya que en nuestro país no hay personal altamente especializado en el tema, a pesar de la aparente importancia que tiene la Antártida para el estado nacional, al menos en forma declamativa y en los altos centros de estudios (universidades, think tanks, observatorios, etc), no existen cuerpos doctrinarios y el estado del arte es demasiado pobre para ahondar y sacar conclusiones de interés que nos ayuden a desarrollar esta problemática. La realidad indica que son muy pocos los estudiosos argentinos de las relaciones internacionales que han tratado el tema antártico en forma profunda y hayan aportado ideas innovadoras en beneficio de nuevas políticas públicas. Debemos señalar que no ocupa un lugar sistemático en el estudio de las relaciones internacionales y solo se aborda tangencial y en la mayoría de los casos superficialmente. Tal vez, son muchos los temas que en política o relaciones internacionales deben ser estudiadas, pero para nuestro país con sus aspiraciones enmarcadas dentro del STA es una omisión de consideración.
A los antárticos nos enseñan desde muy jóvenes que el estudio de la cuestión antártica contribuye sobremanera para entender la política mundial en su conjunto, y alcanzar ese entendimiento permite desempeñarse en forma eficiente en las discusiones de la RCTA y los otros foros, sobre el futuro de la Antártida y las aspiraciones nacionales.
Vivimos en un mundo segmentado en estados territoriales soberanos y el remanente constituido por los océanos, el espacio sideral y la Antártida. En la actualidad podemos decir que estamos ingresando en una nueva etapa donde el status de algunos espacios, pueden llegar a ser redefinidos, tengamos en cuenta las declaraciones del presidente de EEUU sobre Groenlandia y el Canal de Panamá. En este contexto, la Antártida sobresale, ya que no se encuentra bajo una jurisdicción bien clara y definida de algún Estado, podemos pensar que va a ser renegociada. Como y cuando, no lo sabemos. No hay forma. Puede desencadenar en un estado total de anarquía, donde el sistema colapsa y ese sería el peor escenario, puede continuar el statu quo vigente, y eso no sería tan malo, pero tampoco tan bueno, pueden configurarse cambios que alienten el control y el cuidado del continente y en el mejor extremo puede que se reconozca alguna forma de soberanía, pero está hoy muy lejos y mal que nos pese la internalización, mucho más cerca.
Estamos convencidos que debemos pensar los futuros escenarios, diagramarlos, plantearlos entre los actores del programa Antártico Argentino y a partir de allí analizar las ventajas y desventajas.
¿Pero cuáles son los escenarios posibles? ¿Y la probabilidad de ocurrencia?
En las últimas décadas, el STA le ha dado preeminencia en sus foros a la cuestión de la protección del medio ambiente, proceso que continúa desarrollándose cada vez con mayor intensidad, situación que nos ayuda a reflexionar a cómo será la evolución del sistema y cuáles serán los posibles conflictos que se desatarán y que obligarán a cambiar el escenario político jurídico imperante en el continente.
A pesar de los logros ya señalados, como la regulación de la explotación de los recursos y en el cuidado del medio ambiente, y aunque nadie predice su colapso, hay evidencias de tensión dentro y fuera de este régimen internacional. En este contexto, creemos que los factores que incidirán para configurar nuevos escenarios serán:
a. La cada vez más creciente idea de internacionalizar la Antártida.
b.Las consecuencias del cambio climático.
c. La desigualdad entre los distintos estados que son parte del STA.
d. La cuestión de los reclamos soberanos de los países signatarios originales.
e. La creciente politización de los foros antárticos y la influencia del contexto político internacional sobre el continente.
f. La ambición de explotación de los recursos por parte de algunos países.
g. Las tensiones entre países partes, ya sea por superposición de los reclamos territoriales o por cuestiones de los recursos.
h. La politización de las cuestiones científicas tecnológicas.
i. La ruptura del Sistema por una o más de los Estados parte.
j. Incremento de las actividades humanas (Turismo, pesca, servicios, etc).
k. Otros factores disruptivos.
Antes de analizar estos factores disruptivos, debemos resaltar y reiterar enfáticamente que el Tratado Antártico y su ampliación a través de los instrumentos adicionales que configuran hoy el STA, ha sido exitoso, la región no ha tenido conflictos y la cooperación ha sido amplia y muy provechosa.
Analicemos cada uno de estos factores:
a. La cada vez más creciente idea de internacionalizar la Antártida.
Recordemos que hasta el Año Geofísico Internacional el Continente Antártico había despertado escaso interés, tanto en los Estados como en organizaciones no relacionadas con el mismo, ya que la comunidad internacional no tenía conciencia de la importancia de esta región del planeta, denominada por los cartógrafos medievales Terra Australis Incógnita. Es precisamente durante este evento científico que los países que hasta el momento habían considerado a la Antártida un continente poco menos que superfluo, descubren su valor científico, político y hasta económico, y deciden no abandonarlo más. Primero se convocó a la Conferencia de Washington que concluyó con la firma del Tratado Antártico de 1959, y por mandato del mismo los Estados signatarios comenzaron a través de las Reuniones Consultivas a dar origen al denominado Sistema Antártico. Poco a poco, lo que comenzó siendo una especie de «club antártico» -integrado solamente por los doce países originarios- fue admitiendo la adhesión de nuevos Estados, aunque durante los primeros diez años de vigencia del Tratado solo lo hicieron: Polonia, Checoslovaquia, Dinamarca, los Países Bajos y Rumania.
El descubrimiento de la existencia de importantes yacimientos minerales en la región y los beneficios económicos que su exploración y explotación podrían producir, motivó, en la década de los 70, el interés de países que hasta ese momento nunca se habían preocupado por la Antártida, comenzándose también a observar la gradual participación de empresas mineras y petroleras en las delegaciones de los Estados Unidos y del Reino Unido en las Reuniones Consultivas del Tratado Antártico (RCTA).
En las reuniones preparatorias de la Reunión Consultiva de Tokio (1970) Nueva Zelanda comenzó a hacer sondeos entre los demás miembros del Sistema sobre la problemática de los recursos minerales, debatiéndose por primera vez el tema en la VII Reunión Consultiva de Wellington (1972).
En forma simultánea, en el ámbito de las Naciones Unidas comenzaban a aprobarse los instrumentos básicos del Derecho Internacional Público Contemporáneo: la «Declaración de principios que regulan los fondos marinos y oceánicos, y su subsuelo, fuera de los límites de la jurisdicción nacional» (17 de diciembre de 1970), seguida de las deliberaciones de la Conferencia sobre el Derecho del Mar; la «Declaración sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional» y el «Programa de acción sobre el establecimiento de un nuevo orden económico internacional» (1ro de mayo de 1974); la «Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados» (enero de 1975)[4]. Todos estos documentos sirvieron de base para que los países de menor desarrollo relativo, que nunca se habían interesado por el Continente Antártico, comenzaron a fundamentar en sus principios la pretensión de considerar a los recursos naturales antárticos «Patrimonio Común de la Humanidad».
Este intento logró ser neutralizado por los países integrantes del Tratado Antártico, así como otras iniciativas similares, por ejemplo, también se propuso que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el derecho del mar pudiera cubrir también el tema antártico. No obstante, un número creciente de países en desarrollo, liderados en una primera etapa por Malasia, comenzó a actuar en los primeros años de la década del ’80 en los distintos foros internacionales con el propósito de que la Antártida fuera considerada herencia común de toda la humanidad internacionalizándose su administración.
Este movimiento se inició formalmente con el discurso del representante de este país, B. A. Hanzah, en el XXXVII período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas (setiembre de 1982), y la presentación efectuada por Malasia y, Antigua y Barbuda, en el siguiente período de sesiones de dicha Asamblea (1983). En este año estos países lograron el apoyo necesario para que se encomendara a la Secretaría General de Naciones Unidas la preparación de un estudio de todos los aspectos relativos al continente Antártico con el objeto de ser presentado en la XXXIX sesión de la asamblea general (1984). Esto motivó un duro enfrentamiento sobre las Partes Consultivas del Tratado Antártico y los países en desarrollo no integrantes del sistema, sobre todo como consecuencia de las resoluciones aprobadas en 1985 sobre la prosecución de estudios sobre la cuestión de la Antártida, la explotación de recursos, la administración internacional, reparto equitativo de los beneficios, y expulsión del régimen sudafricano de las reuniones Consultivas del Tratado Antártico, lo que llevó a los miembros del Tratado a decidir no participar en debates de la Asamblea General sobre este tema cuyas resoluciones no sean aprobadas por consenso.[5]
Poco a poco fue incrementándose el número de países que favorecían alguna forma de administración internacional con participación de las Naciones Unidas y el consecuente «reparto equitativo» de los beneficios a que pudiera dar lugar la explotación de los recursos naturales antárticos. Esto produjo una polarización muy marcada dentro de la comunidad internacional que no se redujo al enfrentamiento de los países miembros del Sistema y los no integrantes del mismo, sino que devino de la constitución de distintas coaliciones que a veces incluyen a países miembros y no miembros del Tratado, de acuerdo con los temas específicos en que éstos se enfrenten.[6]
Sin embargo, a medida que muchos de los países cuestionadores del Sistema Antártico se han ido incorporando al mismo (casos de India, Cuba y República Popular China, entre otros) los intereses de este grupo de países han comenzado a estar representados en las Reuniones Consultivas del Tratado a la vez que muchas veces las nuevas ventajas que en forma individual han adquirido al ingresar en el Sistema los enfrenta a sus antiguos aliados[7].
La presencia de estos nuevos miembros obligó a flexibilizar ciertas prácticas del Tratado Antártico para dar satisfacción a algunos de sus intereses particulares o de grupo, lográndose un mejoramiento en la difusión de la información sobre las actividades en el Continente, participación de las Partes no Consultivas en las Reuniones Consultivas, invitación a las primeras para participar en la negociación del régimen de explotación y exploración de minerales antárticos, posibilidad de asistencia de expertos de Organizaciones Internacionales gubernamentales y no gubernamentales a las Reuniones Consultivas en calidad de observadores sobre temas específicos, etc. De esta manera se comenzó también con la vinculación al Sistema Antártico de la Organización Meteorológica Mundial, la Comisión Ballenera Internacional, el Comité Científico de Investigaciones Oceánicas, el Comité de Investigaciones Espaciales, la Organización de Aviación Civil Internacional, la Organización para las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación, el Programa de las naciones Unidas para el Medio ambiente, la Unión Internacional para la Conservación de la naturaleza y los Recursos naturales, la Comisión Oceanográfica Intergubernamental; la organización ecologista «Greenpeace International» (que posee un buque oceanográfico para realizar viajes a la Antártida e incluso tuvo una base en el Continente)[8], y el Parlamento Europeo, que en 1987 aprobó una resolución sobre la importancia económica de la Antártida y el Océano Austral[9] y otra sobre la protección del medio ambiente antártico. Su intención fue la de fijar una posición común a todos los países de la C.E.E.[10]
La Convención para la Reglamentación de las Actividades sobre Recursos Minerales Antárticos y el Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente han desacelerado las expectativas de la Comunidad Internacional en cuanto a la exploración y explotación de los recursos minerales y su posible impacto sobre el medio ambiente antártico y sus sistemas dependientes y asociados. No obstante, los embates contra el Tratado no han disminuido ya que los países que no integran el sistema sostienen que es necesario instalar un mecanismo internacional de toma de decisiones más amplio, ya que el mismo, en la actualidad, está reservado a las Partes Consultivas. También han manifestado que es alto el costo para el acceso de los adherentes al status de Consultivos, que aún es escasa la distribución de la información sobre las actividades que se desarrollan en la región, que aún es necesario una mayor cooperación entre el sistema y otros organismos especializados de las Naciones Unidas u organizaciones internacionales, que no soluciona la cuestión de las reclamaciones territoriales, y no ofrece garantías suficientes de quedar al margen de conflictos y rivalidades y fundamentalmente, que no contempla la aplicación del principio de patrimonio común de la humanidad.
