Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente

Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente
RIDCA - Edición Nº1 - Derecho Ambiental

Mario Peña Chacón. Director

15 de junio de 2022

Cambio Climático y Desarrollo Sostenible como Paradigma Emergente en un Mundo Cambiante y Desafiante

Autor. Juan Rodrigo Walsh. Argentina

Por Juan Rodrigo Walsh[1]

 

  1. Introducción 

El cambio climático, o calentamiento global del clima, como consecuencia directa de la actividad antrópica es un fenómeno que irrumpe en la escena global con implicancias cada vez amplias y profundas para toda la comunidad de naciones, constituyendo uno de los desafíos más trascendentes que enfrenta la humanidad de aquí al futuro.

 

La toma de conciencia respecto de la gravedad del problema para la vida humana, el desarrollo normal y la actividad económica en un sinnúmero de ámbitos, ha ido ganando “masa crítica” y peso político a lo largo de los últimos anos, desde las primeras investigaciones científicas llevados a cabo durante la década del sesenta y setenta del siglo pasado, que estudiaron el fenómeno e identificaron la diversidad de causas antrópicas, hasta la coyuntura actual en donde existe un consenso científico y político abrumador respecto de la gravedad de las amenazas por delante.

 

Esta conciencia generalizada se puso de manifiesto en forma explícita hacia finales de 2021, en ocasión de realizarse la Cumbre de la Convención Marco de Cambio Climático (CMNUCC) en Glasgow, Escocia, con demostraciones transversales de preocupación ante una urgencia signada por eventos climáticos extremos en todo el mundo. Amén de ello, la suspensión del encuentro originalmente programado para 2020, a causa de la pandemia, también contribuyó a la mayor toma de conciencia respecto de los desafíos ambientales que enfrenta la Humanidad, en parte por la introspección impuesta por las medidas sanitarias, en parte por los nexos entre cambio climático, perdida de la diversidad biológica, y la emergencia de enfermedades de origen silvestre, exacerbadas en su gravedad por la pérdida de hábitat y presiones antrópicas.

 

La profundidad de las implicancias para la sociedad moderna, basada en un sistema productivo y económico centrado en el crecimiento como eje central de las decisiones políticas, importa y obliga a repensar muchas de las ideas sobre las cuales se ha basado el desarrollo humano y su exponencial crecimiento desde la revolución industrial hasta los tiempos que transcurren. El calentamiento global es, en cierta forma, un golpe a la autoestima humana, al antropocentrismo exacerbado , y una señal o alerta para tomar conciencia cabal y perspectiva del lugar que ocupa la Humanidad en la Naturaleza y de la paradojal capacidad de daño que podemos proferir a la creación, resaltando a su vez las posibilidades de generar soluciones o, mejor expresado, caminos alternativos mas acordes con una convivencia armónica entre nuestra especie y el resto de los seres vivos y sistemas dinámicos que componen la biósfera en donde habitamos.

 

El calentamiento global representa un desafío inaudito para la especie humana en los tiempos actuales, por varias razones que convergen en el problema y también inciden en la formulación de algunas soluciones, tal como veremos en otros párrafos. El cambio climático reúne varios problemas en uno, analizados desde la teoría por diversos economistas tales como Pigou o Garret Hardin, en los abordajes de los bienes colectivos o de patrimonio común, el problema de las externalidades negativas o la consabida paradoja del “pasajero gratis” que tanto dificulta la elaboración de soluciones, cuando los compromisos y responsabilidades se encuentran atomizados entre una diversidad de actores.

 

El calentamiento global también plantea un desafío mayúsculo por los efectos disruptivos que representa para el camino o sendero de crecimiento y desarrollo económico, tal como se lo ha concebido desde el nacimiento de las concepciones económicas propias de la era moderna hasta el presente, donde irrumpe la toma de conciencia respecto de la amenaza que representa el calentamiento global y la necesidad imperativa de “repensar” las cosmovisiones arraigadas en gran parte de la sociedad moderna, respecto del crecimiento económico como un valor en si mismo, el desarrollo tecnológico como emblema de la superioridad y omnipotencia de la especie humana y acaso un materialismo subyacente a gran parte del pensamiento social y la economía política, tal como ha sido concebido, al menos hasta los tiempos actuales, con la aparición de evidencias, cada vez más contundentes, respecto de las limitaciones ecológicas al desarrollo humano.[2]

 

Existe una toma de conciencia generalizada respecto de la urgencia de los desafíos y la necesidad de adoptar medidas concertadas, robustas y eficaces, aún cuando existan ámbitos de descreimiento o escepticismo, incluso en las administraciones de algunos países, como ha sido el caso de los EE.UU. bajo el régimen republicano de Donald Trump entre 2016 y 2020, o del Brasil bajo la administración de Jair Bolsonaro.

 

Sin embargo, estos regímenes han sido en cierta forma las excepciones y constituyen acaso ejemplos, o bien de nostalgia por la visión antropocéntrica de crecimiento económico unidireccional que tanto ha dominado los últimos anos de la historia global, o simples gestualidades de egoísmo o negación ante el desafío de tener que mudar conductas, métodos de producción, valores y creencias socio-políticas profundamente arraigadas en esas sociedades.

 

En este sentido es claro que el calentamiento global requiere una profunda mudanza desde un sistema económico predicado en una actividad productiva e industrial basado en el uso intensivo de combustibles de origen fósil, hacia uno con impacto neutro en el clima, basado en el uso de renovables, mayor eficiencia, cambios en los patrones de consumo, e incluso un repensar profundo de los sistemas de organización social que, hasta el presente, han dominado el desarrollo de los últimos dos siglos contados desde los inicios de la revolución industrial.

 

Ese cambio de paradigma, sin embargo, es mucho mas profundo que una simple mudanza o “destete” de los sistemas socio-económicos, desde su actual dependencia de la energía fósil, hacia otra, basada en las energías renovables y los desarrollos tecnológicos que faciliten la reducción o neutralidad de emisiones. Requiere un profundo replanteo de las relaciones entre actores económicos y la sociedad en su conjunto, para que emerjan y se consoliden los valores y la ética que las circunstancias actuales y la responsabilidad que tiene hoy la Humanidad por la Naturaleza.

 

Con cierta razón, algunos analistas han señalado la falacia o incluso el facilismo que subyace la idea de que el cambio paradigmático que significa la transición energética se alcance con la descarbonización de la economía y el reemplazo de la energía de origen fósil por una electrificación masiva. Más aún, la transición energética en este sentido representaría el riesgo de una fuerte y nuevamente familiar dependencia respecto de ciertos minerales claves y estratégicos necesarios para alcanzar la meta de la neutralidad de carbono. Donde en el pasado hablamos de petrodólares y carteles de países con control de la oferta y el precio de los hidrocarburos, el futuro nos mostrará un mapa geopolítico de “electro-estados” con un férreo control de recursos minerales estratégicos.

 

A su vez la demanda de minerales a esta escala, trae consigo también implicancias ambientales que recién ahora asoman en la agenda internacional y que han sido motivo de preocupación para algunos analistas, tanto desde el ámbito científico, como desde el activismo ambiental. Asimismo, esta nueva configuración del mapa geopolítico y energético en el mundo, con el ocaso de los grandes productores de hidrocarburos, y el ascenso de otros con grandes reservas de minerales, trae consigo preocupaciones vinculadas al costo socio-ambiental que puede tener un ciclo económico de largo plazo, altamente dependiente de algunas materias primas estratégicas.[3]

 

En los próximos párrafos, trazaremos un breve repaso por la historia y la evolución de la ciencia alrededor del cambio climático, los abordajes desde la política internacional, la diplomacia y las relaciones geopolíticas a nivel global, con un análisis a trazado grueso de las negociaciones y debates en el marco de la ONU, desde los primeros acuerdos que llevaron a la firma del Acuerdo Marco sobre Cambio Climático Global en 1992, pasando por el Protocolo de Kyoto, el Acuerdo de Paris suscripto por la comunidad global en 2015 y la Cumbre de Glasgow llevada a cabo a fines de 2021, finalizando la pandemia.

 

También haremos un repaso de las implicancias que tienen estos acuerdos para las políticas de desarrollo económico en todo el mundo, los desafíos para los sectores mas gravitantes de la economía y la sociedad, mirando las vulnerabilidades y riesgos que representa el calentamiento global, pero también las oportunidades de “repensar” los presupuestos y postulados socio-económicos que hasta relativamente poco, parecían inmutables e incuestionables.

