Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente

Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente
RIDCA - Edición Nº4 - Derecho Ambiental

Mario Peña Chacón. Director

20 de diciembre de 2023

Desarrollo Sustentable y Ambiente en un Mundo Cambiante e Incierto

Autor. Juan Rodrigo Walsh. Argentina

Por Juan Rodrigo Walsh[1]

  

Mañana, y mañana, y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito, y la luz de todo nuestro ayer guió a los bobos hacia el polvo de la muerte. ¡Apágate, apágate breve llama! La vida es una sombra que camina, un pobre actor que en escena se arrebata y contonea y nunca más se le oye. Es un cuento que cuenta un idiota, lleno de ruido y de furia, que no significa nada. (Macbeth, William Shakespeare)

 

  1. Introducción

 La irrupción del COVID 19 en la vida humana en 2020 fue un hito sorpresivo y arrollador, que tuvo fortísimas consecuencias, no solo en la salud global, sino también en la economía  y las relaciones internacionales, con impactos sobre las cadenas comerciales internacionales y las relaciones geopolíticas. Más que cisne negro, término utilizado en la jerga financiera para describir un evento repentino e inesperado, la crisis sanitaria y económica desatada por el Coronavirus en el mundo actual, se asemeja más a un “rinoceronte gris”, o quizás un dinosaurio negro, ¡¡por su impacto inusitado y extenso de los alcances en toda la vida humana!!.[2]

La vertiginosidad del fenómeno sorprendió a casi todos los analistas e incluso fue revelador respecto de la escasa coordinación y articulación a nivel internacional, en claro contraste con otras circunstancias pasadas semejantes, como fue, por ejemplo, la crisis financiera del 2008.

A su vez, fue también un reflejo del resquebrajamiento en el orden mundial imperante desde mediados del siglo pasado, en donde, finalizando la segunda guerra mundial, se sentaron las bases para un sistema internacional, basado en reglas de acción colectiva y la consolidación de una institucionalidad internacional, centrado en la ONU, los organismos multilaterales de fomento y crédito asociados a ella y el conjunto de reglas que conforman el derecho internacional en vigencia hasta la fecha. 

El COVID 19, fue un disparador o catalizador que nos obligó en cierta forma a ponderar e incluso repensar algunos de los desafíos profundos que subyacen el funcionamiento de la economía actual y nuestras sociedades, donde convergen los planteos y cuestionamientos referidos a la economía, el funcionamiento de las instituciones políticas e incluso los alineamientos geopolíticos que se vienen reconfigurando desde entonces. En este contexto, los desafios ambientales, centrados en el calentamiento global, la perdida de biodiversidad y la contaminación de los ecosistemas en todo el planeta, han adquirido en los últimos años, una urgencia y un peso en el debate colectivo, inimaginable hace unas décadas, cuando la agenda ambiental recién asomaba en el mundo. [3]

Apenas concluida la pandemia, a comienzos de 2022, el mundo vivenció un nuevo acontecimiento disruptivo, por cierto inesperado por muchos analistas, la invasión rusa a ucrania. En las semanas previas, pese a las alertas de algunos analistas, pocos imaginaron que lo que a todas luces parecía una maniobra o bravuconada con más perfil de puesta en escena o teatralizacion, terminaría en una invasion real y una guerra, que, transcurridos dos años, se ha consolidado en el mayor conflicto bélico en suelo europeo, desde la Segunda Guerra Mundial.

A este conflicto bélico, verdadero retroceso en aquellas reglas internacionales adoptadas luego de 1945, se le agregan nuevos focos de tensión geopolítica en un mundo que se vuelve multipolar y complejo, con emergencia de actores cada vez más gravitantes, desde el caso más que obvio de la Republica Popular China y sus aspiraciones locales en el sudeste asiático y globales como actor económico, pasando por India, un nuevo y gravitante actor, tanto por su tamaño y población, como por su rol en rubros emergentes como la informática y tecnología.

En este escenario geopolítico multiactoral, se vuelven a debatir cuestiones de proteccionismo económico, a veces amparados en justificaciones de tipo estratégico, a veces en argumentos de desarrollo autárquico y proteccionismo económico con un corte más nacionalista.

En todos estos escenarios de tensión agonal, en lo económico, social, institucional y político, asoman dimensiones que hacen a los aspectos ambientales asociados en forma transversal a todas las facetas. La población global humana se enfrenta en la actualidad a una suerte de interpelación o imputación que nos hace la Naturaleza, a raíz de las consecuencias derivadas de la dominancia y supremacía que ha impuesto nuestra especie en todo el planeta a lo largo de mucho tiempo, y en particular a partir del momento en donde la historia ha sido marcado por una visión unidireccional de crecimiento y desarrollo sin limitaciones fácticas o morales.

Este entrelazamiento estrecho entre la actividad humana en su conjunto o su “huella ambiental” sobre los ecosistemas y recursos naturales del planeta, constituye un elemento gravitante en casi todas las discusiones que se dan en la actualidad sobre desarrollo y crecimiento económico, sustentabilidad económica y social, equidad intergeneracional, patrones de ocupación del territorio, utilización de la energía, junto a otras cuestiones tales como la desigualdad económica y el fenómeno de la brecha creciente entre niveles de ingreso en muchos países del planeta.