Sin embargo, lo cierto es que el Tratado Antártico está abierto a la adhesión de todos los Estados miembros de las Naciones Unidas y el costo que se les requiere para el acceso de los adherentes al status de Consultivos es mucho menor a la inversión realizada por los estados signatarios originarios durante su dilatado historial antártico; además, al representar las distintas Partes Contratantes una amplia diversidad de intereses no podemos afirmar que exista exclusividad de su composición.
Los países con categoría de consultivos sostienen que administrar el Continente Antártico es una gran responsabilidad que representa grandes obligaciones y no un derecho indiscriminado. La información sobre las actividades se hace pública y es distribuida por conductos acreditados y ampliamente conocidos, sistema que en los últimos años se ha perfeccionado notablemente. En la RCTA de 1993 manifestaron en un paper informativo que:
“El delicado acuerdo arribado en el artículo IV del Tratado eliminó las posibilidades de controversias respecto a los reclamos de soberanía, situación que se ha mantenido por más de treinta y tres años. La administración del medio ambiente y la adopción de diversos instrumentos jurídicos para preservar el equilibrio ecológico, coronados con la adopción del Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente de 1992 constituye una de las esferas más provechosas del mismo, coincidiendo en el Protocolo con las observaciones realizadas por organismos especializados y ecologistas durante el tiempo de vigencia del Tratado. Tanto el instrumento madre del sistema como los acuerdos internacionales que lo complementan han demostrado ser lo suficientemente dinámicos como para adaptarse a las necesidades que surjan en el futuro”. [11]
Finalmente, es errónea la idea que la Antártida es res communis o res nullius[12] por cuanto siete países -entre ellos la República Argentina- mantienen reclamos territoriales, por lo tanto, no puede ser declarada patrimonio común de la humanidad.
Desde su firma, el Tratado no ha sufrido modificaciones, como tampoco las han sufrido los restantes instrumentos que componen el Sistema, entendiendo la totalidad de las Partes Consultivas que el mismo constituye el mejor régimen jurídico para la región que la comunidad internacional pueda acordar, y que su eventual revisión ocasionaría más perjuicios que beneficios a la misma. Algunas partes consultivas han propuesto crear una infraestructura permanente del Tratado, con mayores responsabilidades de la actual secretaría con sede en Buenos Aires, la que según sus promotores fortalecería el Sistema al permitir una mayor centralización de las actividades y mejorar la coordinación y difusión de la operatividad de este, como también otorgarle cierto poder de policía y control de actividades.
En nuestras consideraciones, creemos que la República Argentina debe mantener su oposición a este proyecto ya que la creación de dicha infraestructura permanente (que se denominaría Secretaría General del Tratado Antártico)[13] conduciría a una mayor internacionalización del Continente, a la vez que podría destruir una de las claves del éxito del Tratado, que es precisamente la fluidez que ha otorgado la comunicación directa entre las Partes Contratantes, favoreciendo así el estilo consensual de las negociaciones, permitiendo la adopción de decisiones satisfactorias para todos los Estados integrantes del sistema. Ante la actual situación del Continente Antártico con respecto al sistema internacional la República Argentina debe resguardar todos aquellos mecanismos del Tratado Antártico que le permitan tener un rol protagónico dentro del sistema sin renunciar a sus reclamos de soberanía.
Resumiendo, podemos decir que la mayoría de los países no alineados[14] consideraba al STA como un club restringido, situación que aún es mantenida en el contexto interenacional, aunque como muchos de los países del MPNA ya son parte del Sistema, esta postura de que Naciones Unidas rigiera los designios de la Antártida, ha perdido Fuerza. Sin embargo, en la actualidad diversos países, ONG, establecimientos educativos con sus Think tank asociados y empresas multinacionales presionan para establecer la idea de internacionalizar la Antártida. Fundamentan su postura en el contexto de naciones (Malasia lo hizo en la 38va Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Sep 1983) apoyándose en valores empíricos, tales como: el de la distribución geográfica, donde existe una importante asimetría entre continentes y hemisferios, como señala el Dr Luis Valentín Ferrada:
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El Dr Ferrada señala que la idea de un club restringido se materializa en mayor medida a través de la estatura política e influencia en los asuntos globales de los estados con intereses antárticos. Por ejemplo, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas son miembros consultivos y constituye un indicador relevante para afirmar que ciertos países tienen un peso específico superior a otros.
Aunque el STA ha estado abierto a recibir sugerencias de otras instituciones de nivel global, como por ejemplo la OMI[15], ONG(s), propuestas de Estados por afuera de las reuniones consultivas y organizaciones internacionales privadas, señala de alguna manera la creciente importancia que se le está dando a la cuestión antártica en el contexto internacional y también que el debate sobre la internacionalización de la Antártida sigue latente y diversos grupos continúan fogoneando esta situación.
Lo cierto es que Naciones Unidas ha intentado en reiteras oportunidades inmiscuirse en cuestiones antárticas y ha auspiciado la idea de considerar al continente como “patrimonio de la humanidad”. En este mismo sentido, la aprobación del Código Polar (OMI) ha significado que las partes del STA hayan perdido su posición de máxima autoridad para regir en todo lo que sucede con la navegación al sur del paralelo 60. Esta pérdida de influencia debería hacer reflexionar a las partes del Tratado, ya que la necesidad de aprobar un protocolo que rija la navegación antártica era una demanda desde inicios del 2000, pero la falta de capacidad para establecer una agenda eficaz hizo que la OMI llenara el vacío legal.[16]
Si las partes del STA no tienen una mirada ampliada de los intereses en juego en el continente, lleven adelante una gestión proactiva donde sobresalga la preservación ambiental y extendiendo los controles de forma más eficiente, el régimen imperante será objeto de críticas y nuevas formas serán propuestas para cambiarlo y en el peor de los casos contribuir al colapso del Sistema. Es necesario adoptar una visión de futuro en la administración, que tenga en cuenta el interés de todos los países y que de alguna manera legitimará la posición jurídica de las partes consultivas en primera instancia y en definitiva del Sistema.
Así, nos inclinamos por compartir la postura de la doctora Myriam Colacrai cuando señala:
“Nuestro país debe continuar con la defensa irrestricta del TA y su regla del “consenso”, instrumento político y jurídico de gran valor para la gobernanza de la región y freno a la aparición de “nuevos liderazgos” que pudieran desnaturalizar los principios sustantivos del Tratado Antártico”.[17]
b. Las consecuencias del cambio climático.
Una de las conclusiones de la última reunión del SCAR es que la Antártida es el continente que más sufre las consecuencias del cambio climático[18]. El nivel de CO2 está aumentando de forma muy importante y genera a la vez un incremento de la temperatura en el planeta, y la Antártida es la zona que tiene más repercusiones negativas de ello. La temperatura promedio de la superficie del planeta ha subido aproximadamente 1.1 grados Celsius desde finales del siglo XIX. Las mediciones en Base Orcadas desde 1904, indican que la temperatura ha aumentado 2 grados desde las primeras mediciones que se obtuvieron a partir de febrero de 1903 con la llegada del escocés Bruce, quien puso en marcha la estación que desde ese entonces realiza mediciones meteorológicas y geomagnéticas de manera permanente[19]. Este cambio es principalmente consecuencia del aumento de dióxido de carbono y otras emisiones a la atmósfera hechas por los humanos. La mayor parte del calentamiento global ocurrió en los últimos 35 años, con 16 de los 17 años más cálidos registrados desde 2001. El mayor impacto se produce sobre las barreras o plataformas de hielo. Estas son extensiones flotantes de agua congelada y que se encuentran conectadas a la tierra. Una de las plataformas de hielo más grandes, la Filchner-Ronne llega a cubrir un área casi del mismo tamaño que España. Como consecuencia del aumento de las temperaturas, durante el verano se produce una reducción muy significativa en su hielo, lo que produce que se debilite y retroceda.
El clima en la Antártida en su conjunto ha aumentado casi 3ºC, lo que significa que todas aquellas plataformas que un día fueron estables, ahora corren peligro. Desde la década de 1950, esto es una pérdida de 25.000 km2 de plataforma de hielo. La barrera de Ross se consideraba a salvo del cambio climático debido a su situación periférica, pero los últimos estudios arrojaron que se está derritiendo a una velocidad de cinco metros al año y al comienzo del siglo que viene se calcula que la velocidad de deshielos superará los 50 metros por año.
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Esto se materializaría con el aumento del nivel del mar. Según los análisis realizados con satélites desde principios de la década de los 90, se sabe que el nivel del mar está aumentando a un ritmo de alrededor de 3mm por año. [20] Si no se pone freno, el aumento de este nivel podría afectar a millones de personas en 2100, que se verían obligadas a abandonar sus lugares de residencia.
Esta perturbación de la vida silvestre se está reflejando con la alteración de los patrones migratorios y los ciclos de reproducción de muchas especies antárticas. Por ejemplo, algunas colonias de pingüinos están experimentando dificultades para encontrar suficiente alimento para sus crías debido a la disminución del kril antártico. Además, el aumento de las temperaturas puede favorecer la llegada de especies no nativas, lo que puede perturbar aún más los ecosistemas y las interacciones entre las especies.
Sin embargo, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC)[21] no puede confirmar con seguridad en la actualidad qué contribución tendrá el derretimiento de las capas de hielo sobre el nivel del mar durante los próximos siglos. Existe la posibilidad de que el aumento del nivel del mar sea mayor de lo que sugieren las estimaciones del SCAR.[22]
El cambio climático tiene características mundiales, que excede sobre manera al continente antártico. El aumento de temperatura del planeta podría ocasionar que muchas regiones pudieran convertirse en verdaderos desiertos. Estos datos predictivos alertan sobre las sequías cada vez más comunes que se volverían más intensas y duraderas. El ritmo de estos sucesos, producidos por el cambio climático ha obligado a los países a prepararse para afrontar situaciones inéditas en los próximos años. Todas estas dinámicas van a tener repercusiones en los recursos básicos, hídricos en particular, de los que dependen la subsistencia, la seguridad y la prosperidad de las naciones del planeta y del orden mundial construido por ellas.
Se observa ya un debilitamiento de los Estados y se avizoran problemas de seguridad que se vinculan indirectamente con el continente antártico, como las tensiones por las flotas de pescas chinas, la caza de ballenas por Japón y la apertura de batallas económicas por el agua y los recursos.
El cambio climático modifica el paisaje físico y también el geopolítico, si los países del STA no son capaces de presionar para atenuar ese efecto que se manifiesta tan dramáticamente en el Antártida, los riesgos de conflicto e inestabilidad van a aumentar y serán más difíciles de controlar. La península antártica, es particularmente vulnerable a este respecto, debido a la intensa actividad humana (turismo, ciencia y pesca) y los altos riesgos que el cambio climático supone para ella. Por eso es de temer que sea una de las regiones donde hay más probabilidades de que se produzcan situaciones de inestabilidad.