 

En línea con esto, es inundable que la transición energética y los retos colectivos de hacer frente al cambio climático, traen consigo también cambios sociales y geopolíticos trascendentes, que, en un contexto de un mundo interconectado e interdependiente, agregan complejidad al análisis. La invasión rusa a Ucrania a comienzos de 2022, representa un ejemplo de ello. Mas allá de los argumentos nacionalistas y geopolíticos que algunos pueden esgrimir para explicar el ataque de Rusia, los cuales, a criterio de este autor, son desechables de plano, es indudable que la política energética ha sido un factor gravitante en la decisión y la elección del momento histórico para el ataque.[4]

 

El calentamiento global es uno de los desafíos propios de la era en la que vivimos, en donde nuestro impacto y huella en el planeta se torna cada vez mas evidente, llevando a muchos científicos a denominar los tiempos en que vivimos como “la era del Antropoceno”, en función de poder constatar que muchas de las actividades y obras que llevamos adelante en el presente, dejarán su impronta por muchos miles de años, quizás incluso en tiempos futuros en donde nuestra especie no camine mas sobre el planeta, o haya evolucionado siguiendo el sendero descripto por Darwin con tanta sabiduría hace un par de siglos.

 

El calentamiento global es también una oportunidad para repensar las relaciones entre la Humanidad y el resto de la creación, las relaciones entre las generaciones presentes y futuras, y la equidad entre quienes coexisten en un mismo momento en el planeta, muchas veces con realidades totalmente separadas y de manera insalvable, por niveles de ingreso, bienestar, y acceso a bienes colectivos como la salud y la educación.

 

En tal sentido el cambio climático representa también una oportunidad y punto de inflexión para “reconstruir mejor” o “resetear” las relaciones socio-económicas a futuro, sobre bases más sostenibles desde una perspectiva ambiental, priorizando la equidad, el equilibrio y armonía con el planeta y sus ecosistemas, y una valoración por las generaciones futuras a quienes les debemos una Tierra mejor de la que actualmente administramos. Algunas de las propuestas alineadas con el “reconstruir mejor”, o el impulso a un “Nuevo Acuerdo Ambiental” o “Green New Deal”, como una suerte de diagonal virtuosa para encarar una recuperación económica luego de la pandemia de COVID-19, anclado en compromisos sólidos de descarbonización, son el reflejo de estas intenciones políticas.[5]

 

  1. Aparición del Cambio Climático en la Escena del Desarrollo Humano

El conocimiento científico asociado al fenómeno del calentamiento global como consecuencia directa de emisiones gaseosas generadas por la actividad humana, se consolida en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado, con las investigaciones de académicos como Rowland y Molina de la Universidad de California, acompañados por otros referentes de diferentes ámbitos científicos. Cabe destacar que ya con anterioridad a comienzos del siglo XX, Svante Aarhenius, químico y Premio Nobel sueco en 1903, había desarrollado, en base a observaciones científicas anteriores, diferentes estudios sobre la importancia del dióxido de carbono (CO2) en la atmosfera, como retención de la energía solar y regulador de la temperatura global, predicando además que los aportes incrementales de este gas como consecuencia de la actividad humana, podría causar un incremento en la temperatura media del planeta. [6]

 

La labor de Aarhenius fue seguido por otros científicos, quienes, desde diferentes perspectivas y labores de campo, fueron amasando evidencias sobre el incremento marcado de los niveles de CO2 en la atmosfera en coincidencia con el comienzo de la Revolución Industrial, y el crecimiento económico y poblacional que lo acompañó.

 

Algunos estudiosos, por ejemplo, pudieron relacionar los niveles de CO2, en ese momento identificado como el gas “efecto invernadero” por excelencia, a lo largo del tiempo y desde periodos muy remotos, por ejemplo, con análisis de hielos extraídos de los casquetes polares y glaciares, permitiendo estimar y confirmar la estrecha relación entre los niveles de este gas en la atmosfera, con las temperaturas medias existentes.[7]

 

Guy Callendar, profundizando los trabajos existentes de Aarhenius y otros, hizo estimaciones sobre los niveles de CO2 en la atmósfera, la vinculación con las causas de origen humano, estimando incluso que una duplicación de los niveles de CO2 atmosférico se traduciría en un aumento de 2 grados centígrado.

 

La masa crítica de trabajos, estudios e investigaciones llevó a la creación en 1958 de un observatorio climático en Mauna Loa, Hawaii, con el fin de rastrear en forma continua los niveles de CO2 en la atmosfera a lo largo del tiempo. Su impulsor fue un científico norteamericano de la NOAA (Oficina Nacional de Océanos y Atmosfera), Charles Keeling, quien desarrolló los primeros modelos computados del desempeño climático y la correlación entre temperatura y CO2, constatando a lo largo del tiempo la evolución en paralelo de los niveles de CO2 en la atmósfera, con el aumento paulatino de la temperatura global.

 

Estos primeros avances en materia de conocimiento de la relación entre los GEI de origen antrópico y el calentamiento global, no llegan sin embargo a alertar sobre los efectos colaterales y asociados con el cambio del clima y las implicancias negativas que pueden tener en el largo plazo. Primaba quizás una visión acotada respecto de las relaciones causa y efecto y una dificultad sistémica entre la comunidad científica de comprender el “panorama general”, la complejidad y los efectos interconectados y sinergéticos entre fenómenos derivados del calentamiento del clima global. Incluso para muchos analistas del siglo pasado, un calentamiento leve del clima representaría una oportunidad de poner en valor económico y productivo a franjas extensas del planeta por un clima mas benigno y apto para el desarrollo de cultivos.[8]

 

En 1965, se difunde en EE.UU. el informe «Restoring the Quality of Our Environment» elaborado por un Comité Científico para la Presidencia Norteamericana, vinculando el incremento en el consumo de combustibles fosiles al calentamiento global. Estas labores se complementan con las investigaciones de Rowland y Molina, vinculando los efectos de otros gases, como los clorofluorocarbonados (con efectos deletéreos sobre la capa de ozono), también con el calentamiento del clima planetario en una nueva comprensión referida a la complejidad de los procesos climáticos de la Tierra. Budyko y Sellers, por ejemplo, en paralelo con los trabajos mencionados de Rowland y Molina, analizaron los efectos del albedo (capacidad de reflectancia de superficies blancas, como por ejemplo los casquetes polares y los glaciares con la consiguiente menor absorción de energía solar y calor), en el funcionamiento del clima y el descubrimiento de los círculos interrelacionados o “loops” complejos que impulsan los mecanismos climáticos interrelacionados entre sí.

 

El ilustre científico y promovedor de la naciente conciencia ambiental, James Lovelock, autor de la denominada “Tesis de Gaia”, vincula el consumo de combustibles fósiles al fenómeno del calentamiento global. En similar línea, el Club de Roma, grupo de reflexión con influencia y prestigio intelectual, también alertó sobre las implicancias y riesgos asociados al calentamiento global en sus informes elaborados en los años 70, incluyendo el célebre “Limites al Crecimiento” difundido en 1972, en coincidencia con la Cumbre de la ONU sobre Medio Ambiente llevada a cabo en Estocolmo, constituyendo el punto de partida, en cierta forma, de la política ambiental contemporánea y la paulatina toma de conciencia respecto de la necesidad de virar los paradigmas de crecimiento y desarrollo meramente material y económico, hacia una concepción de sostenibilidad socio-ambiental.[9]

 

La Cumbre de Estocolmo en 1972, recoge los informes científicos y estudios que alertan sobre los riesgos del cambio climático y la necesidad de medir y monitorear el fenómeno, tomando a la vez conciencia sobre las causas humanas del proceso. Se gesta en este tiempo el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) y se desarrollan trabajos transversales de colaboración con la Organización Meteorológica Mundial y otros organismos de la ONU.

 

Como corolario y continuidad de la labor de la ONU, se confecciona el Informe Brundtland en 1987, con una participación interdisciplinaria e internacional inusitada hasta ese momento en la historia humana, en donde se plantea el cambio climático como desafío central para la Humanidad, enmarcado dentro de los desafíos energéticos y como eje del desarrollo sostenible, una visión paradigmática innovadora desarrollada por esa Comisión redactora: en efecto, el Informe Brundtland “Nuestro Futuro Común”, es la pieza catalizadora de muchos procesos y políticas internacionales (aún cuando no lo aborda en forma directa).

 

Así en 1988, se conforma el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) con el PNUMA y la OMM, mediante Resolución 43/53 de la Asamblea General (1988), con dos objetivos centrales:

 

  • Recopilar información científica sobre el Cambio Climático y sus impactos socio-económicos
  • Desarrollar estrategias de respuesta para un futuro acuerdo multilateral

La década del 80 protagonizó un vertiginoso “ida y vuelta” en las discusiones sobre cambio climático, energía, economía y desarrollo, en un momento además transformacional en las relaciones de fuerza globales, con la caída del muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética y la emergencia de EE.UU. como una potencia circunstancialmente hegemónica.

