Tratado de Derecho Antártico
La gestión polar ambiental en el marco de de los Derechos Humanos
Características Principales
Título del libro | Tratado de Derecho Antártico. La gestión polar ambiental en el marco de los Derechos Humanos |
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Autor | Crea, Javier Alejandro – Berretino, María de los Ángeles |
Idioma | Español |
Editorial del libro | Cáthedra Jurídica |
Tapa del libro | Blanda |
Año de publicación | 2022 |
Declaraciones de Interés
De Interés Provincial por la Legislatura de la Provincia de Tierra del fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, República Argentina.
De Interés de Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Argentina.
De Interés Académico de la Maestría en Desarrollo Sostenible de la Universidad de Costa Rica. Costa Rica.
De Interés Académico de la Escuela Superior de Leyes de la Universidad de Morón. Argentina.
De Interés Académico de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Cohauila. México.
De Interés Colegial del Colegio de Abogados de Morón, Provincia de Buenos Aires. Argentina.
De Interés Científico y Jurídico del Instituto de Derecho Ambiental de Honduras. Honduras.
De Interés Académico de la Escuela Interdisciplinar de Derechos Fundamentales Preminentia Iustitia. Perú.
De Interés Académico del Centro de Investigación y Formación para el Planeta. Bolivia.
De Interés Académico de la Revista Boliviana de Derecho Ambiental. Bolivia
Prólogo. Mario Peña Chacón. San José, Costa Rica
En mayo del año 2000, el biólogo estadounidense Eugene F. Stoermer y el químico neerlandés Paul Crutzen (Premio Nobel de Química 1995), publicaron en el Global Change Newsletters, boletín del Programa Internacional Geosfera-Biosfera, su hipótesis sobre una nueva era geológica a la cual denominaron Antropoceno.[1]
En dicha publicación científica, los autores ubicaron el inicio de la nueva etapa geológica-posterior al holoceno -a finales del siglo XVIII, periodo caracterizado por el crecimiento sostenido y exponencial de las concentraciones de gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de carbono y metano, concluyendo que la invención de la máquina de vapor por parte de James Watt en 1784, fue un factor detonante y acelerador del impacto negativo provocado por el ser humano sobre el sistema planetario.[2]
Con el inicio del Antropoceno, la humanidad se convirtió, por sí misma y por primera vez, en la fuerza geológica dominante en la Tierra, sustituyendo a la naturaleza, lo cual ha tenido como consecuencia que su acción ya marcó un estrato geológico.
Al efecto, el Relator Especial de Naciones Unidas sobre los derechos humanos y el medio ambiente, Dr. David Boyd, en el Informe A/74/161 del 15 de julio de 2019,[3] consignó: “Ha dado comienzo una nueva época de referencia geológica de grandes repercusiones, riesgos e incertidumbre, denominada Antropoceno, en la que las actividades humanas están transformando la Tierra. Con un crecimiento económico continuado, un elevado consumo de energía y recursos en los países ricos y una población mundial que se espera que en 2050 supere los 9.000 millones, es evidente que la crisis climática mundial se agravará, con consecuencias devastadoras para los derechos humanos, a menos que la sociedad cambie de dirección.”
Ello además queda confirmado en el Sexto Informe de Evaluación del IPCC Cambio Climático 2022: impactos, adaptación y vulnerabilidad; [4]en el Informe Planeta Vivo del 2020 “Revertir la curva de la pérdida de diversidad,[5] y en el Informe de Reevaluación del Límite Planetario Agua Dulce del 2022, dejando al descubierto que de los nueve procesos fundamentales que sustentan la vida en la Tierra y los recursos de los que dependen los seres humanos y que permiten un espacio operativo seguro para la humanidad y las demás formas de vida, propuestos por el Stockholm Resilience Centre (SRC) bajo la dirección del científico sueco Johan Rockström, ya se han traspasado cinco de ellos: integridad de la biosfera, ciclos biogeoquímicos (nitrógeno y fósforo), sistema del suelo, cambio climático y agua dulce.