El debate en torno a la interrelación entre desarrollo económico y su viabilidad o factibilidad ambiental, se cruza e intersecta inevitablemente con polémicas entorno a los modelos de organización política más adecuados para asegurar caminos futuros que permitan armonizar la vida humana en el planeta con la tutela de los ecosistemas que la sustentan.

Interrogantes tales como ¿es viable mantener la democracia liberal, o la libertad de mercado, como paradigma de organización política y económica, frente a desafíos que exigen visión de largo plazo y un accionar estatal protagónico? ¿Se pueden reconciliar las libertades individuales tan centrales para las democracias occidentales, con medidas de claro corte autoritario o totalitario, que se adoptan en nombre de la eficiencia administrativa o la aparente superioridad de una tecnocracia asistida por la inteligencia artificial? Estas preguntas y otras similares, están a la orden del día y se presentan con cada vez más frecuencia, tanto en los debates académicos, como en las discusiones políticas cotidianas.

Veamos por partes algunas de las cuestiones bajo debate en esta compleja trama enhebrada de temas interrelacionados:

  1. El Paradigma del Crecimiento ad infinitum

La Humanidad ha visto un periodo de crecimiento y prosperidad inusitada a lo largo de los últimos 3 siglos, en un claro contraste con lo que ha sucedido a lo largo del resto de la historia de la especie sobre el planeta.[4]

Más allá de los planteos sobre la creciente desigualdad y la existencia de grandes franjas de pobreza en muchos lugares de la Tierra, los hechos objetivos demuestran que el incremento del bienestar y la riqueza de vastos sectores de la humanidad es inconmensurable, cuando se lo contrasta con cualquier otro momento pasado de la historia de la humanidad.[5]

La expectativa de vida de una persona en la segunda década del siglo XXI, aún en los lugares más postergados del planeta, es superior en décadas, respecto de lo que eran los promedios en la era del Apogeo Griego, el Imperio Romano, la Antigua Persia, la Edad Media, o incluso en los albores de la Revolución Industrial. Hacia fines del siglo XVIII, la expectativa de vida en todo el planeta oscilaba entre los 30 a 40 años de edad, sin mayores distinciones entre sexos, mientras que, en la actualidad, esta cifra supera los 80, en países desarrollados, mientras que aun en lugares postergados del planeta, se encuentra alrededor de lo 60 años, cifra muy superior a lo que era la media en zonas desarrolladas antes de la revolución industrial.[6]

Similares reflexiones se pueden efectuar para un sinnúmero de parámetros atinentes al desarrollo humano, tales como niveles de educación, sistema sanitario, acceso a la salud, desgaste físico por trabajo manual excesivo, u otros parámetros. Son abundantes los relatos de historiadores y analistas contemporáneos sobre la precariedad que durante milenios caracterizó a la humanidad, siempre a un paso de la hambruna, la muerte por pandemias o otras catástrofes naturales, y sin capacidad alguna de respuesta desde el Estado o las instituciones existentes a lo largo de la historia.[7]

En nuestro país, al igual que en muchos lugares del planeta, los actuales niveles de alfabetización eran inimaginables en tiempos pasados, como por ejemplo en los albores de la vida como país independiente. Los niveles de alfabetización que hoy damos como hechos incontrovertibles, eran inimaginables hace dos siglos, un lapso enorme de tiempo en términos de la historia contemporánea, pero absolutamente insignificante en tiempos de la evolución antropológica de la humanidad.[8]

Más aún, apenas un siglo atrás, saliendo de la Gran Guerra de 1914-1918, los niveles de alfabetización en muchos países europeos que protagonizaron el conflicto, distaban mucho de los niveles de instrucción de esos mismos países en la actualidad. En los años posteriores, y en parte como consecuencia directa de las transformaciones sociales producidas como consecuencia de la conflagración mundial, la alfabetización se incrementó a un ritmo de un 4% anual en las décadas posteriores.[9]

Sin embargo, la noción del progreso y crecimiento como regla y normalidad unidireccional, es, en realidad un paradigma relativamente reciente y propio de los últimos siglos y la modernidad histórica. No obstante, esta circunstancia que nos resulta obvia y hasta una regla básica de la evolución en donde las generaciones actuales dan por sentado que tendrán más prosperidad, conocimiento y longevidad que los precedentes, no fue siempre así a lo largo de la historia de nuestra especie sobre la Tierra. Más bien es la excepción: una persona nacida en los tiempos de Alejandro Magno no habría tenido mayor diferencia en sus condiciones de vida y bienestar, de haber nacido un siglo antes o después, más allá de las turbulencias circunstanciales que podría haber protagonizado en uno u otro momento.