Los estados consultivos deben ser capaces de afrontar las demandas que impone el cambio climático y evitar que las mismas no mermen su capacidad de gestión y de esta manera lograr la “legitimidad generada” a lo largo de los años por el STA y acallar las críticas vinculadas con la internacionalización. De lo contrario se verá debilitado y podría desencadenar conflictos impredecibles hasta el extremo de la ruptura del Sistema.
En el último informe del Comité de Protección Ambiental (CPA)) se confirmó la existencia de todos estos problemas, en la que se expresa, entre otras cosas, lo siguiente:
“El CPA es consciente de los efectos nefastos que tienen los cambios climáticos y ecológicos, sumados a otros factores, en la estabilidad del Continente Antártico y de los mares que lo circundan, y en particular de los efectos de factores señalados durante la sesión precedente, e insiste en que es preciso que los estados parte adopten estrategias adecuadas de evaluación y gestión de riesgos para afrontar todos esos factores”.[23]
Estudios, modelos y previsiones recientes indican, con una precisión cada vez mayor, que las condiciones de seguridad se pueden deteriorar extremadamente y las posibilidades de estallidos de conflictos pueden aumentar, si no se hace nada para atenuar los efectos del cambio climático. En este contexto se pone en duda el comportamiento de algunos países, hoy parte del STA y si podrían extender estas tensiones hacia el continente. Pueden darse situaciones en las que los efectos del clima y las cuestiones de seguridad confluyen, creando así las bases de un nuevo panorama geopolítico. A modo de ejemplo podemos señalar la elevación del nivel del mar y la vulnerabilidad de las ciudades costeras. El mar podría anegar infraestructuras urbanas esenciales, contaminar los recursos de agua dulce con agua salada y menguar los terrenos cultivables, lo que provocaría un desplazamiento masivo de poblaciones.
El cambio climático está produciendo diversas consecuencias, entre ellas la necesidad de una regulación normativa que acompañe todo el digesto normativo existente en el STA, aunque sería de muy difícil aplicación y un trabajo descomunal, aunque no imposible. Los avances en el continente respecto al cuidado ambiental han podido identificar los ecosistemas dependientes y asociados a los espacios antárticos y eso altamente significativo y ha permitido que se avance en la protección del medio ambiente y buscar un equilibrio, sin embargo, falta mucho trabajo que realizar.[24]
En reportes oficiales del gobierno de EEUU se prevé que la situación ambiental en la Antártida siga deteriorándose y, con ello, sus intereses económicos en la región sigan aumentando, con el objetivo de aprovecharlos recursos estratégicos y rutas marítimas que ofrece el deshielo y el calentamiento global. No obstante, esto dependerá del desarrollo tecnológico para el aprovechamiento de estos recursos, así como también de nuevos descubrimientos con mayor detalle y de más fácil acceso.
La velocidad de los cambios y el acortamiento del intervalo de recuperación entre los fenómenos naturales van a intensificar las presiones que se ejercen sobre los gobiernos que están ya al límite de sus posibilidades. Esta dinámica puede hacer que sean más probables y duraderos los desequilibrios de las estructuras estatales y los conflictos, inclusive en el seno del STA, donde hay un sentimiento de impotencia ante la falta de predisposición de las potencias mundiales que son parte del club antártico.
c. La desigualdad entre los distintos estados que son parte del STA.
Desde la firma del tratado en el siglo pasado, el régimen instaurado reunió un número inicial de doce países con características y particularidades muy distintas entre ellos. Países que abrogaban derechos para reclamar territorio, tal el caso de nuestro país y otros seis más, países que no reclamaban territorio y países que se abstenían de reclamar pero que expresaban que podrían hacerlo en el futuro si les convenía a sus intereses (Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Doce países que iniciarían un club muy selecto y que con el correr del tiempo y las circunstancias políticas lo ameritaron fueron incorporando otros países, conformando a la fecha una nueva posición de países consultivos y países adherentes, conformando un total de 58 países, entre los cuales se destacan 29 consultivos y 29 adherentes, siendo Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos los últimos países en acceder al selecto club el pasado año 2024.[25]
Desde 1959, otros 46 países se han adherido al Tratado. Según el Art. IX. 2, tienen derecho a participar en las Reuniones Consultivas todos los países que demuestren su interés en la Antártida «realizando allí una actividad de investigación sustancial». Diecisiete de los países adherentes han visto reconocidas sus actividades en la Antártida de conformidad con esta disposición, y en consecuencia ahora hay 29 Partes Consultivas en total. Las otras 29 Partes No Consultivas están invitadas a asistir a las Reuniones Consultivas (RCTA), pero no participan en la adopción de decisiones. Algunos de los miembros más recientes son Malasia y Pakistán[26], que en su momento mantuvieron una posición crítica respecto al Sistema del Tratado Antártico como hemos señalado en los párrafos anteriores.
La progresiva incorporación de países a lo largo de los años muestra una heterogeneidad de miembros que por un lado puede ser visto como una amplitud del STA, pero por el otro señala la gran diferencia de nivel político y económico de algunos países, a la vez que refleja una asimetría de intereses entre los estados miembros, que en definitiva han complicado su funcionamiento y el proceso de toma de decisiones, que como sabemos es por consenso.
La RCTA no solo ha crecido en cantidad de miembros, sino que también han cambiado los desafíos y problemáticas que enfrenta y el entorno en el que opera. Es así como hoy en día las RCTA(s) tienen la tarea de adaptarse y hacer frente a nuevos escenarios internacionales de negociación, tales como el incremento de sus miembros con sus particularidades y la creciente complejidad de sus agendas de trabajo.
Al igual que la Organización de las Naciones Unidas, el STA está compuesto por países de distinta cultura y origen, donde predominan los occidentales, y con sistemas políticos, económicos, sociales y legales muy diferentes con una desproporcionada asimetría que le da al escenario antártico una complejidad mayor considerando los acuerdos necesarios para tratar los delicados temas vinculados al medio ambiente, por citar alguno, y lo más importante es que los mismos deben alcanzarse por consenso.
Este aumento en la diversidad de Estados miembros en el STA se ve reflejado también en las distintas tradiciones jurídicas presentes. Esto puede complejizar el proceso de toma de decisiones en el ámbito interno de un país doméstico, en tanto que para que las normas adoptadas en las RCTA(s) sean efectivamente aplicadas, requieren ser implementadas en las legislaciones domesticas de las partes. La diversidad de sistemas jurídicos, así como el gran número de disposiciones dictadas, originan un proceso de recepción normativa complejo y una aplicación práctica la mayoría de las veces poco efectiva.
Esta situación se ha tornado cada vez más común en el seno de las RCTA(s). Las reuniones consultivas han cesado de adoptar medidas vinculantes en temas que no sean sobre zonas antárticas especialmente protegidas o zonas antárticas especialmente administradas por las presiones políticas de algunos países que avizoran esas zonas como futuras amenazas[27].
El señalado es uno de los problemas existentes, pero no el más grave en relación a la diversidad de países que forman el STA y lo que significa en el juego de intereses de las relaciones internacionales. Nos referimos a que durante las últimas décadas algunos países “más antiguos” en el STA han manifestado de manera informal su percepción de la “llegada” de nuevos estados antárticos. Esto es más complejo todavía con los signatarios originales del tratado, quienes sienten que tienen mayores derechos que los nuevos, habida cuenta que por ejemplo Argentina o Gran Bretaña han estado activamente en la Antártida desde el comienzo del siglo pasado y hoy estados fuertes como India, Corea, Brasil solo llevan como parte consultiva desde mediados de la década del 80 y surge como interrogante cuanta inversión han hecho en la Antártida en comparación con los países signatarios originales. La mayoría de los que se unieron en la década del 80 lo hicieron en virtud que durante esa década se trató la cuestión de explotación de los minerales. Mientras que hoy florecen de la mano de sus economías, los viejos Estados del Tratado se encuentran en procesos de reducción de bases y actividades reorganizando sus programas. En definitiva, como dice el Dr Alan D Hemmings:
“la nueva situación refleja la realidad y la percepción de un cambio profundo en el orden global, y a la vez ha revelado algunas inseguridades bastante significativas entre aquellos que temen que su papel e influencia en la Antártida entre en un relativo declive” [28].
Por otro lado, analistas orientales, como Sanjay Chaturvedi, manifiestan que “las potencias asiáticas en ascenso en el STA están siendo observadas e interpretadas por los analistas occidentales a través de una mirada de desconfianza, creando una geopolítica del miedo entre sus pares”[29].
d. La cuestión de los reclamos soberanos de los países signatarios originales.
A pesar que el Tratado Antártico en sus orígenes dio solución de manera creativa al problema de la soberanía y de las disputas existentes, hoy en este nuevo siglo y luego de más de 70 años de su firma, podemos afirmar que el tema es muy controvertido y se aprecia que evolucionará como un problema de característica global.
La ecuación no se circunscribe solo a los países firmantes, o entre naciones que reclaman soberanía y los que no, de acuerdo con lo que refleja el artículo IV[30] del tratado, resolver esa cuestión fue clave para poder avanzar en la concreción de una negociación aceptada por todas las partes. Cada uno de los actores reclamantes poseían, según ellos, fundamentos para sostener sus aspiraciones soberanas. Dicha situación manifiesta en el tratado original fue reafirmada en 1972, 1980, 1988, 1991 y 2005, con la adopción de nuevos documentos normativos y acuerdos contribuyentes al Sistema.
Por tanto, se trató de una solución novedosa, impulsada por el temor a una confrontación entre Estados Unidos y la URSS y a que los reclamantes pudieran perder influencia en la región, y que sirvió como un beneficio inmediato para unos pocos Estados selectos. Sin embargo, seis décadas después es evidente que este «beneficio» no es realmente un beneficio para el resto de la comunidad internacional.[31]
Para entender completamente el tema de la soberanía es importante recordar que en 1959 había siete países demandantes entre las doce partes firmantes del Tratado y hoy hay siete partes reclamantes que deben imponerse entre 57 partes del STA y de las cuales hay 29 que tienen el mismo derecho que las signatarias originales. A pesar de que esas doce partes originales mantienen un enorme peso e influencia en los temas antárticos gracias a su labor política, científica y operativa.
El Dr Ferrada otorga luz a su manera señalando:
“Punta Arenas (Chile y Ushuaia (Argentina) son las puertas de entrada a la Antártida más importantes desde el punto de vista de los programas científicos nacionales la primera ciudad y del turismo la segunda. Chile considera sus reclamos territoriales antárticos como parte de su Región de Magallanes y la Antártica Chilena, Argentina ve su propio reclamo como parte de su provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. El Reino Unido tiene una compleja relación jurídica administrativa con las zonas polares y vincula su reclamo con las Islas Malvinas, territorio que reclama, que tiene un gobierno formalmente autónomo (aunque tiene su sede en Londres) con sus propios poderes legislativos y judiciales. Noruega, que puede no parecer defender firmemente sus derechos de soberanía antártica, aplica el derecho privado, penal y procesal en su territorio antártico y en 2013 estableció jurisdicción sobre los nacionales y extranjeros presentes allí. Australia también ha puesto sus regulaciones territoriales en vigor y es especialmente conocido por aplicarlos a los balleneros japoneses que cazan en aguas antárticas”.[32]
Evitar un conflicto entre las dos superpotencias hacia finales de los años 50 no fue un logro menor, pero hoy la región antártica es un lugar que atrae a un número y una variedad cada vez mayores de actores que participan en actividades imprevistas en el momento en que se firmó el Tratado. El hecho de no abordar la cuestión de las reivindicaciones territoriales socava la capacidad del régimen para cumplir las promesas que ha hecho, lo que nos obliga a reflexionar y ahondar un poco más en la cuestión.