 

Estas transformaciones socio-económicas marcan una suerte de cambio de época que coincide con la consolidación de los movimientos ambientales en todo el mundo y la aparición del “desarrollo sostenible” como nuevo modelo o cosmovisión para encuadrar las relaciones internacionales, la ayuda material multilateral, y la importancia de incorporar las consideraciones ambientales en las decisiones económicas, tanto del sector público como privado. En coincidencia con este marco geopolítico y cambio de época, se lleva adelante en 1992, en Rio de Janeiro, una nueva cumbre de la ONU sobre ambiente y desarrollo, llevando adelante la agenda de Brundtland, priorizando cuestiones de incidencia global, como es el cambio climático y la protección de la biodiversidad.

 

Sobresalen las siguientes consideraciones entorno a la cumbre de Rio y en lo que atañe al Acuerdo Marco sobre Cambio Climático.

 

  • El Convenio Marco de la ONU sobre Cambio Climático se debate y negocia en un tiempo casi record, entre 1989 y 1992, siendo llevado a la Cumbre de Rio, junto a los restantes acuerdos multilaterales suscriptos en 1992 (Biodiversidad y Cambio Climático).
  • La CMNUCC es un acuerdo general o “marco” que trae aparejado un sinnúmero de cuestiones de carácter ético, científico, económico y político:
  • Quienes son los países o grupos responsables del fenómeno?
  • Como diferenciar países ricos y pobres, desarrollados y subdesarrollados?
  • Que rol tiene la ciencia en las respuestas políticas?

Así las cosas y antes de profundizar el camino recorrido por la diplomacia y las relaciones internacionales vinculados con el cambio climático, corresponde puntualizar algunos de los puntos sobresalientes de la agenda del cambio climático, con énfasis en los aspectos científicos y los aspectos socio-económicos y políticos.

 

  1. Aspectos Científicos

Uno de los aspectos que sobresale cuando se profundiza el estudio del cambio climático, es la complejidad enorme que tienen las interrelaciones mutuas entre los múltiples sistemas naturales (bosques, llanuras, océanos, sistemas montanos, casquetes polares), en un entramado altamente difícil de abarcar en su totalidad, aún con la ayuda de la inteligencia artificial y las capacidades de modelización matemática que brinda la ciencia moderna.

 

Es casi imposible sintetizar la totalidad de estas interrelaciones, ni mucho menos pretender “bajar a tierra” su funcionamiento integral en pocos párrafos. Simplemente para ilustrar esta complejidad, mencionaremos los siguientes a modo de ejemplo, sin perjuicio de remitir a diferentes fuentes de información científica:[10]

 

  • Existen una cantidad de diferentes gases presentes en la atmosfera con efecto invernadero. Muchos de estos gases se encuentran como consecuencia tanto de actividades humanas como por causas naturales, y, en muchos casos una combinación compleja de factores naturales y humanos que se retroalimentan. El CO2 es el principal GEI y es utilizado como referencia para la contabilización de los GEI, encontrándose además con una presencia significativa en la atmosfera. El CO2 tiene orígenes biológicos, como es la respiración de la mayoría de los seres vivos, siendo absorbidos por la cobertura vegetal, en un delicado equilibrio biológico a nivel planetario. Otros gases, como es el caso del metano (CH4) tienen origen natural como producto de la descomposición anaeróbica de materiales biológicos, pero también por su utilización por actividades humanas, como es el caso del uso de gas natural y las fugas que se producen en su transporte o consumo. Un ejemplo de los circuitos de retroalimentación entre factores y fuentes naturales y antrópicas se da con el caso de la extracción de turba o la elevación de la temperatura en la tundra siberiana o en el norte de Canadá, con la liberación creciente de metano congelado durante siglos en el suelo, acelerando la presencia del metano en la atmosfera y potenciando el efecto de calentamiento. Hay que tener presente que diferentes gases tienen a su vez diferentes potenciales de calentamiento. Por ejemplo, el metano mencionado tiene un potencial de calentamiento entre 28 y 84 veces mayor al CO2, dependiendo de la duración que tenga en la atmosfera. Similares situaciones se presentan con otros GEI, como son los óxidos de nitrógeno (NOX) e incluso gases traza presentes en muy pequeñas cantidades, como son los clorofluorocarbonos, desarrollados por la industria de refrigeración y motivo de preocupación tanto por sus efectos en el cambio global, como en el deterioro de la capa de ozono. La determinación de cada tipo de gas, su duración en la atmosfera en el tiempo y su relativa capacidad o potencial de calentamiento, representa un desafío a la hora de determinar las mejores estrategias para su morigeración y control.
  • Los combustibles fósiles, que incluyen el metano mencionado en el párrafo anterior, son quizás la fuente de origen humano mas gravitante, dado el crecimiento exponencial que tuvieron su uso, desde la Revolución Industrial hasta nuestros tiempos. Primero el carbón, luego los fósiles líquidos (fuel oil, naftas y diesel) y finalmente el gas natural o metano, fueron los combustibles que dieron vida a la industrialización y la revolución en el transporte que ha caracterizado la era industrial y posindustrial, siendo sin embargo una de las principales causas del fenómeno de calentamiento global. El potencial de calentamiento de cada combustible fósil, varía en relación a las tasas de eficiencia en su conversión energética y presencia de carbono. El mas perjudicial es el carbón, razón por la cual, el foco de muchas estrategias de reducción de GEI en el mundo, ha sido la desafectación gradual del uso de carbón en procesos industriales o generación de energía, con el reemplazo por fuentes con menores emisiones de CO2 u otros GEI, o por fuentes denominados “renovables” de energía.
  • Otra de las cuestiones que hacen a la ciencia que subyace el cambio climático es el abordaje de las diferentes fuentes de emisión, ya sea en referencia a los tipos de gases, o a la actividad desde donde se producen. La generación de energía, como hemos visto, es una de las principales fuentes de emisión, y uno de los ejes centrales de la llamada “transición energética” que se analiza en los próximos párrafos. Pero claramente no es la única. Otras fuentes de emisión de alta importancia, son la actividad industrial, el transporte en todas sus formas, la calefacción de edificios, la construcción, y también la agricultura o la ganadería. Una de las fuentes mas importantes de emisión de metano, por ejemplo, proviene de la ganadería como producto de digestión de rumiantes. Si bien la “metanizacion gastro-entérica” es estrictamente un proceso de origen natural, el crecimiento de la ganadería en todo el mundo la torna una fuente importante de GEI.[11] En relación con la actividad agropecuaria, una de las fuentes mas trascendentes de CO2, se origina en las perdidas de bosques nativos, ya sea como producto de la urbanización, o, lo que es mucho mas frecuente, por el avance de fronteras agropecuarias. El desmonte a gran escala como se ha producido en lugares como Brasil, Indonesia o países del centro de África, libera en forma repentina grandes cantidades de CO2, además de generar disrupciones en otras funciones ambientales de importancia ecosistémica, como es la retención de agua y el albergue o hábitat para especies, contribuyendo a la preservación de la diversidad biológica.
  • La contracara de las fuentes de emisión, es representada por lo que se denomina sumideros o fuentes de secuestro o almacenamiento de carbono. En el ciclo de carbono (en cualquiera de sus formas químicas, pero principalmente como dióxido o CO2), el carbono regresa a ser “secuestrado” o almacenado bajo diferentes modalidades en el planeta. Los océanos y mares, por ejemplo, son grandes sumideros de carbono, o bien absorbiéndolo, o bien siendo usado por diferentes formas de vida, por ejemplo, para la formación de bivalvos u otras formas de vida. Nuevamente, la aceleración de ingreso de CO2 a la atmosfera desde la revolución industrial ejerce presiones y tensiones sobre estos procesos de absorción, con efectos desconocidos en su magnitud, como es el caso de una mayor acidificación del agua (por absorción de CO2) con efectos negativos sobre otras especies como los corales. Se desconoce cuanto puede absorber el océano, o que puede suceder si se alcanzan determinados umbrales de concentración, fenómenos o puntos de quiebre (tipping points), que, en la ciencia ambiental denota la situación cuando la sumatoria de pequeños cambios o incrementos de temperatura, se convierten en un cambio de orden cualitativo. Otro gran sumidero de carbono es representado por las masas de bosques y ecosistemas en el mundo donde la vida biológica absorbe y “fija” en forma continua el carbono presente en la atmosfera. En el párrafo precedente mencionamos el fenómeno de emisiones derivadas de los desmontes o destrucción de bosques por causas humanas. Un bosque que ha almacenado carbono a lo largo de milenios, puede emitirlos en forma repentina en cuestión de semanas, con la tala o quema indiscriminada.
  • El albedo es otro de los factores estudiados por la ciencia climática, a la hora de analizar las complejas relaciones entre la radiación recibida del sol y la absorción, refractación del mismo hacia el espacio. Las superficies blancas, como son hielos de la Antártida y el mar Ártico, junto a los glaciares, y en algunas condiciones cierto material particulado en la atmósfera, “devuelve” al espacio una parte de la energía solar que recibe el planeta. La perdida de estas masas de hielo, por ejemplo, posee un doble efecto, por un lado, incrementar los niveles del mar a nivel global, mientras que por otro lado aumenta la absorción de radiación solar. La combinación de ambos efectos representa un fenómeno complejo para la ciencia a la hora de comprender las interrelaciones y la potenciación mutua que tienen ambos procesos. La perdida de hielos en el casquete polar del hemisferio norte, junto con el incremento de la temperatura, ha sido mucho mas acelerado de lo que los científicos estimaban hace algunas décadas, cuando irrumpió la preocupación por el calentamiento global.
 