La expectativa de vida, las comodidades y la riqueza que hoy damos por hecho y sin mayores consideraciones, son una circunstancia de los tiempos actuales, bien diferentes de lo que existía en el pasado. En realidad, las circunstancias de vida, riqueza, alimentación y prosperidad a las cuales podía aspirar un ser humano promedio durante gran parte de la Historia, no variaron mucho a lo largo de los siglos, al menos hasta el comienzo de la Revolución Industrial.[10] ¿Hasta qué punto es el desarrollo vertiginoso basado en la ciencia y la tecnología, la condición normal en la historia, o una circunstancia excepcional propio de los últimos tiempos? ¿Es posible un crecimiento unidireccional, sin pausa, sin límites, donde la tecnología puede sustituir sine die y sin excepciones las limitaciones impuestas por la Naturaleza?

  1. Estado, Mercado, Democracia y Globalización

Una situación paralela se presenta con otras instituciones y construcciones asociadas al crecimiento económico inusitado de la modernidad. El Mercado como ordenador de la Economía, la Institucionalidad Democrática y en cierta forma, ambos en forma conjunta y estrechamente vinculados al Ideario Liberal predominante en Occidente, son considerados como estados deseables, cuando no requisitos necesarios para el progreso social y el desarrollo económico.

¿Es así tan axiomático? Más allá de la opinión personal y una predisposición casi instintiva de quien suscribe por los beneficios que le ha dado la democracia liberal a la especie humana, en particular en los años de la posguerra y hasta el presente, es indudable que este marco conceptual, se encuentra bajo cuestionamiento en los tiempos que corren y desde diferentes flancos del arco ideológico.

Cuando Fukuyama proclamaba, a comienzos de los años noventa, el fin de la historia tal como se había dado hasta la caída del muro de Berlín, con un triunfo definitivo del modelo político basado en la democracia y una economía construida sobre el mercado y el capitalismo con iniciativa privada, reflejaba en cierta forma el sentimiento de hubris que también caracteriza a la fe en la tecnología y la capacidad humana para transformar el planeta con una visión de progreso y crecimiento sin límites.[11]

El pensamiento y las creencias que subyacen la tesitura de Fukuyama han servido como fundamentos intelectuales para la expansión de la economía de mercado en las últimás décadas, desconociendo en algunos casos las implicancias ambientales del desarrollo económico, como también los efectos negativos de una economía de mercado, como es la concentración de poder en pocos actores con poderes monopólicos y la eliminación de la competencia. Cabe destacar que el propio Fukuyama rescataba las condiciones que tiene la democracia liberal para acotar las desigualdades en una sociedad, o a enfrentar desafíos colectivos como el cambio climático.[12]

Los años posteriores a la obra de Fukuyama, coincidieron con una suerte de pleamar de un paradigma basado en la primacía de la economía de mercado, la inversión extranjera en países del mundo emergente, la sofisticación y consolidación de mercados financieros globales, un comercio internacional interconectado y cada vez más interdependiente, el surgimiento de grandes empresas tecnológicas, producto de la innovación y la sinergia de los sectores financieros, telecomunicaciones y otros servicios afines. Los últimos años han visto un desplazamiento de la riqueza tradicional, anclado en activos físicos, hacia los activos intangibles con énfasis en la propiedad intelectual, la información y la conectividad.

Sin embargo, lo que parecía una batalla ganada en los términos de Fukuyama, y de ahí el término “fin de la historia”, con un triunfo homérico del capitalismo y la democracia liberal sobre el comunismo y las economías planificadas, empezó con el paso del tiempo a mostrar inconsistencias y fracturas desde diferentes ópticas. Uno de los mayores, y quizás el más trascendente de los desafíos para un modelo de crecimiento material y económico sin fin, yace en los límites que impone la naturaleza y la finitud del ambiente. Aún concepciones que rescatan las habilidades humanas que nos distinguen de otras especies, como la que expone Harari en sus obras célebres Sapiens y Homo Deus, hacen hincapié en la magnitud de las restricciones y limitaciones que impone un planeta finito y una Naturaleza compleja.

Los desafíos ambientales a la economía moderna (sea esta de corte capitalista liberal, o estatista) se vuelven más complejos con otras circunstancias, que, si bien no guardan relación directa con lo ambiental, si hacen a la sustentabilidad en sentido más amplio con mirada en los aspectos sociales y de equidad. El incremento de la desigualdad en las últimas décadas, junto a la concentración de la riqueza, ya no en los tradicionales sectores nobles o terratenientes que dominaban la industria, el comercio y las finanzas en tiempos pasados, sino en nuevos rubros vinculados con la tecnología, manejo de información e inteligencia artificial, registra niveles nunca antes visto en la Historia.[13]

Junto con la riqueza concentrada en pocos gigantes del sector tecnológico y financiero, la economía moderna enfrenta otros desafíos que tornan incierto su sostenibilidad social e incluso justificación ética en el tiempo. La tecnificación e informatización creciente de grandes franjas de la economía, han cambiado radicalmente el mercado de trabajo en todo el mundo, reforzando por un lado el fenómeno de concentración de riqueza, mientras que, por otro, torna precaria la subsistencia de vastos sectores de la población global.[14]

Cuando se analiza este fenómeno, producto de la tecnificación, las economías de escala y la obsolescencia de muchos empleos, incluso tradicionalmente considerado estables y bien remunerados, considerando además la mayor longevidad de la especie humana, aparece otro elemento objetivo que agrava la situación y amenaza la sostenibilidad social e intergeneracional. La pregunta en irónica: ¿Cómo sostener a generaciones de adultos mayores cuya expectativa de vida se alarga como consecuencia de los avances alcanzados, en un marco de restricción de las relaciones laborales tradicionales?

