Revista Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente

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RIDCA - Edición Nº4 - Derecho Animal

Laura C. Velasco. Directora

20 de diciembre de 2023

Al respecto de la Declaración de Montreal sobre la explotación animal

Autora. Laura Cecilia Velasco. Argentina

Por Laura Cecilia Velasco[1]

 

Más de 400 académicos de 39 países, especializados en filosofía moral y política, proclamaron la injusticia fundamental de la explotación animal basándose en el conocimiento colectivo actual en sus campos de experiencia: Condenaron (y me incluyo como vegana desde hace más de 40 años) las prácticas que implican tratar a los animales como objetos o mercancías. En la medida en que implica violencia y daños innecesarios, declararon que la explotación animal es injusta y moralmente indefendible.

 

Esta declaración, ha sido iniciada por investigadores del Centre de Recherche en Éthique de Montréal. Se hace eco, en términos éticos, de la Declaración de Cambridge sobre la Conciencia, afirmando que las pruebas convergentes indican que los animales no humanos tienen los sustratos neuroanatómicos, neuroquímicos y neurofisiológicos de los estados conscientes, junto con la capacidad de exhibir comportamientos intencionales.

A modo de recordatorio podría decir que primeramente tenemos en importancia la Declaración de Consciencia de Cambridge (2012) que se podría decir que es la Declaración de los científicos que establece que los animales y hasta los pulpos poseen conciencia y sintiencia (capacidad de sentir miedo, dolor, placer, displacer, estrés, distrés), luego la Declaración de Toulón (2019) que es la Declaración de los Juristas, para que los animales dejen de ser considerados cosas y que las legislaciones se adapten a esa nueva perspectiva y la última pero mucho más fuerte en sus conceptos, es la Declaración de Montreal (2022) que es la Declaración de los científicos de la ética y de la filosofía, para que los animales humanos dejen de consumir animales no humanos.

 

Los firmantes afirman que los argumentos utilizados para apoyar la explotación de los animales son irrelevantes, en particular los relativos a las capacidades mentales «inferiores» de los animales: la capacidad de un sujeto para componer sinfonías, realizar cálculos matemáticos avanzados o proyectarse en un futuro lejano, por muy admirable que sea, no afecta a la consideración debida a su interés por sentir placer y no sufrir. Los intereses de los más inteligentes entre nosotros no importan más que los intereses equivalentes de los menos inteligentes. Decir lo contrario equivaldría a clasificar a los individuos según facultades que no tienen relevancia moral.

 

Aunque sus trabajos tienen sus raíces en diversas tradiciones filosóficas, estos estudiosos coinciden en la condena del especismo (el especismo es considerar a otras especies con un criterio de inferioridad para nuestro propio uso) y en la necesidad de transformar nuestra relación con los demás animales poniendo fin a su explotación. Esta postura, que antes era sostenida por unas pocas personas especialmente sensibles al destino de los animales, es ahora, por primera vez, apoyada por cientos de investigadores que han dedicado su carrera a la reflexión ética.

 

A favor del cierre de los mataderos, del fin de la pesca y del desarrollo de una agricultura basada en las plantas, los firmantes admiten con lucidez que, si bien constituye el único horizonte compartido que es a la vez realista y justo, tal proyecto exigirá renunciar a hábitos especistas arraigados y transformar fundamentalmente numerosas instituciones.

 

El 4 de octubre de  2022, en coincidencia con el Día Mundial de los Animales,  se dio a conocer oficialmente a nivel mundial  la Declaración de Montreal sobre la explotación de los animales que constituye ciertamente un paso importante en el reconocimiento -apoyado por los filósofos- de los animales no humanos.

 

Por otro lado, me parece una importante Declaración que nos lleva a reflexionar, sobretodo en esta época de fin de año, hacia un cambio de conciencia en el trato hacia las otras especies que habitan el planeta y que no tienen porque terminar en un plato navideño. Mucho mejor nada con “ojos” , en una cena de Navidad.