  1. Efectos de retroalimentación o “feedback loops”

En los párrafos precedentes, se han descripto algunos de los procesos o circuitos de retroalimentación o repotenciación de los fenómenos analizados, como es el caso del derretimiento de los hielos polares, con el aumento de la absorción de energía solar y de los niveles del mar. Sin embargo, en una naturaleza compleja, variada y con múltiples y complejas interrelaciones, la comprensión transversal de estas interrelaciones, los posibles “tipping points”, pero por, sobre todo, los factores de incertidumbre tornan muy difíciles la toma de decisiones políticas al respecto. Por definición, la ciencia humana moderna (y quizá más aún en su variante occidental con inspiración cartesiana), no está acostumbrada a ponderar las variables de incertidumbre, aleatoriedad y alta complejidad propia de los sistemas naturales.

 

Los imponderables y las interrelaciones múltiples y variadas en el sistema climático y sus consecuencias para el clima (y para actividades humanas y el funcionamiento de diferentes ecosistemas) son muchas y muchas veces inesperadas. Ejemplos abundan pero pueden graficarse con dos que han cobrado perfil en los últimos años, con las altas temperaturas registradas en Siberia y una liberación inusitada de metano secuestrada en el permafrost de esas latitudes, acelerando a su vez los riesgos de incendios, o con los incendios de pastizal en Australia, retroalimentando a su vez la perdida de biomasa y acelerando procesos de desertificación en algunas zonas de por si afectadas por stress hídrico, agravados  a su vez por el mismo proceso de cambio climático.

 

Un fenómeno sobre el cual existe un importante consenso en la comunidad científica es la aceleración de procesos de transformación asociados al calentamiento global, tal como lo ilustra, por ejemplo, la velocidad con la cual se han achicado los glaciares en el Océano Ártico, respecto de los tiempos originalmente estimados, o la velocidad en la cual se ha constatado el crecimiento de los niveles de CO2 en la atmósfera, desde que se comienza a medir en forma continua y fehaciente desde la década del sesenta del siglo pasado.

 

En definitiva, la ciencia atmosférica y las diferentes disciplinas que convergen en el análisis del calentamiento global y los procesos asociados, coinciden en la comprensión de lo que significa un sistema complejo global que traduce una dinámica que refleja una mayor de energía en el sistema planetario global, producto del atrapamiento de una cada vez mayor cantidad de energía solar en el sistema atmosférico y procesos asociados. Esta mayor energía en el sistema, se traduce en el incremento de las temperaturas promedios globales, mayor virulencia de los procesos meteorológicos, con extremos de temperatura y precipitaciones y mayores riesgos consiguientes para un sinnúmero de procesos y actividades humanas y para la vida entera sobre el planeta.[12]

 

  1. Aspectos Socio Económicos y Políticos

El calentamiento global del planeta, originado por el incremento de GEI originados en actividades humanas que se acentuaron notablemente a partir de la industrialización y el crecimiento exponencial de la población en los últimos siglos, es la causa de una variedad de consecuencias climáticas con impactos potencialmente negativos, para la vida y actividad humana, al menos en la forma que conocemos actualmente.

 

Tal como se ha descripto antes, un incremento de las temperaturas medias no es un fenómeno sin antecedentes: De hecho, hay evidencias de altas temperaturas en eras geológicas pasadas en los cuales la especie humana no existía. Sin embargo, la coyuntura actual presenta una diferencia sustantiva respecto de eras geológicas anteriores, en función de la rapidez y vertiginosidad en la cual se han elevado los niveles de CO2 en la atmosfera.

 

Los niveles de incremento de CO2 en la atmósfera son de una velocidad inimaginable en tiempos geológicos pretéritos. Lo que en el pasado se produjo en varios milenios, acontece hoy en tiempos casi inmediatos (al menos medidos en la escala temporal planetaria). La adaptación a tales incrementos vertiginosos no es sencilla y las consecuencias son claramente impredecibles. A continuación, podemos señalar algunos de los principales efectos del calentamiento global, consecuencia directa de mayores temperaturas y niveles de energía en el conjunto de sistemas interrelacionados de la biosfera y geosfera terrestre:

 

  • Los fenómenos climáticos se tornarán más extremos e intensos, con mayor “stress hídrico” en regiones secas, con incremento de la desertificación e intensidad de sequias, mientras que, en otras regiones del planeta, pueden producirse incrementos en la intensidad y volúmenes de precipitaciones. Aun cuando algunos analistas pueden plantear las eventuales ventajas de mayores niveles de lluvia o nevada, la intensidad y poca predictibilidad en su distribución solo incrementa la incertidumbre y los riesgos asociados a tanta variabilidad. Una de las consecuencias previstas es, por ejemplo, la mayor intensidad y capacidad de tormentas tropicales y sequias prolongadas, como la vivida en Argentina y otros países de Sudamérica en los períodos 2008-2010 y 2017-2019
  • El aumento de la temperatura, con la variabilidad climática señalada y efectos derivados de sequias e inundaciones, tiene indudables efectos adversos sobre los sistemas productivos agropecuarios y forestales en muchos lugares del planeta, desde Australia en virtud de la escasez hídrica, pasando por la variabilidad de los monzones en el subcontinente indio, hasta las provincias cuyanas de nuestro país, dependientes de las precipitaciones en la cordillera.
  • Incremento de la vulnerabilidad de muchas zonas costeras y naciones isleñas a causa del incremento del nivel del mar y mayor virulencia de tormentas, ciclones y huracanes. La vulnerabilidad en este caso es particularmente grave por la concentración poblacional en franjas costeras en todo el mundo, y además por la alta proporción de personas con situaciones socio-económicas precarias. Esto es emblemático de regiones como el delta del Níger en África, o la bahía de Bengal en Bangladesh. Una de las consecuencias socio-económicas del cambio climático es la inequidad en sus efectos sobre poblaciones marginales con menos recursos materiales y humanos para hacer frente a los desafíos. Ciudades costeras en países con cierto nivel socioeconómico y recursos financieros o técnicos adecuados, pueden encarar obras de ingeniería para la adaptación al cambio climático, que otras regiones menos privilegiadas. Ejemplos emblemáticos son Holanda en el primer caso, y Bangladesh en el segundo.
  • Derivados de los efectos anteriores, son enormes los daños materiales que se estima tiene el cambio climático, agravándose en función de los incrementos de la temperatura, tal como han estimado trabajos ponderados y serios, desde el citado Informe Stern, a las estimaciones de la ONU y organismos multilaterales. Uno de los sectores con mayor preocupación ante el incremento de los riesgos derivados del calentamiento global, es el asegurador, ante escenarios de siniestros y catástrofes de tipo sistémico con efectos terminales para muchos tipos de daños. En muchos países desarrollados, por ejemplo, el aseguramiento de zonas inundables o costeras expuestas a la elevación del nivel del mar, se tornan imposibles de ser asegurados.
  • Los daños económicos directos e indirectos son también inconmensurables, incluyendo la inviabilidad económica terminal de muchas regiones del planeta, o en el mejor de los casos, altos costos de adaptación para hacer frente a las amenazas. También debe estimarse el costo de efectuar las inversiones para la transición hacia sistemas mas resilientes, aunque en estos casos, una mirada más optimista puede imputarse más un perfil de inversión que de gasto o pérdida económica. Cabe tener presente, sin embargo, que, al igual que los casos de las inversiones en infraestructura “dura” frente a vulnerabilidades climáticas, hay una inequidad explicita en cuanto a la posibilidad de efectuar la transición por parte de países o regiones ricas frente a naciones más pobres.