Sobre esta problemática, la connotada jurista portuguesa Alexandra Aragão afirma que: “Mantenerse dentro de los límites del Planeta es una cuestión de supervivencia a largo plazo; reconocer la naturaleza jurídicamente vinculante del respeto por los límites planetarios que mantienen la Tierra dentro del «espacio operativo seguro» es una cuestión de justicia a corto plazo”.[6]
A pesar de la triple crisis planetaria que enfrentamos como civilización por la alteración del clima, pérdida de biodiversidad y contaminación y residuos, que amenaza el bienestar y la supervivencia de millones de personas yde las demás especies con las que compartimos el planeta, se hace necesario mantener la esperanza en las posibles respuestas que la gobernanza global puede ofrecer.
En ese sentido, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, en su mensaje con ocasión del Día de la Tierra del 22 de abril 2022,[7] nos recordó que hace 50 años, el mundo se reunió en la Conferencia de Estocolmo, dando inicio al movimiento mundial en defensa del medio ambiente. Desde entonces, hemos visto lo que podemos lograr cuando nos hemos unido, al efecto citó como temáticas de éxito: la reducción del agujero de la capa de ozono, ampliación de la protección de la vida silvestre y los ecosistemas, eliminación del uso de combustibles con plomo, iniciativa mundial para prevenir y eliminar la contaminación por plásticos y el creciente reconocimiento del derecho humano a un ambiente limpio, sano y sostenible. Sin embargo, el Secretario General también fue enfático en recordarnos que queda mucho por hacer, especialmente para evitar la catástrofe climática, encontrándonos aún muy lejos de la meta global trazada en el Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura mundial a 1.5 grados.
Frente a la actual emergencia global, el continente Antártico y sus espacios aledaños, catalogados como ecosistemas únicos y prístinos, así como de laboratorio natural y materia de estudio y cooperación internacional en cuestiones ambientales, le ofrecen al planeta una serie de invaluables servicios ambientales, siendo el principal de ellos el de otorgar equilibrio al sistema Tierra, contribuyendo a que continúe siendo un espacio operativo seguro para los humanos y demás especies, constituyéndose en un caso exitoso de efectividad de la gobernanza multilateral.
En virtud de ello, su utilización con fines pacíficos y su protección como área de conservación especial, han sido parte de las principales metas trazadas por los Estados que conforman el Sistema del Tratado Antártico, integrado por una serie de instrumentos de derecho internacional público, específicamente: Tratado Antártico, firmado en Washington el 1 de diciembre de 1959 y en vigor desde el 23 de junio de 1961; Convención para la Conservación de las Focas Antárticas, sancionada en Londres el 1 de junio 1972 y vigente desde el 11 de marzo de 1978; Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos, sancionada en Canberra, Australia, el 20 de mayo de 1980 y vigente desde el 7 de abril de 1982; Protocolo al Tratado Antártico sobre Protección del Medio Ambiente (Protocolo de Madrid) firmado en Madrid, el 4 de octubre de 1991 y en vigor desde el 14 de enero de 1998 y la Reunión Consultiva del Tratado Antártico que conforme al artículo IX del Tratado Antártico adopta medidas, decisiones y resoluciones que tienen como objetivo principal la interpretación del régimen jurídico administrativo y ambiental.[8]
Como puede observarse, estamos frente a un sistema jurídico-internacional, el cual cuenta con tratados, protocolos e institucionalidad propia, así como otras fuentes normativas tales como principios generales y la costumbre internacional, sin dejar de lado los sistemas normativos internos de cada uno de los Estados con intereses en el continente blanco. Por tratarse de un sistema jurídico autónomo, se hace primordial e imperativo su estudio detallado y pormenorizado por parte de la doctrina para su correcto entendimiento, interpretación y aplicación.
Ante este panorama, los autores María de los Ángeles Berretino y Javier A. Crea, reconocidos juristas latinoamericanos y líderes regionales a través de la Asociación Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente (AIDCA), la cual presiden, se plantearon la titánica meta de escribir el primer Tratado de Derecho Antártico en idioma español, convirtiéndose en precursores mundiales en esta materia.
La obra que se prologa es extremadamente agradable a su lectura. Cumple y sobrepasa los requisitos que la doctrina más especializada ha impuesto para ser catalogada como un verdadero Tratado de Derecho.