Texto de la Declaración: 

 

Declaración de Montreal sobre la explotación de los animales

 

Somos investigadores e investigadoras en filosofía moral y política. Nuestro trabajo está arraigado en diferentes tradiciones filosóficas y rara vez estamos todos de acuerdo entre nosotros. Sin embargo, estamos de acuerdo en cuanto a la necesidad de una transformación fundamental de nuestra relación con los otros animales. Condenamos todas las prácticas que implican tratar a los animales como objetos o mercancías.

 

En la medida en que implica violencia y daños innecesarios, declaramos que la explotación animal es injusta y moralmente indefendible.

En etología y neurobiología, está bien establecido que los mamíferos, las aves, los peces y muchos invertebrados son sintientes, es decir, capaces de sentir placer, dolor y emociones. Estos animales son sujetos conscientes; tienen su propia visión del mundo que los rodea. De ello se deduce que tienen intereses: nuestros comportamientos afectan su bienestar y pueden beneficiarles o perjudicarles. Cuando herimos a un perro o a un cerdo, cuando mantenemos en cautividad a un pollo o a un salmón, cuando matamos a un ternero por su carne o a un visón por su piel, contravenimos gravemente sus intereses más fundamentales.

Sin embargo, todos estos daños podrían evitarse. Por supuesto, es posible abstenerse de llevar cuero, de asistir a corridas de toros y rodeos, o de mostrarles a los niños y niñas leones encerrados en zoológicos. La mayoría de nosotros ya podemos prescindir de los alimentos de origen animal sin que eso afecte nuestra salud: de hecho, el futuro desarrollo de una economía vegana lo hará aún más fácil. Desde un punto de vista político e institucional, es posible dejar de ver a los animales como meros recursos a nuestra disposición.

El hecho de que estos individuos no sean miembros de la especie Homo sapiens es moralmente irrelevante: aunque parece natural pensar que los intereses de los animales son menos importantes que los intereses comparables de los seres humanos, esta intuición especista no resiste a un examen minucioso. En igualdad de condiciones, la simple pertenencia a un grupo biológico (delimitado por la especie, el color de la piel o el sexo) no puede justificar una consideración o un trato desigual.

Hay diferencias entre los seres humanos y los otros animales, al igual que las hay entre los individuos de una misma especie. Es cierto que algunas capacidades cognitivas sofisticadas dan lugar a intereses particulares, que a su vez pueden justificar un tratamiento particular. Pero la capacidad de un individuo para componer sinfonías, para realizar cálculos matemáticos avanzados o para proyectarse en un futuro lejano, por muy admirable que sea, no afecta la consideración debida a su interés por sentir placer y no sufrir. Los intereses de los más inteligentes entre nosotros no son más importantes que los intereses equivalentes de los menos inteligentes. Decir lo contrario equivaldría a clasificar a los individuos según facultades que no tienen relevancia moral. Una tal actitud capacitista sería moralmente indefendible.

 

Por lo tanto, es difícil escapar a la conclusión de que, dado que perjudica a los animales innecesariamente, la explotación animal es intrínsecamente injusta. Por ello, es fundamental trabajar por su desaparición, especialmente mediante el cierre de los mataderos, la prohibición de la pesca y el desarrollo de la agricultura vegetal. No nos estamos haciendo ilusiones; este proyecto no se conseguirá a corto plazo. En particular, requerirá renunciar a arraigados hábitos especistas y transformar fundamentalmente numerosas instituciones. Sin embargo, el fin de la explotación animal nos parece ser el único horizonte colectivo realista y justo para los no humanos.

 

Lista de firmantes:

https://docs.google.com/document/d/1Q8wMvG_p1uBzZAkioZgNG1-L9qQe9n-Ukww56XXDsZ0

Citas

 

 

[1] Laura Cecilia Velasco. Abogada (UBA), Máster en criminología. Pionera en Derecho Animal. Directora Instituto de Derecho Animal- AIDCA. Directora Capítulo Derecho Animal de la Revista AIDCA. Académica, autora, conferencista internacional.

 

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