 

  1. Breve Historia de la Diplomacia, Geopolítica y los Desafíos del Calentamiento Global para la Comunidad Global de Naciones

La evolución de la diplomacia y las relaciones internacionales entorno al cambio climático y el calentamiento global ha sido vertiginoso y refleja la toma de conciencia y cambio paradigmático profundo en las prioridades políticas de casi todos los países en pocas décadas. Es legitimo describir al fenómeno como un proceso de transformación inusitado que refleja no solo la toma de conciencia respecto de las cuestiones físicas y naturales en sí, con una ponderación de los aportes efectuados desde múltiples disciplinas científicas, sino también la toma de conciencia respecto de las implicancias socio-económicas tangibles y concretas para toda la Humanidad, en tiempos que se tienden a acortar cada vez mas.

 

Cuando se suscribe el CMNUCC en 1992, el conocimiento sobre el calentamiento global y sus causas era acotado en el mundo y mas bien circunscrito a un circulo relativamente pequeño de científicos y especialistas en la cuestión. A grandes rasgos, la dirigencia política y económica del mundo veía a la agenda del cambio climático como una cuestión marginal, preocupación central de la comunidad científica involucrada en labores de investigación vinculada a cuestiones afines, y ciertamente con pocas implicancias prácticas para las relaciones políticas y económicas internacionales de “real envergadura”.

 

En todo caso, si se reconocía la importancia de la agenda, se la consideraba como un desafío para el largo plazo y más bien teórico, debiendo ocupar un lugar secundario, frente a otras agendas internacionales percibidas como mas urgentes, tales como la cooperación en materia de desarme, la preservación de los derechos humanos, la seguridad energética o alimentaria y los procesos de integración regional.[13]Las negociaciones políticas asociadas al cambio climático en el ámbito diplomático pueden resumirse en las siguientes tendencias generales con sus hitos sobresalientes:

 

  • Entrada en vigencia del Convenio Marco de la ONU y desarrollo del Protocolo de Kyoto

En una primera instancia, en coincidencia con la firma del Convenio Marco, en 1992 y siguiendo luego con las negociaciones y entrada en vigencia del Protocolo de Kyoto, se pone énfasis en la diferenciación entre países industrializados, responsables en principio por el problema de las emisiones de origen antrópico y países en vías de desarrollo, quienes son percibidos mas como víctimas de las consecuencias del calentamiento global y por lo tanto liberados de compromisos concretos, más allá de la enunciación del principio general de las “responsabilidades comunes pero diferenciadas” entre países industrializados y quienes se encuentran en vías de desarrollo.

 

El énfasis durante esta etapa es en la cooperación internacional entre países desarrollados y en vías de desarrollo, la transferencia de tecnología y por sobre todo la reducción de emisiones de GEI. En el acuerdo marco inicial, en gran medida a instancia de los EE.UU. se incorporan los denominados “mecanismos de mercado” para facilitar un marco de incentivos económicos para reducir emisiones y apalancar cambios de tecnología destinado a la reducción de emisiones.

 

La suscripción del acuerdo marco se lleva a cabo en forma coincidente con el fenómeno de la implosión de la esfera de influencia de la Unión Soviética, la aparente omnipresencia de la economía de mercado como paradigma de funcionamiento socio-ambiental. Esta circunstancia generó una cierta ambigüedad respecto del encuadre de los países salientes de la esfera soviética, como consecuencia de su ambivalente situación en tanto emisores de GEI: Por un lado su desarrollo industrial los encuadraba como países desarrollados y por ende comprometidos a reducir emisiones asumiendo los costos asociados, pero por otro, en atención al colapso industrial que sobrevino a la caída del Muro de Berlín, las emisiones reales de GEI se encontraban muy por debajo de los niveles históricos sobre cuya base se fijaron los compromisos de reducción de emisiones, conduciendo a la paradoja de que muchos de estos países se encontraban virtualmente exentas de reducir en forma real y concreta sus emisiones.

 

El Protocolo de Kyoto plasma los mecanismos de reducción de emisiones a través de 3 instrumentos económicos, el comercio de emisiones (valido entre países desarrollados), la implementación conjunta (entre países desarrollados sujetos a obligaciones de reducir emisiones y países de la órbita socialista, conocidos como países con economía en transición), y el Mecanismo de Desarrollo Limpio o (MDL). Siguiendo el Acuerdo Marco inicial, el Protocolo de Kyoto toma como línea de base para el computo de las emisiones de GEI, el inventario correspondiente a 1990, fijando para los países el compromiso de reducir sus emisiones a un nivel de un 5% en promedio por debajo de los niveles de emisiones de 1990, además de una obligación de contribuir económicamente a algunos países de este grupo (países Anexo I, según el CMNUCC y el Protocolo) hacia los esfuerzos de las economías emergentes.

 

El Protocolo de Kyoto entra en vigencia en 2005, estipulando diversos periodos de compromiso, escalados en el tiempo para la implementación de los mecanismos descriptos, creando además una Junta Ejecutiva para la centralización de la información y la emisión de los certificados de reducción de emisiones surgidos de los mismos, junto con los procedimientos de monitoreo, seguimiento, evaluación y metodologías a ser aplicadas para la correcta contabilización de las reducciones logradas.

 

Con el paso del tiempo, el marco diplomático comienza a analizar, no solo las reducciones en emisiones, sino también el rol de los sumideros como posibles ámbitos donde “secuestrar” o compensar las emisiones (como es el caso de las forestaciones) y otras actividades relevantes para las emisiones de GEI, como es el caso del cambio del uso el suelo o la forestación y reforestación.

 

  • Acuerdo de Paris

La década que siguió a la puesta en marcha de los mecanismos concebidos bajo el Protocolo de Kyoto, vio una trayectoria con aciertos y errores en la implementación, una amplia familiarización de muchos actores del ámbito empresario, académico, gubernamental y de la sociedad civil con las implicancias que tiene el calentamiento global para el desarrollo y la economía, y una toma de conciencia respecto de circunstancias apremiantes que enfrentan países vulnerables, como son los estados isleños del Pacifico y el Caribe, frente a una paulatina elevación del nivel del mar.

 

La primera década del siglo actual, además de atestiguar una creciente toma de conciencia respecto de la gravedad y magnitud del problema, también constituye un punto de inflexión y cambio en algunos presupuestos geopolíticos y económicos que subyacieron el diseño del Convenio Marco inicial. En efecto, la división casi tajante entre “países desarrollados” responsables de las emisiones de GEI como consecuencia de su temprana industrialización, y países en vías de desarrollo, con responsabilidades diferenciadas y menores, por llegar en forma tardía a instancias u oportunidades de desarrollo económico, se empieza a desdibujar con la emergencia de nuevos actores con dinamismo económico, como es el caso de India o China.

 

Estas bases conceptuales además reflejaban un poco el “clima de época” de las relaciones internacionales en vigor durante las décadas del ochenta y noventa, con una clara preeminencia de los países industrializados occidentales, junto a una concepción geopolítica presupuestado en una mirada sesgada hacia los alineamientos diplomáticos de los tiempos de la posguerra, el proceso de descolonización en muchas partes del mundo y una concepción bastante tajante respecto de la división entre países desarrollados y en vías de desarrollo, basado además en una visión occidental de las relaciones económicas históricas, con foco en la revolución industrial.

 

El mundo y los cambios dinámicos en la economía global de la primera década del presente siglo, obligaron, sin embargo, a un profundo replanteo de los mencionados postulados. El surgimiento de nuevos actores con peso económico global gravitante, como es el caso de Brasil, India, Sudáfrica y en especial, China, como actores dinámicos de una economía cada vez mas globalizada, terminó por resaltar las falencias en la concepción original de la Convención Marco y su Protocolo de Kyoto. Surgía una contradicción flagrante entre un marco institucional concebido para reducir emisiones de GEI con mecanismos de mercado con incentivos “marginalistas”, presuponiendo que los análisis de costo-beneficio y mayor eficiencia redundarían en un redireccionamiento de inversiones y tecnología hacia instalaciones menos eficientes en países en vías de desarrollo, y una realidad que mostraba en forma cruda el crecimiento vertiginoso de emisiones en países convertidos en potencias económicas.