Sus XIII capítulos ofrecen al lector un completo, sesudo, exhaustivo y exquisito análisis de carácter histórico, geográfico, político, científico, institucional y por supuesto jurídico, del Sistema Antártico. Para ello, acudieron y aplicaron los más modernos enfoques que ofrecen el derecho internacional público, el derecho internacional ambiental, el derecho internacional del mar, el derecho internacional de los derechos humanos y la normativa interna de cada uno de los Estados con intereses en la Antártida.
A todas luces, la presente obra jurídica, absolutamente pionera en su rama, constituirá una fuente obligatoria de consulta para estudiosos, científicos, historiadores, politólogos, relacionistas internacionales y juristas, especialmente para aquellos operadores jurídicos encargados de la interpretación, integración y aplicación efectiva, a nivel interno e internacional, del hasta ahora poco explorado derecho antártico, así como de quienes buscan material doctrinario para satisfacer las más altas expectativas académicas.
Agradezco sobremanera a los autores la distinción de brindarme la oportunidad y el honor de prologar esta invaluable obra jurídica y la satisfacción de su presentación a la comunidad académica iberoamericana y mundial.
Mario Peña Chacón[9]
San José, Costa Rica, julio 2022.
[1] WWF (2020). ¿Cómo surgió el término Antropoceno? Disponible en: https://www.wwf.org.mx/quienes_somos/planeta_vivo/historia_y_concepto_del_antropoceno/ (Consultado el 13/07/2022)
[2]Ibid.
[3] Disponible en: https://undocs.org/en/A/74/161 (Consultado el 13/07/2022)
[4] Disponible en la siguiente direcciónhttps://www.unep.org/es/resources/informe/sexto-informe-de-evaluacion-del-ipcc-cambio-climatico-2022 (Consultado el 13/07/2022)
[5] Disponible en la siguiente dirección: https://wwfeu.awsassets.panda.org/downloads/lpr20_full_report.pdf(Consultado el 13 de julio de 2022). En esta edición, el Índice Planeta Vivo detecta una disminución promedio global del 68% de las casi 21.000 poblaciones estudiadas de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces entre 1970 y 2016.
[6]Aragão, A. (2017) “O Estado de Direito Ecológico no Antropoceno e os limites do Planeta”, in: Estado de Direito Ecológico: Conceito, Conteúdo e Novas Dimensões para a Proteção da Natureza, José Rubens Morato Leite e Flávia França Dinnebier (org.) Instituto Direito por um Planeta Verde, 2017 pág. 20-37 Disponible en http://security.ufpb.br/sda/contents/documentos/e-book-estado-de-direito-ecologico-prof-dr-jose-rubens-morato-leite.pdf (Consultado 13/07/2022)
[7] Guterres, A. (2022) La Tierra se enfrenta a una triple crisis planetaria. Mensaje Del Secretario General con ocasión del Día Internacional de la Madre Tierra, 22 de abril de 2022, disponible en: https://unric.org/es/la-tierra-se-enfrenta-a-una-triple-crisis-planetaria/ (Consultado 13/07/2022)
[8] Información extraída del Capitulo I de la obra que se prologa.