Pero estos reclamos de soberanía, que no han sido expresamente rechazados por el Sistema antártico, ni tampoco han sido expresamente reconocidos, están ahí, en esa calidad tan particular de derechos que se reclaman, que se preservan como tales, pero que no son reconocidos ni son ejercidos específicamente en una forma indudable. Y eso, nos hace pensar en la cuestión Malvinas, no para mezclar dos cosas totalmente distintas, sino por la capacidad que tiene el universo internacional para no atender estos reclamos y dejarlos en forma larvada, donde el único beneficiario es el que ostenta más poder, que ya sabemos quiénes son.
Si se tratara de resolver el problema jurídico que presenta esta situación en relación a las normas establecidas por el derecho internacional, podríamos afirmar que estamos ante un caso particular y extraordinario, una situación que los juristas especializados solucionan diciendo que es sui generis,[33] evadiendo el problema en forma natural sin resolverlo. Pero subsiste la cuestión de fondo, que es esta realidad antártica y que situaciones produce jurídicamente.
El estado de la cuestión queda allí subyacente y han avanzado nuevas teorías impulsadas por países anglosajones, quienes en forma velada y no oficial pregonan lo que algunos juristas denominan trusteeship[34]. Este concepto en forma genérica es una forma de fideicomiso que tendrían los Estados del STA sobre el continente antártico y es de alguna manera una forma de concurrir a la idea que el Continente Antártico pertenece a la comunidad internacional en su conjunto y volvemos de esta manera a la ya mencionada internacionalización.
En definitiva, diremos que, si bien analíticamente el escenario sigue permaneciendo debajo del umbral de la agresión convencional, los desafíos transnacionales y geopolíticos que la Antártida plantea a los intereses de los diferentes Estados, es un indicador de que a pesar de la tan mentada cooperación antártica pueden estar solapados intereses mayores. No se pretende posicionar a la competencia en la zona como la razón de ser de todas las actividades, ni representa hoy una amenaza existencial, ni que la región deba ser la principal prioridad geopolítica.
Para nuestro país es importante analizar estas cuestiones, para no caer en la postura facilista de “geopolítica 0”, situación que los decisores argentinos no han advertido y no están trabajando para contrarrestar la influencia de Chile y gran Bretaña y evitar la afectación de sus intereses.
Volveremos a este tema cuando hablemos de la gobernabilidad en la Antártida.
e. La creciente politización de los foros antárticos y la influencia del contexto político internacional sobre el continente.
Un tema crucial en el funcionamiento del sistema político antártico establecido es la forma en la que los distintos países y demás organizaciones internacionales interactúan entre sí, y cómo esta interacción está conduciendo a una mayor politización en las distintas reuniones anuales del Sistema.
Es común escuchar a los principales referentes en las reuniones consultivas que, hasta ahora, desde el punto de vista diplomático, el STA es un éxito sin precedentes en el contexto de las relaciones internacionales. Como hemos señalado, el régimen del STA se basa, entre otras cosas, en el excepcionalismo antártico, en una política colectiva minimalista y a la centralidad de la ciencia como propósito y pegamento de las partes y a dejar las reclamaciones territoriales de lado.
Pero en un sentido más amplio podemos señalar que el sistema político internacional, que incluye al Sistema del Tratado Antártico ha evolucionado y se han incorporado nuevos actores, como las organizaciones internacionales y transnacionales, que de alguna manera compiten con el Estado-Nación. Estas organizaciones pueden ser de carácter gubernamental, por ejemplo, la ONU o de carácter no gubernamental (empresas y grupos ecologistas). El actual escenario del STA, lejos de ser una comunidad ordenada en el cual sólo interactúan los Estados, se constituye en un conglomerado de organismos de diversas características con sus propios fines y medios. El mismo Tratado Antártico en su artículo III, inciso segundo, fomenta la injerencia de las organizaciones internacionales en la problemática antártica. En Los últimos años se han producido importantes cambios, que no están visibilizados pero que se materializan de manera formal e informal en las reuniones del STA y otras periféricas al mismo.
El anterior dominio estatal de las operaciones antárticas se vio desafiado por nuevos operadores, no solo como conductores completamente separados de empresas de pesca y turismo sino también contratistas que prestan servicios a programas nacionales y que se mimetizan en otras organizaciones (ASOC, Greenpeace, OMI, etc). La naturaleza de estos operadores no estatales, que, en la práctica, geográfica y estatalmente, exceden los límites de la zona de acción de los programas nacionales y contrariamente a lo que se cree no adoptan posiciones pasivas, sino que defienden activamente sus derechos y libertades de acuerdo al espíritu del libre comercio en otras partes del globo. Esto trajo como primera consecuencia que el régimen histórico del STA que antes no encajaba en su totalidad, ahora es más difícil de fortalecer con otra estructura.
El conflicto ruso-ucraniano también tuvo implicancias en la Antártida al interior de las RCTA(s), instancia donde anualmente se toman las decisiones que atañen al continente blanco. En términos generales, estas reuniones no suelen ser permeables a la política internacional y se mantienen dentro de los límites de la agenda antártica propiamente dicha. Sin embargo, en la apertura de la 44° Reunión Consultiva llevada a cabo en Alemania, se introdujo el tema. Dos secretarias de Estado de Alemania señalaron el apartamiento de Rusia del Derecho Internacional al atacar Ucrania, enfatizando que resultaba incompatible con el espíritu del Tratado Antártico y llamando al cese de las hostilidades, lo que fue apoyado por otros representantes de las Partes Consultivas (son los países con mayor interés en la Antártida que tienen voz y voto en dichas reuniones) quienes, a vez, señalaron las dificultades que enfrentaba el programa antártico ucraniano y ofrecieron su apoyo en cuestiones logísticas.
En este sentido, el representante ucraniano hizo lo propio explicando los efectos que el conflicto supuso para el desarrollo normal de su programa. Por su parte, Rusia ejerció su derecho a réplica, indicando su representante que las afirmaciones vertidas resultaban falsas y que eran una amenaza para el espíritu de cooperación del Sistema del Tratado Antártico. China fue el único país que sugirió que las RCTA(s) no eran la instancia apropiada para debatir asuntos geopolíticos y que no debían ser politizados, resaltando la necesidad de buscar una solución pacífica al conflicto. Como consecuencia de estas posturas la reunión prácticamente se paralizó por la falta de consenso entre las partes y poco o casi nada se pudo avanzar en la agenda prevista.
Por otro lado, la guerra también se revitalizó en el ámbito de la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), donde en ocasión de la 41° Reunión de la Comisión de la CCRVMA Rusia volvió a vetar la adopción de medidas de conservación para la pesca de merluza negra en el área de las islas Georgias del Sur, que corresponde al subárea 48.3 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), alegando diferencias en los datos científicos obtenidos. Este sector representa un aspecto sensible para los intereses de Argentina, ya que forma parte de la disputa que tiene con el Reino Unido en materia de soberanía en el Atlántico Sur, dado que el área de las Georgias y Sandwich del Sur es alcanzada por el ámbito de aplicación espacial de la CCRVMA. Desde entonces, el Reino Unido ha adoptado unilateralmente medidas de conservación y otorgado licencias de pesca, lo cual ha ocasionado la protesta formal de la Argentina, ya que no se ajustan a lo establecido por la CCRVMA y a las Resoluciones de la ONU.[35]
f. La ambición de explotación de los recursos por parte de algunos países.
Desde hace largo tiempo, quienes analizan la situación antártica internacional tienen clara la presencia de yacimientos de distintos minerales de valor estratégico. Tan es así que, durante la Cuarta Reunión Consultiva Especial del Tratado Antártico, celebrada en la ciudad de Wellington (Nueva Zelanda) en 1988, estuvo a punto de ser aprobada la Convención para la Explotación de los Recursos Minerales Antárticos. El veto de Francia y Nueva Zelanda evitó la aprobación de la convención que iba a regular la explotación de los recursos minerales. El foco de la cuestión se había desplazado hacia la protección medioambiental y las consecuencias de esas ansiedades dieron origen al Protocolo de Protección del Medioambiente Antártico, conocido como Protocolo de Madrid que una vez refrendado por todas las partes entró en vigor en 1998.
El problema de los recursos en el continente blanco dista mucho de ser ciencia ficción, al final del camino los países acabaran asaltando también la Antártida por la necesidad de materia prima que tanto apremia. Debemos tener en cuenta que durante los últimos sesenta años la demanda energética y de materias primas estratégicas se incrementó en más de un 50% y se cree que crecerá otro 40% hacia el 2030 al ritmo que llevan los países desarrollados a la fecha. Surge entonces la pregunta: ¿Dónde pensamos encontrar lo que nos falta y necesitamos, si en la actualidad tenemos menos de lo necesario?
Algunos intelectuales de las ciencias sociales y más específicamente de las relaciones internacionales, expresan que los científicos en la Antártida, conscientes o no, son la punta de espada de una potencial reclamación territorial en el continente. Otros expresan, no sin razón, que en algún momento se acabará el altruismo cuando algún Estado demuestre algo más que una vaga intención de poseer una parte de la Antártida. La presencia de las bases, de alguna manera manifiestan la presencia soberana de un país diciendo, “aquí estoy, esto es mío y en el futuro también”. Para muchos la explotación de recursos en la Antártida es una cuestión de tiempo. Si uno indaga en las Directivas internas de los países en cuanto a los fines que persiguen en la Antártida, rápidamente encuentra las intenciones abiertas de proteger los recursos para uso propio en un futuro muy cercano.
Se calcula que un barril de petróleo (por lo bajo habría unos 45.000 millones de barriles según las someras prospecciones hechas hasta ahora) costaría entre 100 y 200 dólares, muy por encima del precio actual. Las vetas de hierro no son muy puras, de un 35% de mineral, y la enorme cantidad de carbón que hay (se calcula que hay un 11% del carbón del planeta) es de baja calidad. China ha vuelto al carbón, porque es más barato, y explota vetas de este recurso (muy abundantes en su país) de una muy baja calidad[36]. Los barriles de petróleo siguen siendo baratos en un mercado artificial que para muchos está llegando a su fin. En un futuro muy próximo la pureza del mineral dependerá de lo que se necesite, porque si se trata de un superconductor o de un mineral estratégico difícil de reciclar, siempre habrá un país dispuesto a hacer números. En el momento que falte, muchos países se dirigirán al continente blanco. Y no será solo por codicia sino prioritariamente por necesidad.
Con las reclamaciones territoriales suspendidas, podemos decir que los países se mueven y desarrollan sus actividades en territorio neutral y solo con la presentación formal del programa a desarrollar, pero en la práctica poco se sabe qué hace realmente cada país. Los países mantienen sus intereses, más allá del espíritu cooperativo del tratado.
Cuando se aborda esta cuestión la mayoría de los especialistas antárticos ponen de manifiesto la situación de Argentina, Chile y Gran Bretaña, quienes, como sabemos, superponen sus reclamaciones en la zona cercana al continente sudamericano, ampliando incluso sus potenciales posesiones a la zona de la plataforma continental (Gran Bretaña reclamó otros 100.000 kilómetros cuadrados a mediados del 2000) por si en un futuro se encuentra petróleo y es explotable. Otros países como Rusia y Estados Unidos no han hecho reclamación alguna. No les hace falta. En el momento en que decidamos abrir la compuerta a la explotación, ellos serán los que presidan la mesa con otros como China o la India. Y el tema de las reclamaciones tendrá otro peso cuando eventualmente se abra la explotación de recursos en la Antártida. ¿Quién puede señalar lo que expresará Rusia, China, India EEUU o Gran Bretaña cuando esto suceda o como estará posicionado nuestro país en ese momento? Seguramente alguno de ellos siente que una parte del continente ha de ser suya por derecho propio.