No es causal que la combinación de factores como el envejecimiento de la población en muchos países, con una precarización laboral creciente en todos los niveles, está haciendo estragos en los sistemas previsionales de todo el mundo. Además de tornarse inviable y una de las principales causas de colapso financiero en muchos países (entre los cuales el nuestro es un ejemplo conspicuo), representa una situación explosiva y una amenaza para la seguridad e integridad física de muchos, junto con tensiones sociales agravadas por procesos de degradación ambiental vinculados al calentamiento global y sus efectos directos, la desertificación o el anegamiento de zonas vulnerables. No es casual que una de las respuestas bajo análisis en ciertos sectores académicos e incluso empresarios, es la de un ingreso universal básico, tendiente a aliviar un desamparo generalizado, producto de cambios en la sociedad y en la economía, difíciles de predecir y menos de controlar.

  1. Toma de Conciencia y Conversión a la Sustentabilidad

En un marco de fondo a estos problemas con el paradigma de mercado dominante a lo largo de los últimos años, crece una conciencia ambiental con discernimiento sobre amenazas globales como el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y el abanico de efectos no imaginados o previstos de la dominancia humana sobre los recursos naturales.

La preocupación con los impactos ambientales que tiene la especie humana en los tiempos actuales, potenciados por los avances tecnológicos sorprendentes de las ultimás décadas, ha crecido exponencialmente a lo largo de las décadas desde la Cumbre de Rio de 1992, cuando se consolidó el concepto de sustentabilidad surgido durante los años de elaboración del emblemático Informe Brundtland, en 1987.

El fenómeno del crecimiento exponencial de la conciencia ambiental global es asombroso: En pocos años, la agenda de la sostenibilidad se corrió desde sectores relativamente marginales e identificados con un ambientalismo militante, hacia el centro de la escena y al núcleo de cuestiones geopolíticas y económicas internacionales claves. Mientras en los años 90, la agenda ambiental era considerada casi como un accesorio adicional al problema central del crecimiento económico, en los tiempos que corren, la agenda ambiental y la preocupación por el cambio climático, se convierte en un punto neurálgico para cualquier encuentro serio de negocios o cumbre política internacional.

Desde el G7, pasando por el G20, las diferentes cumbres de Davos o los aportes de cualquier thinktank globalizado, se reflejan las preocupaciones por los impactos humanos sobre el ecosistema planetario, las cuales hoy distan mucho de las posturas políticamente correctas o del “greenwashing” corporativo que podía suceder en tiempos pasados, apelando simplemente a mejorar la imagen institucional de una empresa o un sector, con el fin de seducir o aplacar a consumidores, usuarios y público en general.

La agenda del desarrollo sustentable, con la concepción amplia que hemos procurado plantear en estos párrafos, se ha corrido claramente al centro del escenario, desde las franjas marginales que supo ocupar en años anteriores. La sostenibilidad trasciende actualmente la visión compartimentalizada e instrumental que tuvo en las décadas emblemáticas de la globalización económica, más enfocado hacia el cumplimiento con criterios y reglas ambientales prescriptivas o instrumentales. Hoy implica un compromiso ético profundo y transformador, superador de las iniciativas pretéritas enfocadas más hacia una buena ciudadanía corporativa y diligencia en el cumplimiento normativo social y ambiental.

En esta tendencia hacia planteos más radicales, incluso de corte existencial, tendientes a “repensar” la organización socio-económica, los conceptos de mercado, estado, ciudadanía global, gobernabilidad y las instituciones diseñadas para una vida más equitativa y sustentable, los aportes conceptuales desde diferentes ámbitos y disciplinas, han crecido en cascada en los últimos años en base a un “repensar” el sistema socio-económico desde sus cimientos.

De los cuestionamientos que la ciencia económica empezó a efectuar, tímidamente hace unas décadas, acompañando la “conversión ambiental” de las instituciones multilaterales de crédito y la academia en general, se ha pasado a un cuerpo importante de ideas, reflexiones y construcciones teóricas, cuya finalidad es la de cuestionar al ideario más tradicional o “mainstream”, incluso sin diferenciar entre corrientes de raigambre liberal o marxista. En la actualidad, no se trata de meramente agregar el adjetivo sustentable a los términos de la política, las relaciones internacionales o la economía, sino de darle un contenido nuevo y radical.

Así, las tendencias surgidas en países de Europa occidental vinculados a la idea del decrecimiento, “decroissance” o una economía ambiental, más afín a las ideas de la ecología profunda, han venido a cuestionar el paradigma del crecimiento como camino inexorable para el desarrollo, y el mercado y el consumo como motores excluyentes para el desarrollo sustentable.[15]

En algunos casos, el rechazo al consumo creciente y al crecimiento económico como únicos parámetros para medir el éxito y el desarrollo de las naciones, ignorando otras nociones, tales como el bienestar, la calidad de vida, o incluso valores espirituales, en contraposición con la posesión de bienes materiales, incorpora y restaura una visión ética y humanista al desarrollo económico, relegado durante mucho tiempo. Las teorías del decrecimiento y la economía ecológica, también cuestionan e interpelan a la creciente inequidad en muchas sociedades occidentales, como consecuencia de la visión basada en forma exclusiva y única en el mercado como paradigma de desarrollo durante la década del noventa.