[9] Abogado graduado de la Universidad Autónoma de Centro América y Máster en Legislación Ambiental de la Universidad para la Cooperación Internacional (UCI). Coordinador de la Maestría en Derecho Ambiental de la Universidad de Costa Rica (UCR). Profesor del curso de Derecho Ambiental de la Maestría de Derecho Empresarial de la Universidad Tecnológica Centroamericana de Honduras (UNITEC), de las Maestrías en: Derecho Ambiental, Negocios Internacionales, Derecho Público Comparado Franco-latinoamericano y Gestión y Turismo Sostenible de la Universidad de Costa Rica (UCR) y de los cursos del énfasis en Derecho Ambiental de la Facultad de Derecho Universidad de Costa Rica. Autor de múltiples ensayos académicos publicados por revistas indexadas de España, Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Paraguay, Ecuador, Perú, México, Guatemala, Honduras, Cuba, y Costa Rica, de publicaciones mundiales realizadas para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO) así como de los libros “Daño, Responsabilidad y Reparación del Medio Ambiente”, “Gestión Integrada del Recurso Hídrico”, “Tesis de Derecho Ambiental”, “Jurisprudencia sobre Daño, Responsabilidad y Reparación Ambiental”; “Gestión de riesgos ambientales del sector financiero relacionado con sus carteras agrícolas de piña”, “El proceso ambiental en Costa Rica”, “Derecho Ambiental Efectivo” y «Derechos Humanos y Medio Ambiente». Coordinador y director de la obras jurídicas colectivas “El Principio de no regresión ambiental en el derecho comparado latinoamericano” (PNUD, 2013) “El principio de no regresión ambiental en Iberoamérica” (UICN-2015), “Derecho al ambiente en la Constitución Política, alcances y límites” (UCR-2016) y «Derecho Ambiental del Siglo XXI» (UCR-2019). Investigador adscrito al Instituto de Investigaciones Jurídicas y al Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica. Consultor externo de organismos internacionales: Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (UICN), Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD), Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (ONU-AMBIENTE), Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (UNESCO), Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas (CEPAL); organizaciones no gubernamentales: Fundación Konrad Adenauer (KAS), Sea Shepherd, Organización de Estudios Tropicales (OET), MARVIVA y Agencias de Cooperación Internacional: GIZ, AECID, DANIDA, JICA, USAID y AFD. Conferencista en congresos de derecho ambiental celebrados en Argentina, México, Guatemala, Honduras, Perú, Nicaragua, El Salvador, Nicaragua, Brasil, Ecuador y Costa Rica. Miembro de la Comisión de Derecho Ambiental de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y de su Grupo de Especialistas en Agua y Humedales. Vicepresidente de la Asociación Costarricense de Derecho Ambiental (ACDA), miembro fundador de la Academia Costarricense de Derecho Ambiental (ADA), miembro de la Liga Mundial de Abogados Ambientalistas (LIMAA), miembro fundador del Capítulo Costa Rica de la Red Universitaria de Derecho Ambiental de Centroamérica y República Dominicana (RUDA), de la Academia Transdisciplinaria Internacional del Ambiente (ATINA) y coordinador nacional del Centre International de Droit Comparé de l’Environnement (CIDCE). Miembro correspondiente del Instituto de Derecho Ambiental y de los Recursos Naturales de la Academia Nacional de Derecho de Córdoba-Argentina, miembro honorario y Director del Instituto de Derecho Ambiental “Dr. Mario F. Valls” de la Asociación Iberoamericana de Derecho, Cultura y Ambiente (AIDCA). Galardonado con el Premio Internacional “Claritatis per tutela ambiens” otorgado por (ATINA) en junio de 2010, en Arequipa, Perú, por logros académicos destacados en materia ambiental y «Reconocimiento por aportes académicos y científicos a la cooperación, desarrollo y fomento del bien común en el Planeta» por la Fundación Internacional para la Sostenibilidad Territorial (FISAT) en octubre 2018.
Prólogo. Muricio Ferández Funes. Buenos Aires, Argentina
“Se vuelve indispensable crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas, antes de que las nuevas formas de poder derivadas del paradigma tecnoeconómico terminen arrasando no solo con la política, sino también con la libertad y la justicia”.
Santo Padre Francisco, mayo 2015
Basta mirar el cielo y pensar el universo para tener las certezas de un Ordenador y de la pequeñez del ser humano, quien sin ningún rubor se ha atrevido a desafiar a Aquel y su Creación.
Con fuerte y pulida formación jurídica, preocupados y ocupados en temas ambientales, Javier Crea y María de los Ángeles Berretino presentan en tiempos de pospandemia un Tratado de Derecho Antártico, que, como todo libro, tiene la aspiración primera de ser leído, pero además tiene el declarado propósito de provocar emociones y dilemas sustantivos en un lector que, cualquiera sea su grado de formación, filiación política, credo o religión, aspire humanamente a ser feliz.
Aspiración recostada sobre la clara conciencia de que, aún desde posiciones de dominio, jamás podrá alcanzarse la felicidad sino en función de una noción de manifiesta alteridad. Es que nuestra suerte está atada, sin más, a la de nuestro prójimo. Ricos y pobres, todos somos el problema y todos, necesariamente, seremos parte de las soluciones. El Calentamiento Global, ya verificado sobre bases científicas, nos urge y nos compele a la acción sin dilaciones.