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Pero los recursos no son solo minerales. Las aguas que rodean el continente poseen una gran diversidad de especies únicas muy valoradas comercialmente. Pero estas aguas no son un santuario completamente protegido. La pesca comercial, aunque está estrictamente regulada, está permitida y a pesar de las intenciones declamativas de los países sigue siendo alto el nivel de pesca ilegal.[37]
Entre las principales especies que se capturan comercialmente en las aguas antárticas se encuentran el bacalao de profundidad patagónico y antártico, el draco rayado y el krill antártico, que no se capturan para el consumo humano, sino que se utilizan como suplementos dietéticos, como harina de pescado y últimamente como abono para ciertos cultivos especiales. Marie Baird, catedrática de la universidad de San Pablo (Brasil) expresa: ·
” …lo dramático de la situación pasa por que Rusia y China están bloqueando los esfuerzos para proteger más áreas naturales heladas de la Antártida, las que albergan abundantes peces y krill y potenciales reservas de energía. Las temperaturas medias más altas y las olas de calor polares están calentando los mares que rodean la región polar sur, derritiendo el hielo, enfriando el agua salada y modificando los hábitats. El retroceso del hielo está facilitando a los pescadores la recolección de la abundante vida marina de la Antártida, una fuente de potencial alimento para muchos.”[38]
En 2022, según fuentes informes oficiales de UNDP, los barcos transportaron unas 341558 toneladas de krill, desde distintos sectores aledaños al continente antártico, prioritariamente sobre la península.
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En 2023, los barcos transportaron unas 415.508 toneladas de krill, al menos eso es lo que informó oficialmente CCLMR.org.
El alto nivel de pesca ilegal, no declarada y no reglamentada ha tenido un efecto negativo sobre las poblaciones de merluza negra, pero también ha afectado gravemente a otras especies de la cadena alimentaria, incluidas las poblaciones de aves marinas, lo que pone en tela de juicio la sostenibilidad futura de ambos grupos.
La sobrepesca en la Antártida sigue siendo un tema complejo y de tensión. Muchos biólogos y organizaciones medioambientales no estatales temen que los niveles de pesca comercial, incluidas las operaciones legales, sean demasiado altos, especialmente si se las analiza bajo los parámetros alarmistas del cambio global y sus efectos sobre los océanos que rodean la Antártida. Muchos aseguran que el efecto dominó de la caída de las poblaciones de krill en el ecosistema marino antártico, podrían ser catastróficos.
g. Las tensiones entre países partes, ya sea por superposición de los reclamos territoriales o por cuestiones de los recursos.
La Antártida es un territorio de gran importancia, a nivel geopolítico, económico y climático. Su ubicación relativa alrededor del polo sur le otorga una importancia vital en el escenario internacional, con acceso a los principales océanos del planeta, convirtiéndola en un punto estratégico para cualquier nación, por otro lado, su aún desconocida riqueza en recursos naturales, así como sus enormes reservas de agua dulce, hacen de ella un lugar extremadamente cautivador en vista de una creciente necesidad de fuentes de recursos naturales en un mundo de escasez. Es debido a este y otros factores, que el interés global por el continente antártico se encuentra continuamente en aumento, involucrando cada vez a más Estados que han demostrado su interés en participar en los asuntos relacionados a la regulación y cuidado de este continente.
El Tratado Antártico, y en particular su artículo IV, han demostrado ser eficaces en su objetivo de promover la cooperación internacional, al no enfrentar de forma directa el problema de la soberanía sobre el continente, estableciendo una moratoria cuya finalidad es mantener el status quo en la Antártida, ha logrado erigir un sistema de cogobierno que permitió que países con intereses contrapuestos pudiesen cooperar en su administración y desarrollar programas científicos en beneficio de toda la humanidad.
La agenda política en la Antártida ha estado dominada desde la firma del tratado por la cuestión de la soberanía territorial en manos de los siete países reclamantes, Argentina, Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Noruega y Nueva Zelanda y también Rusia y EEUU que se arrogaron derechos de reclamación en el texto original del mismo. Esta cuestión seguirá siendo un problema y mantendrá su influencia en las decisiones futuras. Existen además otros problemas como la superposición territorial de los reclamos de Argentina, Chile y Gran Bretaña y podemos decir que estas afirmaciones no son reconocidas por la comunidad internacional. Lo que si podemos afirmar es que es un tema muy controversial. Aunque el artículo IV[39] fue innovador y permitió avanzar en alcanzar un arreglo momentáneo a la cuestión imperante en el continente y que amenazaba con una pronta escalada.
El artículo IV del Tratado no congeló el ejercicio de la soberanía por parte de los Estados con reclamaciones territoriales, sino que cauteló ciertos aspectos litigiosos, propios del marco del derecho internacional, con relación a ellas. Al tomar en cuenta las distintas posturas con respecto al ejercicio de soberanía sobre el continente, el articulo IV logró asegurar los intereses de las distintas partes del acuerdo, sin perjudicar, aparentemente, a ninguna de ellas, permitiendo que dejaran atrás sus resquemores y pudieran trabajar en conjunto por un fin común. Sin embargo, el artículo IV no ofrece una solución de fondo respecto al problema que trata, teniendo como consecuencia que el futuro de las reclamaciones territoriales sobre la Antártida aún está por decidirse, pero por ahora, en un corto y mediano plazo, la mantención del statu quo señalado parece ser la mejor alternativa para mantener el clima de cooperación entre las distintas naciones con intereses en el continente.
Volviendo a los países reclamantes, debemos señalar que mantienen un enorme peso e influencia en los temas antárticos de referencia, gracias a su labor política, científica y operativa. Entorno a ellos existen ciertas tensiones como por ejemplo las tensiones entre Chile y Argentina que compiten de igual a igual por constituirse en Puerta de entrada a la Antártida a través de las ciudades de Ushuaia y Punta Arenas y en menor medida Puerto Argentino con Gran Bretaña. Aunque Argentina considera a las islas Malvinas como usurpada y existe un control velado entre estos países de todo lo que hacen o dejan de hacer en el continente, que luego se ven reflejados en los foros a través de informes cruzados. Sin embargo, la RAPAL ha propiciado una mejor relación, in crescendo, entre Argentina y Chile sobre ciertos temas relacionados con el medio ambiente en el continente. Estos ejemplos constituyen un desafío potencial para la integridad consensuada del STA.
La preeminencia de la cuestión medioambiental en los temas antárticos, provocan una mirada negativa entre los 29 miembros consultivos actuales, cuando se hace alguna mención a los reclamos originales. Esto sucede porque los países reclamantes no tendrían hoy el mismo peso político que en 1959 para afrontar un debate sobre la cuestión de la soberanía y la actual evolución del Sistema, lo que genera aún más tensión en los procesos. Esta situación podría traer a los foros nuevamente la cuestión de la internacionalización, cuyo resultado podría conducir al renacimiento de los riesgos geoestratégicos evitados en 1959, con el agravante de la inclusión de nuevos actores como China, India, Brasil u otros que podrían plantear su salida del sistema.
También hay aspectos del Protocolo de Madrid que tiene vacíos conceptuales y que puede provocar inestabilidad. La falta de poder de policía de los Estados o de un organismo centralizador es uno de ellos. Las actividades humanas incontroladas podrían provocar importantes daños medioambientales y ser vistas como una afectación a la pretendida soberanía ya que ningún Estado puede o está legitimado para adoptar medidas en eventos de este tipo. A la fecha no hay demasiado interés de los Estados Consultivos en firmar el anexo VI del protocolo.
En la última década, en los foros antárticos, es poco lo que se habla de los reclamos, ya que muchos lo consideran innecesario y para los representantes de los países reclamantes, lo consideran potencialmente provocador. O tal vez como manifestaba el embajador Scilingo: “Cuanto más poderoso es el poder, mayor es el secreto. Cuando tienes que hacer tu punto de vista deliberadamente, es porque ya están debilitados. Si parece pertinente que las naciones refuercen su posición, es posible que porque hoy les preocupa que las afirmaciones puedan parecer tenues”.[40]
Pero lo cierto es que los países reclamantes continúan preocupándose por las amenazas a su soberanía y su progresiva pérdida de influencia y poder en el contexto del STA.
Casi inmediatamente después de la firma del tratado Antártico, todos los estados reclamantes han continuado afirmando su soberanía sobre distintos sectores, a través de una combinación de acciones legislativas, conducta oficial y declaraciones públicas. Lo más significativo es que las medidas de carácter interno adoptadas por los estados reclamantes, incluidos la educación y la difusión a través de los medios, han reforzado la conciencia antártica como territorio nacional entre las poblaciones de los estados reclamantes.
Encontrar una solución a la cuestión antártica parece ser una labor complicada y sin una salida en el futuro próximo, pero los cambios en el contexto internacional, así como la cada vez más urgente necesidad de encontrar nuevas fuentes de recursos naturales hacen pensar que más temprano que tarde, tanto el Tratado Antártico como todo su sistema, tendrán que ser revisados. La solución a la que llegaron los 12 países signatarios del Tratado fue la más conveniente para el contexto y circunstancias en las que se encontraban, y ha funcionado de manera muy eficaz durante todos estos años, pero el acceso a nuevas tecnologías, sumado a la aparición de nuevos actores en el plano antártico podrían hacer tambalear un acuerdo que es considerado por algunos como poco representativo de la realidad internacional actual.
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La posibilidad de que los siete países reclamantes se sometan hipotéticamente a un acuerdo donde se renuncie explícitamente a las reclamaciones de soberanía puede ser evaluado en la actualidad como remoto.
h. La politización de las cuestiones científicas tecnológicas.
Otro de los problemas destacados en el ámbito del tratado que resulta relevante señalar es que, desde hace algún tiempo, se está materializando una creciente politización en las discusiones científicas tecnológicas. Como argumenta Triggs, es innegable que «todo acuerdo, medida y decisiones y prácticas de los Estados con respecto a la Antártida deben considerarse a través del prisma de las perspectivas nacionales sobre la soberanía». [41]
Es cosa clara en el Sistema del Tratado que las cuestiones políticas se debaten y se resuelven en las reuniones consultivas establecidas anualmente para ese fin y los otros foros contribuyentes al STA: el Consejo de Administradores de Programas Antárticos Nacionales (COMNAP), la Reunión de Administradores de Programas Antárticos Latinoamericanos (RAPAL), el Comité de Protección al Ambiente (CEP), la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) y el Comité Científico de Investigaciones Antárticas (SCAR), todos ellos también de carácter anual, y muy útiles ya que constituyen espacios técnicos con un alto nivel de expertise que los posiciona para brindar asesoramiento de alta calidad. Aunque la realidad de los últimos años muestra cuan alejados están de su propósito inicial. Recientemente, representantes argentinos en distintos foros, como el SCAR, señalaban que se han comenzado a abordar temas que por su naturaleza deberían ser debatidos por diplomáticos y no por científicos o técnicos, donde la guerra entre Rusia y Ucrania, prácticamente paralizó el foro por los intentos de los países de la OTAN con estigmatizar a Rusia y buscando formalizar un repudio generalizado hacia ese país.