En cierta forma, estas corrientes abrevan en las ideas expuestas por el Club de Roma en la década del setenta, siguiendo la Cumbre de Estocolmo y las primeras voces de alerta sobre los desafíos ambientales que enfrentaba la Humanidad en aquel momento. Las ideas subyacentes del Club de Roma, en base al crecimiento cero y a un concepto de equilibrio entre producción y consumo, al igual que otras voces consideradas agoreras en aquel momento, fueron corridas del escenario y considerados extemporáneos por los fenomenales avances tecnológicos que desmintieron sus visiones negativas iniciales.[16]

Sin embargo, algunas ideas y visiones subyacentes de aquel momento, como es el concepto de la “Economía Circular” han sido redescubiertas e inspiran políticas públicas en el continente europeo y sostienen la lógica de muchos programas ambientales en otros países., incluyendo el “Pacto Verde” de la Union Europea, o la Inflation Reduction Act de los EE.UU. De hecho, ganan fuerza y se consolidan en muchos ámbitos profesionales, corporativos y de organizaciones ciudadanas, cada vez más conscientes de la magnitud de los desafíos que enfrenta la sociedad moderna.

El premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, en su trabajo “The Roaring Nineties” de 2003, criticó con agudeza algunas de las consecuencias derivadas de la dominancia del modelo de mercado a partir del ocaso del socialismo en los años 90 y las consecuencias negativas para los bienes colectivos (calidad de aire, aguas comunes, biodiversidad) y en particular con amenazas de mediano y largo plazo, como el cambio climático. Los cuestionamientos del economista tienen un sustento en una visión ética e idealista respecto del funcionamiento del mercado dentro de las democracias modernas.[17]

Otros han ido más lejos en la vinculación entre ética, ambiente y desarrollo sustentable, desde pensadores alineados en las corrientes de ecología profunda, como es el caso de Arran Gare, académico australiano, o el economista chileno, Manfred Max-Neef, hasta organizaciones religiosas, como es el caso de las iglesias católica, anglicana, luterana y otros credos como el sufismo, corriente mística del Islam.

Emblema de esta preocupación y la búsqueda por alternativas a futuro, es sin duda la encíclica papal Laudato Si, publicada en 2015, luego de extensas y horizontales consultas de la Santa Sede con expertos de disciplinas diversas. El Laudato Si es en cierta forma un texto revolucionario, representando la primera incursión de la Iglesia con un documento oficial y vinculante para sus fieles respecto de la relación Humanidad y Naturaleza que elabora y construye sus preceptos en base a la ciencia contemporánea, superando las interpretaciones clásicas de los textos bíblicos, con sustento en criterios antropocéntricos y de clara dominación de la Tierra por el Hombre.[18]

No es casual tampoco que en el mismo año 2015 en que se difunde la encíclica Laudato Si, la ONU adopta los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como una meta programática que atraviesa cuestiones sociales, ambientales, de equidad e inclusividad, con aspectos que atañen al funcionamiento de la economía.

Además de los ODS y la Encíclica Papal mencionada, el 2015 concluyó con la suscripción del Acuerdo de Paris por parte de la comunidad internacional tendiente a diseñar e implementar un sendero de gradual reducción de emisiones y estrategias de morigeración de los efectos del calentamiento global, en un esfuerzo sin precedentes que refleja, más allá de las reticencias y mezquindades de algunos sectores o individuos, el reconocimiento de la gravedad de la amenaza que representa un cambio climático vertiginoso y agudo para la humanidad en los tiempos actuales.

  1. Reflexiones Finales

La pandemia que vivimos entre 2020 y 2021, seguido por los conflictos desatados en Europa y más recientemente en Medio Oriente con el conflicto originado por Hamás en la Franza de Gaza, ha desnudado en muy poco tiempo, muchas y grandes falencias y fragilidades que, en el día a día de la modernidad y la vertiginosidad de la economía en la era digital, quedan sepultados bajo el cúmulo de datos e información con el cual el ciudadano actual debe lidiar. Se vive hoy un temor y una incertidumbre respecto del futuro, que nos devuelve en forma cruda y directa la noción de nuestra fragilidad, frente a un planeta, cuya biosfera y sistemas naturales complejos nos trasciende.

Este baño de humildad a que nos vemos expuestos, pone en perspectiva la situación endeble de una economía global que, apenas unos años atrás, mostraba cifras de crecimiento, en toda apariencia sólidas y consolidadas, en especial en países como EE.UU. o China. ¡Nada resulta más apropiada para estas circunstancias que las expresiones de Macbeth en el ocaso de su vida trágica, con la que abrimos las presentes reflexiones!