No se trata entonces este trabajo de un compendio de conocimientos y saberes solamente, sino a la vez, de una “hoja de ruta” diseñada para generar nuevos compromisos, capaces de crear fuertes liderazgos en todos los ámbitos y niveles, intentando así formar protagonistas en la construcción de un mundo mejor.
Asistimos impávidos a los más extraordinarios y acelerados cambios, expresados en hábitos y costumbres cotidianos, pero además en gigantescas modificaciones culturales. Dicho de otro modo, nuevas culturas están en gestación y desarrollo.
El derecho y la ley no pueden quedar ajenos a estas transformaciones, porque, si oportuna y consistentemente no acompañaran aquellos cambios, poco espacio y mínima esperanza quedarían para la libertad y la realización de la sociedad humana.
No parece posible entonces aproximarse a un cuidadoso y detallado escrutinio del continente antártico, aún en presencia de reclamos y derechos nacionales preexistentes, sino a través del prisma de la comunidad internacional. En esta línea, el régimen jurídico vigente y aplicable nos da hoy una buena ventaja y un fenomenal marco para su indagación.
Algunas consideraciones son necesarias para la mejor aproximación a la problemática antártica, ya que el más frío de los continentes será sin dudas protagonista principalísimo en el devenir inmediato de la humanidad:
La Organización de las Naciones Unidas es, en sentido jerárquico, la mayor y más amplia expresión de la voluntad planetaria de ordenamiento y racionalidad en el intento de crear y preservar las condiciones hacia estadíos de paz y bienestar internacionales. No obstante, como en toda obra humana, pugnan en su interior los más variados intereses, a la luz del día algunos y muchos en la penumbra del crepúsculo, cuando no en la profundidad de la noche.
No se explicaría si no, que a pesar de las advertencias y alertas, el nivel de compromiso de las naciones, aparece todavía insuficiente, para detener y revertir el daño infligido a la salud del Paneta.
Pero afortunadamente, innumerables ONGs, corporaciones, instituciones de variado tipo y naturaleza, junto a hombres y mujeres a pie, se acercan desde la periferia al centro de la escena global, en un consolidado concepto de sociedad civil, convertida en actora importantísima para la tarea siempre ardua de modificar el presente, pero principalmente, construir un futuro posible.
El momento es ciertamente complejo; luego de dos décadas de convulsiones más o menos espasmódicas y regulares, -guerras, hambrunas, desastres ambientales-, un agente microscópico en forma de virus llegó disruptivamente como la más temible amenaza para el desarrollo y el progreso. El Covid-19 provocó una tragedia sanitaria y la inmovilización de personas y bienes con su perjuicio asociado, pero además produjo una peligrosa retracción de los Estados nacionales sobre sí mismos, comprometiendo la suerte de la cooperación y seguridad internacionales y la primacía del concepto aceptado de interdependencia en la aldea global.
Mas el drama de la pandemia no pudo esconder la gravedad del impacto del cambio climático y tampoco la de los altos niveles de desigualdad humana. Estas problemáticas tan dinámicas, deben seguir hoy al tope de las agendas domésticas e internacionales.
Insistimos que en el último tramo del primer cuarto del nuevo siglo, la pobreza, con su marco explícito de exclusión y descarte, alcanzó una expresión planetaria vergonzosa e inaceptable, poniendo en riesgo la suerte inmediata de la humanidad y debido a la velocidad inusitada de los cambios, miramos en simultáneo con diferentes perspectivas y urgencias un mundo puesto “patas para arriba”. Resulta así imperativo, que deban conciliarse necesaria y razonablemente las diferentes generaciones, que al influjo del avance tecnocientífico conviven percibiendo la misma realidad con el tamiz diferencial de su experiencia vital y distintiva: baby boomers, generación X, millennials y centennials.
Los más jóvenes reclaman a los adultos por el abandono de un mundo que imperfecto y aún atroz, se mostraba medianamente previsible. Ahora advierten que su tiempo se encuentra saturado de incertezas crecientes y con el estigma de un dudoso porvenir. Viven el hoy y parece no importarles el mañana.