 

Estas consideraciones se tornaban perimidas y casi inútiles, frente a procesos de crecimiento económico como el chino o el indio, en donde las inversiones en nueva infraestructura industrial o energética superaba por amplias ordenes de magnitud a cualquier reducción factible a través de un mecanismo como el MDL. ¿Tiene sentido desplegar esfuerzos técnicos y recursos humanos y financieros en sofisticados mecanismos de certificación en reducciones de emisiones, contabilización y mercados de transacción, si al mismo tiempo, un país con 1300 millones de habitantes pone en marcha 3, 4 o 5 centrales térmicas a carbón por año? La respuesta es más que evidente y puso en evidencia las falencias de los mecanismos de Kyoto, concebidos para otro contexto y con otra lógica interna. Este ocaso de los mecanismos diseñados por el Protocolo, no deben desmerecer o dejar de valorar los avances logrados por su marco, en cuanto al diseño y puesta en marcha de incentivos para la reducción y las habilidades políticas, financieras, jurídicas y técnicas desarrolladas durante su vigencia.

Otro cambio de enfoque que se fue cristalizando a lo largo de la experiencia del Convenio Marco y el Protocolo de Kyoto, yace en un énfasis creciente en la adaptación (y en particular de los países emergentes), a los efectos del cambio climático, más que a la mitigación de las emisiones. En cierta forma, el cambio de enfoque es un reconocimiento y toma de conciencia de la gravedad de la cuestión, y de que los problemas que causa, requieren esfuerzos mucho más mayores y robustos, a los que se concibieron y diseñaron en un primer momento.

 

Así es como, en lugar de procurar una reducción de emisiones de algunos países desarrollados, a niveles por debajo de las medidas en 1990, se busca cambiar el enfoque hacia uno más abarcativo y transversal, que involucre a todos los países con compromisos concretos acordes a las condiciones y situación de cada uno, ampliando la mirada mas allá del énfasis en la reducción.

 

Desde 2010, la comunidad internacional va desarrollando un cambio radical de enfoque estratégico, desde la reducción de las emisiones en los inicios, hacia uno enfocado en la adaptación, mitigación y una mirada global que contempla los cambios tecnológicos, la transición energética y un sendero para acotar el aumento de la temperatura global a lo largo de un plazo largo, involucrando además a toda la comunidad global.

 

Bajo este nuevo marco, plasmado en el Acuerdo de Paris suscripto por la comunidad global en 2015, la comunidad global procura:

 

  • Limitar el aumento de la temperatura global durante el siglo XXI a 1,5 grados centígrado (en lo mas deseable) y menor a 2 grados centígrados (en lo posible)por debajo de los niveles preindustriales
  • Habilitar un mecanismo para que cada parte signataria formule sus “contribuciones nacionales determinadas”, atendiendo a una visión estratégica y transversal atendiendo a las situaciones socio-económicas de cada país.
  • Alentar respuestas resilientes en la adaptación y priorizando una mirada de equilibrio entre fuentes de emisión y sumideros, hacia la segunda mitad del siglo XXI.

El último punto sobresaliente del Acuerdo de Paris es lo que ha determinado la voluntad política de muchos países en el mundo, incluyendo a la Unión Europea y recientemente los EE.UU. luego de la asunción de una nueva administración en enero de 2021, de fijar como meta estratégica alcanzar una “neutralidad de carbono”, o emisiones “cero neto” para el 2050, a cuyos efectos se encuentran en proceso de diseño y elaboración un conjunto de políticas y estrategias de desarrollo integral a los fines de lograr la meta de limitar el incremento de la temperatura global al máximo de 2 grados Centígrado, (aunque con preferencia un crecimiento no mayor a 1,5 grados Centígrado), para el fin del siglo que corre.

 

  • COP 26: Glasgow

COP 26 reviste una importancia central como punto de inflexión de la agenda climática global, luego de más de un lustro de la entrada en vigor del Acuerdo de Paris y la suspensión de negociaciones significativas globales a causa de las restricciones sanitarias impuestas por la pandemia. La reunión de Escocia se realiza pocos meses después de la publicación del Informe del IPCC unos meses antes, al cual hemos hecho referencia y apenas semanas después de la Cumbre del G20 en Roma, en donde la recuperación económica después de la pandemia se considera en forma prioritaria y urgente, junto a los desafíos de enfrentar el cambio climático y la necesidad de acelerar las políticas energéticas para alcanzar los objetivos de carbono-neutralidad para el 2050.[14]

 

Una de las conclusiones que se extrae del encuentro en Glasgow, en contraste con las reuniones diplomáticas de décadas anteriores, es el grado de movilización y compromiso desde el llano con un involucramiento activo de ONGs, comunidades locales y la opinión pública en general. A diferencia de los encuentros climáticos de hace dos décadas, donde la participación efectiva se restringía a expertos y algunas pocas organizaciones con base científica o activismo ambiental, COP 26 reveló el grado de conciencia que tiene hoy la ciudadanía global y en particular las generaciones mas jóvenes, quienes tendrán que enfrentar en un futuro las consecuencias del calentamiento global que hoy transcurrimos.

 

Una de las lecciones, quizás mas sorprendentes, que surgen de la evolución de la diplomacia y la agenda internacional en materia climática, es la forma en la cual una cuestión con implicancias globales e incluso existenciales, se expande e irrumpe en la conciencia humana, desde un espacio circunscripto y acotado a “iniciados” o militantes, hacia una consolidación general y transversal en la comunidad global, casi sin disputas o controversias.

 

  1. El Cambio Climático como Desafío Transversal y Sistémico

La Humanidad enfrenta un desafío mayúsculo con el calentamiento global. La toma de conciencia ha sido vertiginosa en relativamente poco tiempo, pasando de ser un ítem en una agenda menor y reservada a los especialistas de la ciencia atmosférica y meteorología, a constituir uno de los desafíos mayúsculos en la historia humana. De por sí, la misma complejidad de la cuestión, requiere de respuestas transversales y también de políticas públicas que incorporen la variable de la complejidad e incertidumbre, algo que, en términos generales, la política en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier sistema de gobierno, no está habituado a llevar adelante.

 

El desafío es transversal y sistémico, requiriendo políticas y respuestas diseñadas de manera sectorial, pero también integrales con el fin de evitar lo que tantas veces sucede cuando se proponen soluciones sectoriales: el beneficio hacia un ámbito afectado, se convierte inesperadamente en un incentivo imprevisto perverso para otros. De allí que se impone en el mundo una labor de coordinación entre estados soberanos, tal como propugna el Acuerdo de Paris, pero también, hacia adentro de los países con un marco de coordinación entre áreas sectoriales, con el fin de apuntalar y consolidar una   “visión macro estratégica”.[15]

 

  1. Transición Energética

Una de las claves para hacer frente al cambio climático, reduciendo en forma paulatina los niveles de GEI en la atmosfera, pero en particular el CO2, con el fin de acotar el incremento de la temperatura media global a niveles “manejables”, dentro de las metas fijadas en el Acuerdo de Paris, es transitar un sendero de “descarbonizacion” de la economía global.

 

Tal como se ha descripto, una mayoría de la comunidad global ha ido comprometiéndose a lograr una “neutralidad de carbono” o “carbono neto cero” para mitad del siglo. Los términos son asimilables, aunque no sinónimos. La meta de neutralidad apunta a que la sumatoria de emisiones perjudiciales para la atmosfera, desde su efecto invernadero, deducidas las medidas tendientes a reducir, compensar, secuestrar o eliminar los mismos, alcance un equilibrio o neutralidad, de manera que, en un escenario ideal, no se produzcan emisiones de CO2.

 

Claramente, el efecto inercial de las emisiones pasadas y hasta el momento de alcanzar la meta de la neutralidad, determinará que, aun cuando se alcance una situación de equilibrio, la temperatura global seguirá en aumento o se estabilizará en niveles elevados, solo tendiendo a la baja, luego de un tiempo prolongado de reducción de emisiones, neutralidad, o incluso, emisiones negativas.