Los desafíos futuros en lo económico y en lo político son mayúsculos.  Hoy se han expuesto las tensiones políticas y sociales que se vienen manifestando hace varios años y que hemos descripto en párrafos precedentes: Disconformidad con el funcionamiento de los sistemas democráticos, perdida de confianza en las élites globalizadas y cosmopolitas, tanto culturales como económicas, consternación con una precariedad laboral creciente, junto a una concentración de la riqueza desconocida en otros tiempos históricos, fenómeno que no hace más que desacoplar la sociedad en franjas cada vez más desconexas y disociadas entre si.

A estas situaciones asoma también una concentración de poder e información en empresas tecnológicas, que, más allá de facilitar y difundir información y posibilidades de comunicación horizontal, impensadas en el pasado, también torna real y factible un control y monitoreo de toda la población por parte de estados y empresas, poniendo en duda las implicancias para un control democrático eficaz sobre la utilización de tantos datos personales e incluso personalísimos.

En tiempos en los cuales la democracia liberal elogiado por Fukuyama y otros intelectuales, es puesto en tela de juicio y cae en desprestigio, siendo contrastado desfavorablemente en muchos casos con una supuesta eficiencia tecnocrática de sistemas autoritarios, como el de China, las implicancias de tanta capacidad de monitoreo y seguimiento electrónico por parte del Estado, se torna una preocupación central para quienes defienden los derechos civiles y humanos más esenciales.

Estos fenómenos se han traducido coyunturalmente en serios cuestionamientos a la democracia liberal y a las garantías constitucionales consolidadas en la posguerra con la expansión de los derechos humanos clásicos asociados a las libertades políticas, hacia los derechos económicos, sociales y más recientemente los derechos ambientales y colectivos. Este descontento, explica la aparición de muchas figuras nacionalistas, líderes carismáticos e incluso autoritarios en diversas partes del mundo. En algunos casos abrevan en el populismo, otros en modelos autoritarios o regímenes de virtual partido único, otros recurriendo a las reivindicaciones nacionalistas o localistas.

En este marco, asoma el desafío profundo y existencial de efectuar un giro copernicano en el funcionamiento de la economía y las instituciones políticas, tanto nacionales como internacionales, hacia los desafíos de un desarrollo verdaderamente sustentable desde lo ambiental, equitativo e inclusivo desde lo moral o ético.

Las crisis de la humanidad, son también oportunidades para galvanizar las voluntades para efectuar las transformaciones históricas, que, en tiempos de normalidad quedan relegados por la complejidad e implicancias sistémicas que traen aparejados. Con el cambio climático, por ejemplo, la propia condición de la atmósfera como activo colectivo, “global commons”, o bien susceptible de apropiación común, con efectos en el mediano y largo plazo, no siempre lineales y muchas veces complejos y cumulativos, juega en favor de las dilaciones y demoras que ha visto la comunidad internacional con los objetivos planteados en el Acuerdo de París.

Pese a ello, algunos hechos recientes como la consagración de un Fondo de Danos y Pérdidas en el marco del Convenio Marco de Cambio Climático en Egipto en 2022, o las más reciente adoption de transicionar hacia un “Phase Out” o gradual prescindencia de las energías fósiles en la COP 28 en Dubai, son indicios positivos de un compromiso de la sociedad global a producir en forma colectiva y proactiva los cambios en las instituciones y la economía para que las próximas décadas se encaminen hacia un desarrollo alternativo a los paradigmas que han dominado la escena en los últimos años, cualquiera haya sido su inspiración ideológica.

Es quizás una oportunidad imperdible para sintetizar con visión superadora y aprovechar los méritos y beneficios que le han brindado a la humanidad, tanto la economía de mercado como la institucionalidad democrática, imprimiéndole una ética inclusiva y responsable hacia la Naturaleza. En las palabras de Mark Carney, extitular del Banco de Inglaterra, y contendiente potencial a la conducción política de Canada, es una oportunidad para repensar los conceptos de valores éticos y no solo de mercado, y la transición que el mundo ha tenido en los últimos años desde una “economía de mercado”, hacia una “sociedad de mercado”. El gran desafío para Carney, yace en los desafíos que representa afrontar el calentamiento global y hacer que nuestro planeta sea digno para ser vivido por nuestros nietos.[19]  

Similares expresiones surgen en forma convergente y simultánea en diferentes partes del mundo, desde la Iglesia Católica, que convocó a una cumbre en Assisi, Italia para repensar la economía global e imaginar otros modelos de desarrollo inclusivo y alineados con la preservación del planeta, hasta el Foro Económico Mundial de Davos, pasando por muchas expresiones, tanto desde la sociedad civil, como de la academia, el empresariado, el trabajo organizado y los credos.[20] La crisis actual debe ser una llamada de alarma, el “relámpago que iluminó la noche cerrada y despejó las tinieblas de nuestra inconsciencia”, para que la economía y la sociedad en el mundo, después del Coronavirus, no vuelva a ser lo mismo que antes.[21]

Bibliografía

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Wucker, Michele; “The Grey Rhino: How to Recognize and Act on the Obvious Dangers we Ignore”, St Martin Press, Nueva York, 2016

Citas

[1] Egresado de la UBA, especialista en Derecho de los Recursos Naturales de la Facultad de Derecho de la UBA, Magister de la Universidad de Aberdeen (Escocia), especialista en Derecho del Gas y Petróleo (Facultad de Derecho UBA) y en Gestión Ambiental (Facultad de Ingeniería, UCA). Se ha desempeñado profesionalmente en el ámbito privado, público y con organizaciones de la sociedad civil, siendo además consultor de organismos multilaterales (OEA, BIRF, BID, FAO) e internacionales ligados a la conservación de la naturaleza (UICN, WWF). Es autor de numerosas publicaciones académicas de Argentina, Colombia, EEUU y Gran Bretaña. En la actualidad se desempeña como consultor independiente en el campo de los recursos naturales y el ambiente, siendo docente en las universidades de Buenos Aires, La Plata, Austral, Belgrano, ITBA, UNS, UCASAL entre otras.