Son conscientes, que ese mañana puede quedar irracionalmente hipotecado por el desacople producido por la pobreza manifiesta de la mitad de la humanidad, pero además por una nueva amenaza para el género humano, el irresponsable trato a la naturaleza y que se expresa en una respuesta inequívoca: la Tierra está ciertamente calentándose, con la posibilidad de hacer inviable la vida tal cual la conocemos, antes de que termine esta centuria.
La ciencia, la política y la economía constituyen un tríptico en el que pugnan la inteligencia humana, fuertes intereses, noblezas y egoísmos. Desde una posición de pretendido equilibrio, se espera que de esa pugna surjan las soluciones anheladas o bien se acelerará sin más y a contrarreloj, un dramático desenlace.
La agenda global presentada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible al 2030, -con un criterio claramente holístico, suma a las Naciones Unidas la participación en el esfuerzo, de importantes actores paraestatales: numerosas ONGs y también corporaciones y agentes privados, que en ocasiones, cuentan con patrimonios equivalentes o superiores a los PBI de muchos Estados-nación.
Para medir el estado de cosas y el carácter titánico de la empresa, en términos sociales y ambientales encontramos por un lado, que la pobreza estructural aumentó durante el 2020, según el informe de la séptima edición del Observatorio de la OIT, “COVID-19 y el mundo del trabajo”.
El documento estimó que durante ese año la cantidad de horas de trabajo a nivel mundial se contrajo un 8,8% respecto del último trimestre del 2019. Esto equivalió a 255 millones de empleos a tiempo completo. Agregó aquel informe que el impacto de la pandemia en el mundo laboral fue cuatro veces mayor que el de la crisis financiera de 2009.
Por otro lado despejando verdades y mitos del calentamiento global: la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que el 2020 resultó el tercer año más caliente de la historia registrada, solo detrás de 2016 y 2019. Y si este dato no fuera por sí suficientemente apabullante, el decenio 2011-2020 fue el más caliente de la historia, con los seis más altos registros verificados, todos desde 2015. La temperatura media mundial del año 2020, según el mismo informe de la OMM, alcanzó los 14,9 grados celsius, lo que supone 1,2 grados por encima de los niveles preindustriales.
Luego de aquel informe, la misma Organización nos anoticiaría que 2021 fue el más cálido, en un nuevo récord desde que existen registros.
Cuando vemos con alarma estos datos, podemos inferir que cualquier estudio del status jurídico de la Antártida deberá ser necesariamente enriquecido por la perspectiva amplia que otorga el conocimiento de otros ámbitos de las ciencias y el quehacer humano.
El comportamiento del hielo marino es además uno de los indicadores para el seguimiento y evaluación del calentamiento global, de acuerdo a la misma Organización Meteorológica Mundial y es de destacar la creciente preocupación de la comunidad científica internacional por el adelgazamiento de la capa de hielo tanto en el Ártico como en la Antártida. En el continente antártico, el monitoreo y el estudio son permanentes ya que resulta imperioso poder predecir los incrementos de nivel del mar en el futuro, dado que el hielo contiene el 90% de agua dulce del mundo.
Para completar, unas reflexiones finales a este prólogo:
Resulta absolutamente necesario comprender y adherir al ODS 17, que nos impone fortalecer los medios de implementación y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible. En concordancia, serán necesarias sus réplicas a nivel regional, nacional y local. Solo así podrán materializarse las nociones de solidaridad y cooperación internacionales.
Para encontrar respuestas, debemos considerar lo público y lo privado. El Estado en toda su posibilidad y la sociedad civil en sus expresiones más diversas, incluidos el empresariado, la academia, el tercer sector. Sencillamente todos.
En un mundo de fronteras permeables a los efectos nocivos o devastadores de un virus, de la pobreza estructural o del calentamiento global, es imprescindible una clara y firme respuesta en términos de diálogo intercultural y religioso —sin poses ni atajos.
El voluntariado en sus más variadas expresiones constituye también una fuerza monumental y una palanca extraordinaria que debe ser valorada y estimulada.
Finalmente, atentos al llamado de S.S. Francisco en Laudato Si, encíclica que excede largamente al pueblo cristiano y que pretende una interpelación y una invitación al conjunto de la humanidad y sus líderes, procuremos una nueva ética para una moral planetaria y sostenible.