 

Una de las claves para alcanzar estas metas es lo que se ha denominada la “transición energética”, término utilizado para describir la mudanza de un sistema económico construido desde la Revolución Industrial en base a los combustibles fósiles, hacia una matriz energética y productiva construida en base a una amplia gama de nuevas energías de carácter renovable o sin liberación de carbono. Esta transición puede utilizar alguna de las siguientes herramientas:

 

  • Desarrollo de energías renovables para una amplia gama de usos industriales y para la generación de energía. Estas energías incluyen un menú que va desde la energía solar térmica y fotovoltaica, eólica, hidráulica, biomasa, mareomotriz, undimotriz, y geotérmica, entre otros.
  • Conversión de los sistemas de transporte en todas sus modalidades (terrestres, aérea, fluvial y marítima) desde su base actual en combustibles fósiles, hacia sistemas con menores emisiones o incluso una neutralidad en términos de emisiones de GEI. Este objetivo involucra una paulatina desafectación de la motorización convencional (en base a combustibles fósiles) con una transición hacia una electrificación que puede incluir el uso de vehículos híbridos, combustibles neutros en términos de emisiones de GEI, como es caso del hidrógeno y las celdas de combustible, además de una priorización del transporte público. En la transición, también se contempla una revalorización de sistemas ferroviarios, por su mayor densidad de carga en términos de emisiones y por las posibilidades de una más fácil electrificación (siempre que la fuente de energía, sea de origen sostenible)
  • Utilización de sumideros o fuentes de secuestro o almacenamiento de largo plazo de GEI, con énfasis en el CO2. Los sumideros pueden ser “vivos”, como son los casos de las forestaciones concebidas para el almacenamiento de carbono, incluyendo muchas estrategias puestas en marcha para la plantación de árboles en un sinnúmero de países, en zonas rurales e incluso urbanas. El secuestro de carbono puede efectuarse además con la inyección a reservorios geológicos (yacimientos de gas o petróleo agotados), o incluso con una captación directa desde la atmosfera.

La transición energética también implica una gradual adaptación de la economía y los sistemas productivos, incluyendo industrias con alto impacto en términos de CO2, como es el caso de la producción de cemento, con el fin de permitir una adecuación del mismo y que los cambios y la obsolescencia inducida por la transición hacia una economía descarbonizada sea lo menos traumático posible, en términos de empleo y equidad social.[16]

 

En esta transición, amén de la innovación tecnológica, la política económica también juega un rol con un abanico amplio de mecanismos, incentivos, precios o mecanismos tributarios para alinear a la economía con los objetivos de transitar hacia una neutralidad de carbono. Uno de estos mecanismos, siguiendo las enseñanzas de Arthur Pigou, es el denominado tributo o precio al carbono, procurando internalizar de alguna manera el efecto negativo de las emisiones de GEI, generando un desaliento para su uso, o en su caso, alentando el giro hacia el uso de combustibles o productos con menor impacto en el calentamiento global.[17]

 

  1. Cambio Climático y Cambio Paradigmático 

El calentamiento global es uno de los grandes desafíos que enfrenta la Humanidad. Los tiempos actuales se encuentran signados por una toma de conciencia respecto de los efectos y consecuencias que tiene la actividad humana sobre los ecosistemas planetarios y el impacto que las acciones del presente tendrán para el futuro. Esta toma de conciencia acompaña en forma gradual pero consistente, un cambio en los valores y la cosmovisión de la Humanidad actual, en relación con el resto de la vida sobre nuestro planeta y cuestiones que atañen a la equidad social y calidad de vida. No es casualidad que los movimientos sociales en defensa del ambiente han crecido en forma exponencial en las últimas décadas, y que los grandes credos de la Humanidad hayan asumido el compromiso de conservar a la creación con visiones más amplias y eco céntricas que las tradicionales centradas en el Hombre.[18]

 

La comunidad global enfrenta un enorme desafío en la reconstrucción socio-económica como consecuencia de la pandemia del coronavirus. Sin embargo, los desafíos de construir un mundo más sustentable de cara a un calentamiento del planeta que corre un serio riesgo de descontrolarse, son quizás mucho mas acuciantes por los alcances y complejidad de lo que representa convivir con temperaturas globales inusitadas para nuestra especie y un clima con una virulencia y extremos para los cuales no estamos preparados.

 

A estas circunstancias, cabe agregarle la incertidumbre que surge de un mundo cambiante en lo geopolítico, con tensiones que nacen con un escenario probable de ocaso de un mundo marcado por una visión dominante, globalizado y unipolar, correspondiente al “fin de la historia” de Fukuyama, y su reemplazo por un mundo multipolar atravesado por intereses nacionales o regionales en pugna. Es en este escenario complejo y competitivo, acaso más parecido al transcurso de la historia humana pasada, signada por la primacía de los intereses nacionales por encima de los colectivos, donde la Humanidad se encuentra obligada a cooperar y aunar esfuerzos ante un desafío común de una envergadura única, para el cual no existen antecedentes que sirvan para marcar el sendero.

 

Citas

 

[1] Egresado de la UBA, especialista en Derecho de los Recursos Naturales de la Facultad de Derecho de la UBA, Magister de la Universidad de Aberdeen (Escocia), especialista en Derecho del Gas y Petróleo (Facultad de Derecho UBA) y en Gestión Ambiental (Facultad de Ingeniería, UCA). Se ha desempeñado profesionalmente en el ámbito privado, público y con organizaciones de la sociedad civil, siendo además consultor de organismos multilaterales (OEA, BIRF, BID, FAO) e internacionales ligados a la conservación de la naturaleza (UICN, WWF). Es autor de numerosas publicaciones académicas de Argentina, Colombia, EEUU y Gran Bretaña. En la actualidad se desempeña como consultor independiente en el campo de los recursos naturales y el ambiente, siendo docente en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Austral, Belgrano, ITBA, UNS, UCASAL entre otras.

[2]El calentamiento global representa un desafío político y económico para la dirigencia del planeta en la actual coyuntura en donde las evidencias respecto de los riesgos e impactos son cada vez mas contundentes y donde las implicancias practicas se palpan en los hechos cotidianos, como son las temperaturas cada vez mayores, el incremento de eventos climáticos extremos, fenómenos como incendios de pastizales, campos y bosques, en forma simultánea y en diferentes lugares del planeta. El documento “Reconciliándonos con la Naturaleza” del PNUMA y emitido por el Secretario General de la ONU en febrero 2021(ver https://www.unep.org/resources/making-peace-nature), junto con los informes del IPCC difundidos en 2021 y 2022, son sobrios y preocupantes recordatorios de la seriedad de los desafíos que enfrenta la Humanidad, además de sus alcances universales (mas allá de los impactos mayores en segmentos mas vulnerables de la población global). Ver https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg1/ y https://www.ipcc.ch/report/sixth-assessment-report-cycle/

[3]The Economist, en una reciente nota “Why Energy Insecurity is here to Stay” publicada el 26/03/22, alerta sobre los riesgos de una excesiva concentración de la producción de minerales en algunos países (que denomina con aptitud “electroestados”), por las disrupciones que puede producir en un mundo cambiante en lo geopolítico y en transición energética hacia una matriz descarbonizada. Más aún, algunos de estos países son notorios por casos de inseguridad jurídica, conflictos sociales y violaciones de derechos humanos.

[4]La alta dependencia europea de los hidrocarburos rusos, junto con los altos precios coyunturales por una oferta ajustada, han sido factores que, sin lugar a dudas, incidieron en la decisión de invadir un país independiente. Es también concebible que un escenario a mediano plazo, con una creciente diversificación de la matriz energética y un menor peso estratégico de la energía fósil, haya inclinado la balanza por la opción bélica, mientras el “arma del gas y el petróleo”, aun goza de su actual peso estratégico e importancia como elemento de coerción y condicionamiento en las relaciones internacionales. En un escenario a futuro de reducción de emisiones y creciente insignificancia de los hidrocarburos como commodity estratégico, cobra sentido aprovechar el momento de máximo peso estratégico y “golpear en caliente”, antes de dejar pasar la oportunidad, incluso con el riesgo de quedar rezagado por completo ante la innovación tecnológica y cambios paradigmáticos. Ver Yergin, Daniel “The Economist”, 19/03/2022“Why Russia is losing its Status as an Energy Superpower”.

[5]La noción del “Green New Deal”, apunta precisamente a una reconstrucción económica fundada en principios de sostenibilidad ambiental, equidad y descarbonización de los sistemas energéticos. El termino se inspira en el “New Deal”, concebida por la Administración Demócrata de los EE.UU. en los años 30 del siglo pasado como estrategia para sortear la gran depresión económica luego del colapso financiero de 1929. Algunos programas de aquella época, llaman la atención en la actualidad por su presciencia precursora, como es el caso de la reforestación o la recuperación de suelos erosionados en el centro-oeste norteamericano, degradado por una combinación de sequia y malas prácticas agrícolas en las décadas precedentes. En los tiempos actuales ha sido impulsado en la Unión Europea y por la administración demócrata de EE.UU. en gran medida como respuesta a las ideas de los sectores más afines al ala izquierda o socialista del partido gobernante y referentes como Alexandra Ocasio-Cortez, quienes han tomado con entusiasmo la agenda ambiental y climática.