[2] El término cisne negro fue acunado por Nazim Nicholas Taleb, con un libro homónimo “The Black Swan”, referido a eventos o circunstancias que son altamente improbables, pero que, en el evento que se producen, tienen consecuencias altamente negativas y que suelen ser ignoradas o pasadas por alto hasta que es demasiado tarde para adoptar medidas de mitigación. El rinoceronte gris es un termino creado por otro analista financiero, Michele Wucker, en su libro ‘The Gray Rhino: How to Recognize and Act on the Obvious Dangers We Ignore’ para describir situaciones que, si bien pueden resultar obvias, son ignoradas en forma deliberada por muchos analistas, hasta que ya es tarde para adoptar recaudos. La autora desarrollo el termino durante la crisis de deuda argentina en 2001, donde señaló que las inconsistencias macroeconómicas argentinas tornaban inevitables una cesación de pagos, por lo que recomendaba una reestructuración temprana. Wucker también asimila el termino a la burbuja financiera de 2008, desatada por las hipotecas norteamericanas sobrevaluadas o a crisis desatadas por desastres naturales, incluso donde inciden causas tales como el cambio climático. Las recomendaciones de Wucker fueron ignoradas por casi todos, hasta que la crisis inevitable se desato con los efectos conocidos por todos. Ver https://www.marketwatch.com/story/what-is-a-gray-rhino-and-why-are-they-so-dangerous-to-investors-5-questions-for-michele-wucker-2019-01-23. Sitio accedido por ultima vez el 21/04/20

[3] Ver documento “Haciendo las paces con la Madre Tierra” ONU https://news.un.org/es/story/2023/04/1520357. “Haciendo las paces con la Naturaleza”, Guterres, Antonio, ONU, 2021 https://www.unep.org/interactive/making-peace-with-nature/

[4] La población humana, desde la evolución de homo sapiens hace medio millón de años, se mantuvo estable en aproximadamente un millón de habitantes a lo largo de la evolución de la especie, incluyendo su expansión desde la cuna en África, con sucesivas migraciones hacia Europa y Asia, hasta la denominada revolución agrícola, alrededor de 10.000 años antes de la era cristiana, dando luego un salto exponencial alcanzando una cifra de 170 millones para el comienzo de dicha etapa. Desde este momento, el crecimiento poblacional se da de manera paulatina, a lo largo de unos 1700 años, con un despegue en el crecimiento a partir de a revolución industrial, pasando en apenas un siglo de tiempo de unos 2000 millones de habitantes, a la actual población de 7700 millones en todo el planeta. Ver https://www.youtube.com/watch?v=PUwmA3Q0_OE&t=62s Documental elaborado por el Museo Americano de Ciencias Naturales en 2015 (American Natural History Museum)

[5] Si bien esta manifestación puede ser puesto en controversia, existe un consenso científico respecto del progreso material de la humanidad y sus orígenes en los avances en la ciencia y la tecnología, con especial énfasis en los avances de la ciencia en los últimos años. Este consenso representa una convergencia que trasciende lineamientos o filiaciones ideológicas e incluye a todas las corrientes de pensamiento (ver Lomborg, Bjorn, “The Skeptical Environmentalist”, o también autores institucionales tales como UICN (www.iucn.org ), el Banco Mundial, PNUD o CEPAL.

[6] Ver Riley, James “Estimates of Regional and Global Life Expectancy, 1800–2001. Issue Population and Development Review. Population and Development Review. Volumen 31, Numero 3, paginas 537–543, Septiembre 2005. Sin embargo, las estadísticas sobre mortalidad y expectativas de vida a lo largo de la historia, pueden llevar a conclusiones erróneas en virtud de sobredimensionar el impacto de la mortalidad infantil, o por no reflejar las diferencias sociales, en donde, por ejemplo, la mortalidad alta entre mujeres al momento del parto, por deficiencias sanitarias, o entre la población de esclavos en antigua Roma. Ver https://www.bbc.com/future/article/20181002-how-long-did-ancient-people-live-life-span-versus-longevity

[7] Yuval Harari, por ejemplo, describe gráficamente las situaciones de precariedad que vivía la humanidad ante situaciones de hambre ante cosechas fallidas, sequía o inundación con efectos catastróficos para la subsistencia, con el caso de las hambrunas en Francia entre 1692 y 1694, con una merma del 15 % de la población. Similares situaciones se dieron en los países bálticos, escocia y España (Homo Deus, Vintage, Londres, 2015, pp. 4-7)