Ahora, dispongámonos a entrar en el fascinante mundo de la Antártida, donde podremos encontrar respuestas y tal vez consensuar nuevos paradigmas para la supervivencia del planeta. Es una tarea perentoria para nosotros, pero, principalmente, para los que llegan detrás, nuestros hijos y las generaciones por venir.
Solo nos resta decir que esta obra, con un definido propósito motivacional, está llamada a constituirse, por el valor de su contribución, en un punto de inflexión no solo en el tratamiento de la cuestión antártica, sino también en el abordaje más amplio de la problemática ambiental.
María Ángeles Berretino y Javier Crea son abogados, especialistas en Derecho Ambiental con ejercicio de la docencia universitaria, además de miembros y asesores de entidades de notable crédito. Pero sobre sus tremendos antecedentes destacan su dedicación, su carácter y, aún más, la extraordinaria convicción que contagian en la seguridad de que todo esfuerzo valdrá la pena.
Su liderazgo, vocación y decidida acción inspirarán a las nuevas camadas que se suman en fuertes oleadas, a la pléyade de hombres y mujeres de buena voluntad ya dispuestos al compromiso de vida, por los otros y el planeta.
Mauricio Fernández Funes[1]
Buenos Aires, junio de 2022
[1] General Retirado del Ejército Argentino, es Veterano de la Guerra de Malvinas, donde combatió con el grado de Capitán, junto a la Compañía de Comandos 602.
Se especializó en Tropas de Montaña, alcanzando la aptitud de “Cóndor Dorado”. Instructor de tropas “Comandos” y de “Cazadores de Montaña”. Es “Paracaidista Militar” y entre otras aptitudes, Instructor de Esquí y de Andinismo. Además de Unidades de Caballería, sirvió durante numerosos años en Institutos de formación en el ámbito educativo del Ejército. Ejerció el comando de Unidades de Caballería, siendo 2do Jefe del Regimiento 4 de Caballería de Montaña y Jefe del Regimiento de Caballería Ligero 3.
Se desempeñó en el Comando de la Misión de las Naciones Unidas (UNPROFOR) durante la Guerra en la ex Yugoslavia, en 1992-1993. Sirvió años después en el Estado Mayor Internacional de la Junta Interamericana de Defensa, -Organismo especializado de la Organización de los Estados Americanos-, con sede en Washington D.C., (2001-2002).
De su formación y experiencia académicas, puede citarse que es Oficial de Estado Mayor del Ejército, egresado del Curso de Mando Superiores y del Curso Superior de las Fuerzas Armadas. Se desempeñó en la Jefatura de Doctrina y en el Centro de Estudios Estratégicos del Ejército.
Es Diplomado en Defensa Nacional por la Escuela de Defensa Nacional, y Licenciado en Estrategia y Organización por el Instituto de Educación Superior del Ejército, (Universidad de la Defensa Nacional)
Fue Director de la Escuela Superior de Guerra y Jefe de Inteligencia del Ejército.
Ha recibido entre otras distinciones y condecoraciones, la Cruz de la Orden a los Servicios Distinguidos al Mérito Militar del Ejército Argentino en dos oportunidades, primero en grado de Comendador y luego en grado de Gran Oficial.
Medalla de las Naciones Unidas (UNPROFOR). Medalla de la Junta Interamericana de Defensa. Medalla del Ejército Argentino “Al esfuerzo y la Abnegación” y medalla “La Nación Argentina a los Combatientes” en el Conflicto Armado del Atlántico Sur.
Dejó el Servicio activo a su solicitud en 2006 y en agosto del año 2010, fue desinado Presidente de la Comisión de la Tropa Técnica de Inteligencia del Ejército.
En el año 2015 se une a Fundación Criteria, para la preparación de la Primera Expedición Argentina al Polo Norte, -que integró-, para contribuir en el alerta por el Calentamiento Global. La misma alcanzó con éxito los 90 grados de Latitud Norte, el 22 de abril de 2016. Desde entonces, junto a los Fundadores y un equipo interdisciplinario, trabaja en Criteria -como Director Ejecutivo- en la divulgación y concientización de la urgencia y perentoriedad de la problemática ambiental, como grave amenaza a la salud del Planeta y la suerte de las futuras generaciones.