También se han utilizado los foros para presentar ideas que benefician a ciertos sectores, para luego presentarlos en el foro político correspondiente. Las organizaciones no gubernamentales también están jugando un rol que altera el orden inicial establecido. Sobresalen las medioambientales como la Coalición de la Antártida y el Océano Austral (ASOC), Greenpeace, Biosfera Foundation, etc o asociaciones comerciales como la IAATO (Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida), que año tras año adquiere mayor peso específico en el entorno del tratado. Estas organizaciones, en forma velada o no, tienen intereses propios y no son neutrales ni totalmente altruistas como declaman en público, muchas de ellas convergen con intereses de estados que tratan de adquirir mayor poder en el STA y otras tantas usan al público en general para presionar por políticas que no son totalmente beneficiosas para la comunidad antártica y muchas áreas de interés quedan envueltas en la bruma de la desconfianza sin poder distinguir lo que es importante o lo que es correcto, donde es difícil distinguir los intereses superpuestos entre lo privado y lo estatal, y donde temas candentes como el turismo y la pesca pierden objetividad con intereses de por medio al ser tratados en los diversos foros.
También la cuestión medioambiental se ha politizado en las discusiones antárticas, Dodds lo describió muy bien cuando explicó:
“Los discusiones en las recientes RCTA van camino al olvido si los países desarrollados e industrializados y las ONG del hemisferio norte, donde se producen la mayor parte de los gases de efecto invernadero, tratan de alentar a ciertos países del hemisferio sur a que reduzcan su presencia en la Antártida para disminuir la “huella humana”, como si las actividades que se realizan allí, no alcanzan al 0,005 por ciento de su superficie, contribuyan de alguna manera significativa al calentamiento global. Estas posturas solo desalientan la cooperación e incrementan la mirada ya negativa hacia esos países”[42]
Los efectos del calentamiento global son cuestiones más problemáticas y de mayor entidad, donde la esencia del problema no son las actividades que se realizan en el continente, sino precisamente las emisiones de los países industrializados que tienen un impacto nocivo sobre la Antártida. Realizar la proyección del incremento del nivel del mar (SLR) producto del deshielo de los glaciares es un elemento clave para la adopción de medidas preventivas y poseen matices que exceden lo científico y una huella política que ralentiza las previsiones óptimas para la cuestión.
Presentar a la península antártica como la más afectada por las huellas de carbón producida por la presencia humana y asociar los efectos a determinados países, sin fundamentos científicos concluyentes que lo respalden puede ser también una interpretación sesgada que permite politizar aún más las cuestiones y de alguna evitar la mirada hacia otras partes del continente, habida cuenta que por su cercanía hacia el continente americano y la mayor cantidad de bases instaladas en la península alrededor de 34 bases de distintos países, obviamente será la que mayor impacto produzca.
El doctor Luis Valentín Ferrada tiene una mirada digna de destacar sobre algunas propuestas de países en el continente antártico y muy relacionado con la politización de ciertos temas, señala en un artículo de su autoría, del cual hemos abrevado:
“Las regulaciones antárticas que buscan proteger el medio ambiente o conservar los recursos vivos marinos permiten establecer ciertos límites o condiciones específicas para el desarrollo de actividades en ciertas áreas. Los requerimientos para designar Áreas Antárticas Especialmente Protegidas (ASPAs, por sus siglas en inglés o ZAEPs en castellano), Áreas Antárticas Especialmente Dirigidas (ASMAs o ZAEDs) son diversas, pero los efectos políticos son similares para aquellas áreas aisladas que ellos establecen y que sugestivamente coincide con intereses estratégicos de los estados. Ese parecería ser el caso por ejemplo con la propuesta de Nueva Zelanda para el establecimiento de un ASMA alrededor de Balleny Islands.”[43]
Este es un claro ejemplo de cómo aprovechar una regulación general del STA en beneficio de los intereses soberanos de un determinado país que mantiene reclamaciones soberanas en el continente. La creación de zonas protegidas son herramientas eficaces para el cuidado y conocimiento de la Antártida, pero sus configuraciones lamentablemente no escapan al existente tufillo soberano que rodean las actividades internacionales en los foros del SCAR, muy a pesar de la imagen científica que quieren mostrar sus actores y donde expresan a viva voz conceptos como el de la “neutralidad valorativa de la ciencia”. Resulta paradójico que en el sector donde no hay reclamaciones territoriales[44] no existen ASPAs O ASMAs. Nada sugiere que es un territorio medioambientalmente con menor valor que el resto del continente antártico. Queda latente que los Estados del STA hacen uso de la protección medioambiental como una herramienta de sus objetivos políticos y la mayoría de las veces utilizan parámetros estrechamente vinculados a las actividades científicas.
i. La ruptura del Sistema por uno o más de los Estados parte.
El contexto mundial vigente y la dinámica de los escenarios actuales está presente en el STA. Como hemos explicado en el tópico anterior la politización está creciendo en los distintos foros. El régimen creado en 1959, que entró en vigor en 1961, tiene su génesis bajo la lógica geopolítica de la guerra fría y como paraguas discursivo la cooperación científica internacional iniciada en el Año Geofísico Internacional de 1957/58. Con el correr del tiempo maduró para abordar la cuestión de los minerales, y su explotación sostenible, acuciado, quizás, por la crisis de la OPEP[45]; sin llegar a concordar un consenso entre los miembros en la Convención de Minerales de 1988 en Wellington (Nueva Zelanda), y en los últimos años se ha otorgado primacía al cuidado y protección del medio ambiente a través del conocido Protocolo de Madrid firmado en 1991.
Sin embargo, esta evolución es parte de un contexto geopolítico mucho más amplio, cuyo proceso nos obliga a reflexionar sobre el escenario que se podría configurar en el corto plazo y de esta manera alterar la “pax antárctica”. Las expresiones inglesas[46] sobre los descubrimientos rusos en el norte de la península (sector antártico argentino), agitan las aguas de los foros internacionales del tratado, las acusaciones sobre China y su poco cuidado ambiental, pone a este país con la guardia alta y veta todas las medidas necesarias de consenso y de esta manera convierte a los foros en aparatos discursivos que no arriban a decisiones necesarias y urgentes configurando al sistema del tratado en una herramienta cada vez más caótica donde los ganadores son precisamente los más poderosos.
En este devenir, nuestro país no se aviene a anticipar nuevas realidades, toma a medias, decisiones estratégicas y no orienta los esfuerzos hacia las necesidades primarias como promover una política antártica nacional más coherente de la mano de una organización más eficiente como la tan anhelada agencia nacional antártica con unidad de comando que permita orientar la acción y de esta manera suprimir la actual conducción bicéfala (las responsabilidades se reparten entre cancillería y defensa) que tantos atrasos y problemas nos viene ocasionando.
El horizonte cercano no pareciera ser propicio para el Sistema en general pero si una gran oportunidad para nuestro país, cuyas fortalezas se manifiestan en la cercanía al continente (solo 1100 kms separan Tierra del Fuego de la península antártica), las capacidades propias del actual despliegue de las Bases, los medios navales y aéreos y la experiencia del personal civil y militar que participa en las Campañas produciendo ciencia, desarrollando logística eficiente e investigación tecnológica de última generación que nos posiciona entre los más destacados del Sistema, a pesar de que las inversiones en infraestructura son casi nulas y los presupuestos son exiguos.
Pero volviendo al contexto internacional del STA, la heterogeneidad y la politización señalada influyen en demasía para ponerle mayor incertidumbre a la situación antártica. Se nota la acción de los países desarrollados y la determinación de poner sus intereses por encima del tratado, poseen ellos, la virtud de la continuidad diplomática y de contar con un planeamiento coherente que los posiciona sobre los nuevos actores y también sobre los países reclamantes cercanos al continente (Argentina, Chile, Nueva Zelanda y Australia) que buscan mantener las prerrogativas innegables de su posición geográfica y de su historia.
Estas tensiones continuarán imperando y se reflejarán en los foros, nuevas herramientas se están buscando en las RCTA(s) para lograr efectos más o menos duraderos, como el consenso menos uno (C-1) o consenso menos dos (C-2)[47], pero las reacciones no han sido las esperadas y algunas iniciativas han sido tomadas como coactivas por China, Argentina y la India, para citar algunos países que sienten que invaden jurisdicciones internas que no les corresponden.
Podríamos concluir expresando que los países consultivos saben que hay cosas que cambiar, pero existe poco compromiso para hacerlo sin sacar ventajas estratégicas de los mismos. También diremos que en el escenario actual no habría espacio para una ruptura total del sistema o que un país sea capaz de salir del sistema y operar en el autismo internacionalizar por cuenta propia, las sanciones serían demasiado importantes para tal conducta.
j. Incremento de las actividades humanas (Turismo, pesca, servicios, etc).
Cuando los doce países firmantes del tratado reunidos en Washington terminaron sus negociaciones y estuvieron de acuerdo para firmar el 1 de diciembre de 1959 el muy ponderado tratado Antártico, la frase más resonante del mismo fue: “La Antártida será una reserva natural, consagrada a la paz y a la ciencia”.[48]
Pero no es solo ciencia lo que se desarrolla en la Antártida. El turismo y la pesca son las dos actividades más rentables desde el punto de vista comercial que se desarrollan en la Antártida y ambas, generan no pocos problemas.
A pesar de que nuestro país no realiza turismo desde hace más de 40 años, fue paradójicamente un buque argentino el primero en realizar turismo en la Antártida. En enero de 1958 zarpa desde Ushuaia el buque Les Eclaireus con 195 turistas a bordo incluyendo al entonces gobernador de Tierra del Fuego, y desarrolló esta actividad hasta la encalladura del buque ARA Bahía Paraiso de la Armada Argentina encalló y se hundió cerca de la isla Anvers en 1989.[49]
Durante años la concurrencia de turistas se mantuvo en niveles muy bajos, recién a principios de la década de 1990 el turismo en la Antártida ha experimentado un crecimiento continuo. Entre 1992 y 2020, el número de turistas que llegaron se multiplicó por diez, llegando a 75.000 en la temporada 2019-20 y volviendo a retomar la tendencia luego de la pandemia.
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Los expertos indican que el turismo antártico tiene impactos positivos y negativos. La experiencia turística antártica puede ser inspiradora y educativa, fomentando el apoyo público y la inversión en la protección del continente. Por otro lado, los viajes a la Antártida tienen una alta huella de carbono. Las actividades turísticas también pueden causar daños en los sitios de visita y a lo largo de las rutas de viaje, además de perturbar la vida silvestre.
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Si bien el Protocolo de Madrid establece normas generales para el turismo, la gestión diaria está mayormente autorregulada por la industria mediante las directrices emitidas por la Asociación Internacional de Operadores Turísticos de la Antártida (IAATO). Algunos estudios serios realizados por investigadores y organizaciones de conservación les preocupa que la autorregulación ya no sea suficiente para proteger la vida silvestre y los ecosistemas de la Antártida de los impactos del turismo. Poniendo de manifiesto esa falta de poder de policía que carece el STA que ya hemos mencionado. Como muestra la figura precedente la mayor cantidad de turistas provienen de las grandes potencias desarrolladas.