[8] En Argentina, por ejemplo, en 1870, el 80% de la población era analfabeta y sólo un 20% de la que tenía edad escolar asistía a la escuela. El porcentaje de analfabetismo descendió al 56% en 1895, y al 36% en 1910, mientras que el de escolaridad aumentó al 49% en 1910 y al 64% en 1920. Mientras que en 1869 la Argentina estaba detrás de España e Italia, que tenían aproximadamente 70% de analfabetos, en 1910 las había superado, ya que las tasas de analfabetismo en España e Italia fueron del 52% y del 39% respectivamente. (Diario La Nación, 06/01/01). Estos datos son objetivos y trascienden los cuestionamientos que existen respecto del deterioro relativo de la educación publica en los últimos años.

[9] Ver el trabajo histórico de Jan Luiten van Zanden, Joerg Baten, Marco Mira d’Ercole, Auke Rijpma and Marcel P. Timmer, ¿“How was Life? Global Well-Being in 1820”, OCDE, Paris 2014

[10] Ver, en general, Harari, Noah Yuval, “Sapiens, de Animales a Dioses: Una Breve Historia de la Humanidad”, Editorial Debate, Barcelona, 2015

[11] Fukuyama, Francis, “The End of History and the Last Man”, Avon, Nueva York, 1993

[12] Escribiendo en 1992, Fukuyama planteaba, por ejemplo, que la libertad podía existir sin democracia, pero la igualdad es una característica definitoria de los tiempos democráticos modernos. “los excesos de libertad, en los ejemplos arrogantes de un Ivan Boesky o un Donald Trump….o los daños del Exxon Valdez a la bahía de Prudhoe, son mas visibles que los vicios de una igualdad excesiva, traducida en conformismo o mediocridad…”, óp. cit. P.295

[13] Picketty, en su obra “Capital en el Siglo XXI”, analiza el fenómeno de la creciente desigualdad con lujo de detalles

[14] Harari, siguiendo la labor del sociólogo británico Guy Standing en su obra de 2014 “A Precariat Charter”, popularizó el termino “precariado” para describir a vastos sectores de la población sin inserción viable en una economía altamente tecnificado y con puestos de trabajo bien remuneradas, cada vez mas reservado a una elite, altamente formada y educada. A diferencia del proletariado, considerado por el marxismo clásico como el sector generador de riqueza, aunque desapoderado, el precariado representa una franja de la población excluido de la economía del conocimiento, en parte por inadecuada formación, sino también por la prescindencia que el sistema tiene respecto de ella. Algunos han visto en las revueltas de la llamada primavera árabe a comienzos de la década pasada, un reflejo de la insatisfacción de vastos sectores de la población, en su mayoría jóvenes, desempleados y con incierta inserción en la economía.

[15] Ver, por ejemplo, Martínez-Alier, Joan. «Los conflictos ecologico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad». Revibec: revista iberoamericana de economía ecológica, [en línia], 2004, Vol. 1, p. 21-30, https://www.raco.cat/index.php/Revibec/article/view/38278 [Fecha de Consulta: 22-04-2020]. También, ver Demaria, Federico, Schneider, Francois, Sekulova, Filka y Martinez-Alier, Joan, “Que es el Decrecimiento: De un Lema Activista a un Movimiento Social”, Revista de Economía Critica, Barcelona, Numero 25, 2018

[16] El Informe Meadows “los Limites al Crecimiento” fue presentado por el Club de Roma en 1972, en coincidencia con la Cumbre de Estocolmo. https://www.sostenibilidad.com/desarrollo-sostenible/el-informe-meadows/

[17] Stiglitz, Joseph, “The Roaring Nineties: Why we’re paying the price for the greediest decade in History”, Penguin, Londres, 2003, Capitulo XII

[18] El Laudato Si, se inspira en obras de claro corte ambientalista y contestatarios del sistema económico global en base al mercado, como son los trabajos de Leonardo Boff, sacerdote brasileño (“Saber Cuidar”, editora Vozes, Sao Paulo, 2003, o “Una Ética para la Madre Tierra”, Editorial Trotta, Buenos Aires, 2017).

[19] Entrevista a Mark Carney, presidente del Banco de Inglaterra (equivalente del Banco Central Británico), en el semanario “The Economist”, “The world after COVID -19”, 16 de abril de 2020. https://www.economist.com/business/2020/04/16/by-invitation-mark-carney-on-how-the-economy-must-yield-to-human-values

[20] Ver https://worldin.economist.com/edition/2020/article/17495/pope-francis-hopes-anoint-new-economic-model. La convocatoria procura avanzar sobre los preceptos enunciados en el Laudato si, recibiendo la denominación de “Economía de Francisco”, en honor a San Francisco de Asís. Ver https://francescoeconomy.org. En línea similar, ver Jaramillo, Manuel

[21] Ver la nota de Manuel Jaramillo en el diario La Nación del 21/04/20, reflejando la visión de muchas organizaciones serias dedicadas a la conservación de la Naturaleza https://www.lanacion.com.ar/opinion/despues-pandemia-mundo-naturalmente-diferente-nid2356723

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