[6]Carlos Darwin, autor del “Origen de las Especies” y la Teoría de la Evolución, por ejemplo, esbozó los cambios en el clima a lo largo de los periodos pasados, con la formulación de eras geológicas mucho más largos de los que proponía muchos científicos de su tiempo. Otros científicos como Agassiz, Charpentier y Venetz estudiaron los glaciares y su relación con los cambios del clima, mientras que Milutin Milankovitch relacionó los cambios en la temperatura global con oscilaciones en la órbita terrestre y cambios en la radiación solar. El matemático francés, Fourier, a comienzos del siglo XIX acuñó el término “efecto invernadero” en referencia a la capacidad que observó en la atmosfera terrestre de retener la energía solar manteniendo la temperatura planetaria. John Tyndall, promediando el siglo XIX avanzó aún más en la hipótesis estudiando otros gases con similares efectos de retención de energía solar, causando así el efecto invernadero. Sus observaciones se enfocaron hacia el metano y otros hidrocarburos.

[7]La temperatura del planeta ha variado a lo largo de las eras geológicas pasadas, incluso con periodos de altas temperaturas y niveles de CO2 atmosférico, mucho más altos que los de los tiempos actuales. La geología, por ejemplo, identifica un periodo denominado como la máxima térmica de la transición paleoceno-eoceno (hacia unos 65 millones de anos, con una media global estimado en 23 grados centígrados, 8 o 9 grados superiores a la media presente. El periodo coincide con condiciones neotropicales en gran parte de las masas terrestres, carencia de casquetes polares y densa forestación en la Antártida. A diferencia del fenómeno que vivimos en la actualidad, los periodos de altas temperaturas en el pasado geológico remoto, en coincidencia con elevados niveles de gases con efecto invernadero, ocurrieron en procesos mucho más lentos, permitiendo una adaptación o evolución paulatina de ecosistemas al mismo. Los cambios en la composición de la atmosfera con el incremento de GEI en los últimos 2 siglos, son órdenes de magnitud mas repentinos que los procesos propios de la geología planetaria y los cambios introducidos por la humanidad son mas vertiginosos que los tiempos de la Naturaleza.

[8]Se pensaba que el norte de Canadá y Siberia tendrían aptitud para incrementar la producción de alimentos en función de un clima más templado. Más aun, pese al aumento de CO2 en la atmosfera como consecuencia de la Revolución Industrial, hubo varios anos de descenso de las temperaturas medias globales, a causa del mayor material particulado en la atmosfera, consecuencia del smog y la contaminación propia de la industrialización temprana. Esta circunstancia irónica, sirve para recordar y remarcar las complejas y a veces complejas y contradictorias interrelaciones, cuando se pretende comprender los efectos recíprocos entre la actividad humana y el funcionamiento de los sistemas naturales.

[9]El biólogo norteamericano, Paul Ehrlich, autor del célebre trabajo “Bomba Poblacional” alertó también sobre la contaminación atmosférica y las implicancias para el cambio climático (al igual que su secuela “La Explosión Poblacional” escrita con su hermana en 1993). Ambos trabajos fueron muy influyentes en el movimiento global ambiental a lo largo de esas décadas de formación de las líneas en materia de política ambiental global.

 

[10]Pueden consultarse fuentes tales como la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) http://ccsg-iucn.com/wp-content/uploads/2018/03/CCVA-Guidelines-complete-lowres_linked.pdf, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) con una amplia disponibilidad de documentos técnicos y científicos https://www.ipcc.ch/documentation/   Uno de los informes sobre el ciclo de carbono elaborado por IPCC puede ser accedido en la página de dicho organismo https://www.researchgate.net/profile/Abha_Chhabra2/publication/271702872_Carbon_and_Other_Biogeochemical_Cycles/links/54cf9ce80cf24601c094a45e/Carbon-and-Other-Biogeochemical-Cycles.pdf

[11]Sin embargo, el impacto de la ganadería en términos climáticos, no es unilineal y admite ponderaciones holísticas atendiendo a las formas de producción, vinculando en una mirada de conjunto, un balance total que incluye las emisiones, junto al desempeño en el balance del carbono del manejo del suelo, pastizales, cobertura, suplementos alimentarios y otras funciones. De ahí que el impacto de la ganadería puede ser mínima, con modelos de producción basado en una gestión integrada y sustentable de la hacienda, con el suelo y la preservación de otros aspectos como la diversidad biológica o medidas que conservan el suelo y evitan la desertificación. (Ver Viglizzo, Ernesto, “El agro y su relación con el carbono”, Presentación Bolsa de Comercio de Rosario https://www.youtube.com/watch?v=Y59gVks87vw 2021. También Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) “Mitigación de GEI en la Ganadería”, Panel Virtual junio 2021 https://www.youtube.com/watch?v=t0KF_tE0dL0

[12]Pueden consultarse los gráficos ilustrativos elaborados y sintetizados en publicaciones especializadas diversas. Por ejemplo “The Guardian Environment”
https://www.theguardian.com/environment/2019/sep/20/the-climate-crisis-explained-in-10-charts?CMP=Share_iOSApp_OtherCEPAL e IPCC.

 

[13]Una demostración certera de esta transformación en la importancia que posee el cambio climático en la agenda internacional es el perfil de los representantes gubernamentales en las conferencias anuales a lo largo del tiempo. Las primeras conferencias de las partes o “COP” reunían únicamente a funcionarios de 2 orden y especialistas técnicos o representantes de ONGs y organismos especializados en cumbres con escasa trascendencia mediática. Con el paso del tiempo, esta circunstancia se fue revirtiendo, con presencia cada vez mas frecuente de decisores clave de países protagónicos en la economía global. En 2005, por ejemplo, la Cumbre de Gleneagles (Escocia) del G7, planteo la gravitación del cambio climático como desafío central para el desarrollo económico del mundo en las próximas décadas, lanzándose el “Informe Stern” elaborado por el Banco de Inglaterra con proyecciones duras sobre el costo económico del cambio climático para la economía global. En Copenhague, en la cumbre climática o COP 15 realizada en 2009, concurren los líderes de los dos países emisores más importantes, EE.UU. y China en un encuentro presencial para plantear una hoja de ruta a futuro para reducir emisiones. Barack Obama y Xi Xing Ping avalaron así la denominada Hoja de Ruta de Copenhague que, con idas y vueltas posteriores, culminaría en la adopción del Acuerdo de Paris en 2015, contando también con la presencia de líderes globales de peso. Las cumbres económicas globales mas gravitantes, como las que se realizan en Davos, desde hace varios años han puesto el énfasis en la necesidad de desarrollar mecanismos y estrategias para hacer frente al calentamiento global.

[14]6 Informe de Evaluación “Cambio Climático 2022: Impactos, adaptación y vulnerabilidad”, IPCC, 2022. Ver https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/.  Ver también https://g20italia2021.org.

[15]De allí, por ejemplo, que muchos países hayan establecido gabinetes de cambio climático con coordinación interministerial. En Argentina, la ley 27520, consagró los presupuestos mínimos de adaptación y mitigación a los efectos de cambio climático, en función de los compromisos adoptados en el Acuerdo de Paris (ratificado por Ley 27270) y la conformación de un gabinete ministerial de cambio climático constituido en 2016 mediante Decreto PEN 891, luego reemplazado con la reglamentación de la norma de presupuestos mínimos (Decreto 1030/20)

[16]Uno de los desafíos en la transición energética es la reconversión de la industria petrolera hacia un rol más amplio como proveedores de energía integral. Es conocido el termino de “activos varados” o “stranded assets” en alusión a yacimientos o perspectivas exploratorias que, en un escenario de ocaso de los combustibles fósiles, pierdan de manera abrupta su valor estratégico o económico. De allí que la transición energética también implique una suerte de “puente” donde en forma gradual se decline en el uso de combustibles fósiles de alto impacto, como es el caso del carbón, con un reemplazo por el gas natural, que posee menos impacto en termino de CO2, facilitando o ganando tiempo para una reconversión paulatina de los sistemas productivos hacia modelos más sostenibles. El horizonte de ocaso para la actividad petrolera, es la razón por la cual países con activos importantes en hidrocarburos (Noruega, Emiratos Árabes), han apostado a la diversificación y des carbonización de sus economías, en anticipación a tiempos futuros en donde el petróleo o el gas carezca del valor estratégico que tuvo en el pasado. Sin perjuicio de ello, los analistas presuponen una demanda futura más o menos estable de algunos derivados de petróleo para la industria de la petroquímica.

[17]Arthur Pigou, economista británico y catedrático de la Universidad de Cambridge, creador de economía del bienestar, fue uno de los pioneros en el uso de tributos con fines ambientales o como incentivos para la internalización de costos colectivos o externalidades negativas.

[18]Laudato Si”, Encíclica Papal de SS. Francisco, 2015 http://www.vatican.va/content/francesco/en/encyclicals/documents/papa-francesco_20150524_enciclica-laudato-si.html

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