Sin embargo, a medida que la industria turística antártica crece y se diversifica, es probable que aumente la gravedad de sus impactos ambientales negativos. Si no se controla, estos impactos se verán exacerbados por los efectos del cambio climático, ya que la reducción del hielo marino y el aumento de las áreas terrestres permitirán ampliar zonas anteriormente inaccesibles, y un clima más cálido también permitirá a la industria extender la temporada turística. La RAPAL ha expresado la necesidad de incrementar la investigación para fundamentar las políticas y la implementación de un nuevo enfoque de gestión, motivados quizás porque los turistas latinoamericanos son los que menos concurren a la Antártida. Argentina ha manifestado que se contemple el análisis de nuevas salvaguardias alrededor del turismo, que podrían incluir protecciones más fuertes dentro del Sistema del Tratado Antártico y que el STA debería desarrollar nuevos indicadores que vayan más allá del recuento del número de visitantes y reflejen impactos más amplios y beneficiosos sobre la biodiversidad, la vida silvestre y los servicios ecosistémicos de la Antártida y que de alguna manera contemplen sanciones para aquellas expediciones de turistas particulares.
Otro aspecto que sobresale por tensionar al STA es la pesca. Muchas especies exclusivas de en las aguas que rodean la Antártida se siguen pescando, con fines comerciales. Históricamente, las ballenas antárticas se capturaban por sus barbas y aceite de grasa, y los lobos marinos se mataban por su piel. Hoy en día, las principales especies objetivo de la pesca antártica son el krill antártico, una especie clave en los ecosistemas antárticos, y la merluza negra patagónica y antártica.
La pesca en el Océano Antártico tiene numerosos impactos, como la captura incidental no intencionada y la introducción de especies invasoras a través de la bioincrustación, así como los costos humanos y ambientales de la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada.
Los aparejos de pesca abandonados, perdidos o descartados, también conocidos como «aparejos fantasmas», representan una amenaza importante para las especies autóctonas. Estos asesinos silenciosos incluyen redes, sedales, anzuelos y trampas para peces, que siguen pescando y en los que la fauna puede enredarse, lo que a menudo provoca una muerte casi segura. Alrededor del continente antártico, casi 1363 kilómetros (850 millas) de palangre fueron abandonados, perdidos o descartados en tan solo dos temporadas de pesca. El palangre tarda unos 600 años en descomponerse. Cuando finalmente lo hace, se desintegra en microplásticos dañinos, que pueden ser ingeridos por peces y crustáceos, y eventualmente por mamíferos marinos y humanos.
Pocos países miembros abogan por regulaciones obligatorias que obliguen a los buques pesqueros a marcar o etiquetar sus aparejos de pesca y a las tripulaciones a reportar las pérdidas de aparejos de pesca, así como cualquier encuentro con aparejos fantasma. Además, expresan que la contaminación por plásticos es un subproducto de la pesca y de todo el transporte marítimo.
Investigaciones científicas han confirmado la presencia de microplásticos tanto en la nieve antártica como en las aguas del Océano Antártico. Según las Naciones Unidas, para 2050 podría haber más plástico que peces en el océano.
Los países con tradición pesquera son renuentes a ampliar las zonas marítimas protegidas en contraposición a los que plantean o proponen la ampliación de estas y el contexto geopolítico ya explicado conspiración a obtener los mejores resultados para controlar esta actividad.
k. Otros factores disruptivos
Además de los problemas mencionados y las tensiones que se generan, un factor disruptivo común a todos a ellos es la falta de gobernanza.
El Sistema del Tratado Antártico, que ha regido los asuntos en la Antártida desde 1961, se encuentra bajo el peso de la competencia entre grandes potencias. A través de las deficiencias del STA los Estados se aprovechan del tratado y sus protocolos subordinados para promover sus intereses nacionales.
La Antártida ofrece un gran tesoro en recursos naturales, oportunidades científicas y prestigio nacional. Las grandes potencias están reorientando su atención hacia el logro de sus objetivos estratégicos por medios alternativos.
Para algunos países como Australia, Gran Bretaña y Chile, por citar algunos, han puesto de manifiesto que una estrategia de observación y espera en la Antártida es muy arriesgada. Los marcos legales existentes no disuaden algunos Estados de actuar para asegurar sus propios intereses estratégicos, y de esta manera no pueden permitirse el lujo de ser ingenuos respecto al contexto geopolítico que rodea al continente.
Un cumplimiento deficiente del STA podría fomentar una mayor militarización por debajo del umbral de detección. Si esto ocurriera, las consecuencias para Argentina serían muy graves, lo mismo que si la competencia con Chile se intensificara o Gran Bretaña incrementara su presencia militar en la Antártida.
La competencia en el continente siempre ha involucrado a otros actores. Estados Unidos fue fundamental en el desarrollo inicial del Tratado Antártico. Al negociar el tratado, logró negar la soberanía a otros estados. La política estadounidense refuerza el compromiso de utilizar la Antártida únicamente con fines pacíficos y el libre acceso a la ciencia; sin embargo, Estados Unidos no reconoce ninguna reivindicación territorial extranjera y se reserva el derecho a participar en cualquier uso futuro de la región. Sin embargo, recientemente, Estados Unidos ha mostrado acciones donde prioriza los intereses colectivos sobre los unilaterales, apoyando el tratado y reafirmando sus compromisos con la prohibición de la explotación de recursos minerales. Mientras continúe la competencia y la cooperación con China, Estados Unidos podría considerar conveniente garantizar que los hidrocarburos y minerales de la Antártida permanezcan fuera de su explotación.
Con esta nueva gestión, Argentina tiene la oportunidad de colaborar con Estados Unidos y otros países en un enfoque colaborativo para la gobernanza antártica. Para evitar la competencia territorial y por recursos que conllevaría la disolución del tratado o la retirada de las grandes potencias, potenciar el STA es la mejor manera de preservar su propósito pacífico y de investigación científica. Argentina, como otros países signatarios, está bien posicionada para emprender iniciativas de cooperación que refuercen su posición histórica en la Antártida y proponer nuevos mecanismos para subsanar las deficiencias señaladas.
Consideraciones Finales
Reconocer la situación vulnerable por el que atraviesa el STA permitirá adoptar las decisiones estratégicas necesarias, orientar los esfuerzos más útiles para el estado nacional y a la vez contribuyentes al fortalecimiento del Tratado Antártico y su sistema, incrementando la influencia argentina en el proceso de toma de decisiones del tratado y de su sistema y si es posible alentando la cooperación con los países de la región, incluyendo la realización de aquellas actividades conjuntas mediante las que se fortalezcan los intereses comunes, tal como indica el decreto 2316/90.
Nuestros decisores deben entender que en el complejo escenario internacional actual no basta reconocer los desafíos existentes en el continente blanco, sino brindar respuestas oportunas que contribuyan a mejorar la situación general y creen nuevos escenarios político-jurídicos.
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Citas
[1] General de Brigada (R) del Ejército Argentino y ejerció el cargo de Comandante del Comando Conjunto Antártico entre el año 2020 y mayo de 2024. Licenciado en Estrategia y Organización por la Universidad del Ejército, Argentina, Licenciado en Derechos Humanos por la Universidad Católica de México, Magister en Historia de la Guerra por la Universidad del Ejército, Magister en Defensa Nacional por la Universidad de la Defensa y Magister en Estrategia y Geopolítica por la Escuela Superior de Guerra. Posee a su vez especializaciones en Historia Militar Contemporánea y en Alta Dirección y Posgrado Universitario en Inteligencia Estratégica (IIFFAA). Ha realizado actividad antártica como 2do Jefe de Base Antártica SAN MARTIN, durante el año 1994, Jefe de Curso Antártico durante los años 1997, 2005 y 2006, Jefe de Base Antártica BELGRANO II en el año 1998, Jefe de Base Antártica PRIMAVERA el año 2007, Jefe de Componente Terrestre del Comando Conjunto Antártico el año 2008, Representante Argentino en la RAPAL, COMNAP y RCTA y Jefe de la Base Antártica ESPERANZA en el año 2010. Codirector de la Diplomatura en Derecho Antártico, Logística y Gestión Antártica Ambiental, organizada por la Universidad de Morón y la Asociación Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente. Miembro Honorario del Instituto de Derecho Antártico y Gestión Polar de la Asociación Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente y docente de grado y posgrado. Codirector del Capítulo de Derecho Antártico, Gestión y Geopolítica del Atlántico Sur de la Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente.
[2] El Año Geofísico Internacional (abreviado AGI), que duró desde el 1 de julio de 1957 al 31 de diciembre de 1958, supuso un esfuerzo único por su alcance en la historia de la ciencia. Más de 30 000 científicos y técnicos de 66 países cooperaron en una serie de observaciones sobre la Tierra y sus alrededores cósmicos. Cinco de las once ramas científicas estudiadas en el AGI se hallaban dedicadas específicamente a este tipo de investigación: actividad solar, rayos cósmicos, geomagnetismo, auroras boreales y física ionosférica.
[3] https://cancilleria.gob.ar/es/iniciativas/dna/divulgacion/tratado-antartico
[4] https://research.un.org/es/docs/ga/quick/regular/37
[5] https://www.ats.aq/devAS/Info/FinalReports?lang=s
[6] https://research.un.org/es/docs/ga/quick/regular/37
[7] Como ejemplo ver caso “India y la Antártida”. https://www.infodefensa.com/texto-diario/mostrar/3118231/india-antartica-patrimonio-comun-humanidad
[8] Esta organización ha propuesto que se declare a la Antártida «Parque Mundial», siendo rechazado por el STA. La Base World Park fue una estación científica de la ONG Greenpeace localizada en el cabo Evans de la isla de Ross en la Antártida. Abierta en 1987 y desmantelada en 1992. Greenpeace intentó monitorear desde allí la polución generada por las cercanas bases McMurdo (EEUU) y Scott (Nueva Zelanda) y dio a conocer situaciones como la dinamitación de una pingüinera por trabajos de construcción en una de las bases. La actitud oficial de los países del Tratado Antártico fue la de ignorar la base y no prestarle ninguna asistencia.
[9] Argentina no reconoce al Océano Austral como tal.
[10] LA CEE intentó fijar una idea común entre todos los miembros de la Comunidad, consistente en que, en el caso de acordarse un régimen o una convención para la explotación de los recursos naturales, éste debe estar subordinado a criterios mundialmente consensuados para la conservación del ecosistema.
[11] https://documents.ats.aq/ATCM13/fr/ATCM13
[12] Res communis es un término latino derivado del derecho romano que precedió a los conceptos actuales de bien común y patrimonio común de la humanidad. Tiene relevancia en el derecho internacional y el derecho anglosajón (common law).
Res nullius es una expresión latina, que significa ‘cosa de nadie’, utilizada para designar las cosas que no han pertenecido a persona alguna, o sea, lo que no ha sido propiedad de ninguna persona. No hay que confundir a las res nullius con las res derelictae. Mientras las primeras no han sido jamás objeto de propiedad, las segundas han tenido dueño, pero este las ha abandonado. La principal importancia de las res nullius es que pueden ser objeto de ocupación. A través de la misma, una persona puede adquirir su propiedad, simplemente apropiándose de la cosa, a través de su posesión y sin que tenga que mediar ningún plazo de tiempo
[13] El 1 de septiembre de 2004, la actual Secretaría del Tratado Antártico comenzó a funcionar formalmente en Buenos Aires. Desde esa fecha, la Secretaría ha trabajado continuamente para fortalecer el sistema del Tratado Antártico y para garantizar que todas las actividades que se realicen en la Antártida sean coherentes con los propósitos y principios del Tratado Antártico y su Protocolo sobre Protección del Medio Ambiente. Este trabajo incluye muchas actividades y tareas que, en tiempos anteriores a la Secretaría, o las realizaba el país anfitrión durante las reuniones o, directamente no se realizaban. https://www.ats.aq/s/20years.html
[14] El Movimiento de Países No Alineados (MPNA) es una agrupación de Estados conformada durante la Guerra Fría en 1961, el conflicto geopolítico e ideológico mundial de la segunda mitad del siglo XX que se manifestó con el enfrentamiento indirecto entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. La finalidad del MPNA era conservar su posición neutral y no aliarse a ninguna de las superpotencias ya nombradas incluso tras la caída del Muro de Berlín, aunque también forman parte de este organismo países alineados con Rusia (Bielorrusia, Corea del Norte o Siria) o miembros extra-OTAN que son importantes aliados de Estados Unidos.
[15] OMI: Organización Marítima Internacional.
[16] Un claro ejemplo de lo expresado es el Código Polar. Ahora bien, contrario a lo esperado, la implementación del Código Polar en la Antártica ha estado marcado por un clima de cooperación, el que puede expresarse principalmente a través de las diferentes resoluciones emanadas de las RCTA en relación con su desarrollo y la labor de la OMI en la materia, donde las partes reunidas reconocen la importancia y la validez del mencionado código.
[17] COLACRAI, Myriam (2016), “Ciencia, Política y Economía en la Antártida. Las claves para entender un delicado equilibrio y los desafíos para la Argentina”, Pag 79 Cuadernos de Política Exterior Argentina, Rosario.
[18] Informe presentado por el SCAR a la XLIV RCTA desarrollada en 2022 en Berlín.
[19] Argentina es el único país del STA que posee mediciones ininterrumpidas por más de 120 años.
[21] El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) dependiente de Naciones Unidas, fue creado en 1988 para facilitar evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos, técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
[22] Para ver el informe completo del IPCC: https://www.ipcc.ch/site/assets/uploads/2019/09/srocc_p51-pressrelease_es.pdf
[23] https://documents.ats.aq/ATCM45/cr/ATCM45_cr001_s.pdf Informe de la vigésima quinta Reunión del Comité para la Protección del Medio Ambiente (XXV Reunión del CPA) Helsinki, Finlandia, del 28 de mayo al 1 de junio de 2023.
[24] Desde la década de 1950, se ha perdido un total de 25.000 km² de plataforma de hielo en la Península Antártica. En volumen, esto equivale a las necesidades de agua doméstica del Reino Unido durante unos 1.000 años. (https://www.bas.ac.uk/data/our-data/publication/the-antarctic-peninsulas-retreating-ice-shelves/)
[25] Arabia Saudita lo hizo el 22 de mayo de 1924 y Emiratos Árabes Unidos el 11 de diciembre de 2024. https://www.ats.aq/devAS/Parties?lang=s
[26] Malasia ingresó como Estado adherente el 31 de octubre de 2011. Pakistán lo hizo en la misma condición el 1 de marzo de 2012.
[27] China ha impulsado, bajo el argumento de perseguir fines medioambientales una propuesta para establecer una “Zona Antártica Especialmente Administrada” (ZAEA) alrededor de la Base de Kunlun, en lo que se contrapone a los intereses australianos ya que está dentro del reclamo territorial de Canberra y afecta los intereses australianos. Según el Dr. Nengye Liu, Director del Centro de Derecho Ambiental de la Universidad Macquarie en Australia, “establecer una ZAEA alrededor de la estación Kunlun esencialmente le daría a China una mayor participación en las actividades realizadas en el área. China es parte consultiva del Tratado Antártico de 1959 y la creación de una ZAEA alrededor de Kunlun serviría como un logro simbólico para mostrar la influencia de China en el STA”. https://cefadigital.edu.ar/bitstream/1847939/2020/1/VC%2025-2021%20Raffaini.pdf
[28] Hemmings, Alan D (2011), “Antarctic politics in a transforming global Geopolitics”, Pag 17, Research Gate magazine, Canterbury.
[29] Chaturvedi, S. (2012), “Geopolitical transformations: ‘Rising’ Asia and the future of the Antarctic”, Pag 39, Ed Council. Mumbay, India.
[30] Artículo IV
- Ninguna disposición del presente Tratado se interpretará:
(a) como una renuncia, por cualquiera de las Partes contratantes, a sus derechos de soberanía territorial o a las reclamaciones territoriales en la Antártida, que hubiere hecho valer precedentemente;
(b) como una renuncia o menoscabo, por cualquiera de las Partes Contratantes, a cualquier fundamento de reclamación de soberanía territorial en la Antártida que pudiera tener, ya sea como resultado de sus actividades o de las de sus nacionales en la Antártida, o por cualquier otro motivo;
(c) como perjudicial a cualquiera de las Partes Contratantes, en lo concerniente a su reconocimiento o no reconocimiento del derecho de soberanía territorial, de una reclamación o de un fundamento de reclamación de soberanía territorial de cualquier Estado en la Antártida.
- Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones anteriormente hechas valer, mientras el presente Tratado se halle en vigencia.
[31] Algunos autores agregan también que esta situación promovida por EEUU fue una especie de reparto post colonialista amparada detrás del año geofísico internacional y que materializaba las aspiraciones europeas y sobre todo las de Gran Bretaña.
[32] La negativa de Japón a reconocer la autoridad australiana fue uno de los fundamentos del caso ante la Corte Internacional de Justicia que confirmó la cuestionabilidad del valor científico de esta caza. La fricción entre Australia y Japón sobre la caza de ballenas, excede al STA, en parte porque la caza de ballenas se encuadra de manera formal en la Comisión Ballenera Internacional (CBI)
[33] Se lo emplea para hacer referencia a una persona o cosa que es tan diferente que no puede encuadrase dentro de las categorías existentes. En contextos jurídicos, sui generis denota una clasificación legal independiente. https://dle.rae.es/sui%20g%C3%A9neris
[34] Es la administración o gobierno de un territorio por un país extranjero bajo la supervisión del Consejo de Administración fiduciaria de las Naciones Unidas.
[35] China y Rusia fueron acusados de colaborar para bloquear propuestas clave que establecerían nuevas áreas marinas protegidas y revisarían el plan de gestión de la pesca de krill en los océanos que rodean a la Antártida, durante la conferencia anual de la Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA) en Australia en 2024. Algunos Estados miembros dijeron que todas las medidas propuestas en la conferencia de este año, incluido el establecimiento de cuatro nuevas áreas marinas protegidas y una extensión de las medidas existentes de gestión del krill, fueron bloqueadas por China, Rusia o ambos. https://www.voanews.com/a/china-russia-cooperation-blocks-antarctic-conservation-proposals/7845395.html
[36] En China hay un total de 3.092 centrales eléctricas de carbón en funcionamiento. En enero de 2023, la provincia de Shandong, situada al sur de Pekín, albergaba el mayor número de centrales eléctricas de carbón, con más de 400 unidades. Mientras tanto, la propia Pekín no tiene ni una sola central eléctrica de carbón en funcionamiento dentro de su municipio. https://www.economist.com/china/2020/05/21/a-glut-of-new-coal-fired-power-stations-endangers-chinas-greenambitions
[38] Baird, Marie (2021) «Variability in Krill Biomass Links Harvesting and Climate Warming to Fishing Changes in Antarctica», Proceedings of the National Academy of Sciences 108, n. º 18 (2011): 7625-28.
[39] ARTÍCULO IV 1. Ninguna disposición del presente Tratado se interpretará: (a) como una renuncia, por cualquiera de las Partes Contratantes, a sus derechos de soberanía territorial o a las reclamaciones territoriales en la Antártica, que hubiere hecho valer precedentemente; (b) como una renuncia o menoscabo, por cualquiera de las Partes Contratantes, a cualquier fundamento de reclamación de soberanía territorial en la Antártica que pudiera tener, ya sea como resultado de sus actividades o de las de sus nacionales en la Antártica, o por cualquier otro motivo; (c) como perjudicial a la posición de cualquiera de las Partes Contratantes, en lo concerniente a su reconocimiento o no reconocimiento del derecho de soberanía territorial, de una reclamación o de un fundamento de reclamación de soberanía territorial de cualquier otro Estado en la Antártica. 2. Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártica, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártica, ni se ampliarán las reclamaciones anteriores hechas valer, mientras el presente Tratado se halle en vigencia.
[40] SCILINGO, Adolfo (1965) “El Tratado Antártico” Pag 121, Editorial Hachette, Bs As.
[41] Triggs, Gillian (2011) “The Antarctic Treaty System: A Model of Legal Creativity and Cooperation”, pag 45, Editorial Berkman, New York.
[42] Dodds, K. (1997), “Geopolitics of Antarctica: views from the Southern Ocean rim”, Pag 298, Ed Penguin, London.
[43] Luis Valentín Ferrada (2018) Five factors that will decide the future of Antarctica, The Polar Journal, 8:1, 84-109, DOI: 10.1080/2154896X.2018.1468623.
[44] El sector sin reclamar es desde los 90° O hasta las 150° O y desde los 60° S hasta el Polo Sur. Sector comprendido entre los reclamos de Chile y Nueva Zelanda.
[45] OPEP: Organización de países exportadores de petróleo.
[46] https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/afirman-que-rusia-descubrio-una-gigantesca-reserva-de-petroleo-en-una-zona-de-la-antartida-reclamada-nid14052024/
[47] La idea promovida por los países occidentales del norte es cambiar el sistema de consenso por el de consenso menos o menos que significa que las decisiones podrán ser adoptadas a pesar de que uno o dos países se opongan, con la clara intención de neutralizar a ciertos actores incómodos.
[48] https://www.ats.aq/index_s.html
[49] Encalló y naufragó el 28 de enero de 1989, frente a la base Palmer de los Estados Unidos en la isla Anvers del archipiélago Palmer en la Antártida tras chocar con una roca cuando trasladaba a un grupo de turistas. La zona por la que navegaba el buque cuando naufragó poseía, según cartas náuticas en inglés, «dangerous ledges and pinnacles», lo que indica el error de haber navegado en esas aguas. Como resultado del esfuerzo de su tripulación se limitó el derrame de combustibles. La tripulación fue rescatada por el Buque de Investigación Oceanográfica Las Palmas de la Armada Española. Entre el 9 de diciembre de 1986 y el 25 de enero de 1987 el ARA Bahía Paraíso realizó cuatro cruceros turísticos a la Antártida. https://www.antarcticmarc.com/bahia.html
Imagen Nº 1
Países reclamantes de territorio en el Continente Antártico.
Fuente: https://cancilleria.gob.ar/es/iniciativas/dna/divulgacion/tratado-antartico

Imagen Nº 2
Distribución geográfica de los países del STA. Datos de la Secretaría del tratado Antártico. https://www.ats.aq/index_s.html

Imagen Nº 3
Relación de países del STA y de la ONU. 193 países ONU 58 STA (29 Cons/29 Adh)

Imagen Nº 4
Gentileza: IAA

Imagen Nº 5
Áreas Marinas Protegidas (propuestas y establecidas)

Imagen Nº 6
Límite de captura de krill en porcentajes (2023). Comisión para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, Informe del Grupo de Trabajo de Seguimiento y Ordenación del Ecosistema (Varsovia, 6-17 de julio de 2015), https://www.ccamlr.org/es/wg-emm-15.

Imagen Nº 7
Reclamaciones territoriales. Fuente: https://mundo.sputniknews.com/infografia/20100128124876607

Imagen Nº 8
Gentileza: COCOANTAR. Fuente. Estadísticas de la IAATO (2024). (www.iaato.org)

Imagen Nº 9
Fuente: www.iaato.org

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